
Luego de una semana de escuchar buenas y malas críticas al fin pude ver la película puertorriqueña Broche de Oro, del director Raúl Marchand. Y tras hora y media de escuchar las risas del público a manera de pavera, tengo que admitir que las crítica buenas y las malas fueron certeras.
La película, que fue filmada durante febrero de este año, tardó 17 días en culminarse y se llevó a cabo con un presupuesto de $535 mil dólares otorgados por la Corporación de Cine de Puerto Rico (CCPR). La misma no tiene una historia que te vuele la mente, pero conmueve con un mensaje que nos toca a todos como sociedad y como individuos.
En pocas palabras, Broche de Oro es la historia de este señor mayor, Yele, que vive en un asilo cuya familia se va a mudar a Orlando en busca de un mejor futuro. Es por esto que su nieto, Carlos, decide robarle la guagua al padre para pasar unos días con su abuelo en una competencia de surfing donde él va a participar, antes de marcharse a los Estados Unidos.
A la pareja de nieto y abuelo se unen dos ancianos más del asilo, quienes junto a Carlos y a Yele disfrutan de un buen fin de semana lleno de viejos encuentros, amor, un tanto de acción, playa, surfing, mucha cerveza y demasiados “comic relief “. Y aquí comienza mi primera observación relacionado al guión.
El filme, escrito por el mismo Marchand, es uno que toca muchos temas. Desde el amor y el sexo en la tercera edad hasta el amor paterno filial. En dónde encuentro un déficit es en lo seguido de los comentarios cómicos, que a pesar de tener una buena intención le dan un giro chabacano a lo que muy bien pudo ser una buena película con un mensaje positivo. A lo mejor me equivoco, ya que la gente en la sala se moría a carcajadas. No obstante, siento que esto le quitó mérito a la película.
Un ejemplo claro de esto lo es la escena en que al personaje de Luis Raúl, el guardia de seguridad del asilo del cual se escapan el trío de ancianos, es raptado por unos Aliens y aparentemente sodomizado.
Si nos vamos a los aspectos técnicos del filme la fotografía de Sonnel Velázquez no tiene precio. Hermosas tomas aéreas de Puerto Rico y bellos amaneceres engalana y dan a relucir los recursos naturales y recreativos de la Isla. Mañanas azules y tardes rojas dan credibilidad al paso del tiempo durante la película. Una de las mejores tomas sin duda lo fue el amanecer en Loíza, que tras ser presentado en cámara rápida dando a relucir todos los aspectos de este, también se marca en el rostro de los personajes que se levantan temprano para verlo creando en el espectador una envidia por no poder estar ahí.
Lo que sí resaltó son los cambios en la calidad fotográfica de las cámaras que se utilizaron para las tomas dentro y fuera de los autos, lo que aunque no le quita mérito al trabajo del Director de Fotografía, si le quita mérito a lo bien que se veía la imagen hasta que llega a estos momentos.
Actuaciones reales y convincentes dijeron presentes. La relaciones interpersonales y la química entre los personajes te hacían sentir dentro de la película. Uno se podía identificar. Ya fuera porque en nuestra juventud le robamos el carro a nuestros padres para irnos por la isla, porque alguna vez uno tuvo un padre pelión por todo, o simplemente nos acordamos de lo alcahuetes que eran nuestros abuelos.
El choque generacional se observaba a leguas. Jacobo Morales, Luis Omar O’Farrill y Carlos Esteban Fonseca hicieron un muy bien trabajo representando tres generaciones que, aunque diferentes en su forma de pensar, se asemejan en carácter.
El reparto de actores secundarios tampoco se quedaba atrás. Luis Raúl (Norberto) y Marian Pabón (Madre Superiora) hacían reír solamente de verlos juntos. Luis Raúl, en mi opinión, se reivindicó como artista local presentándose como un personaje cómico casi totalmente fuera de las comedias y parodias con las que usualmente se le suele asociar. Marian Pabón, por su parte, hizo un buen papel interpretando un personaje que aparenta ser fuerte de carácter pero por dentro tiene un buen corazón y un espíritu joven.
Algo que me llamó mucho la atención del filme, y que dio gusto escuchar a través de la hora y media de duración del mismo, fue la banda sonora compuesta totalmente por canciones de artistas locales, mientras que la música propia del filme es de la autoría de Gerónimo Mercado. Bandas como Índigo, Millo Torres y William Cepeda, por mencionar algunos, brindaban un son caribeño a lo largo de las escenas que intercalaban entre escenas de surf, playa y bellos paisajes.
El tema principal
La juventud o el revivir en la vejez fue el tema principal y de eso no hay dudas. El amor y el sexo en la población anciana fueron tocados de una manera jocosa. Personajes como Pablo Díaz (Diego de la Texera) y Coco (Sara Pastor) se escapaban a tener encuentros pasionales tras un casual reencuentro en Puerto Rico luego de no haberse visto hace mas de 35 años en París en el set de filmación de una película pornográfica.
Por otro lado Anselmo (Adrían García) reencontró el amor en Margarita (Carmen Nydia Vélez), una mujer fajona, dueña y cocinera de un restaurante en Loíza. Tanto así que terminan casándose.
Llega un punto en la película en que uno deja de ver a los personajes principales como tres ancianos que viven en un asilo. Uno se olvida de quienes son quienes y empieza a ver a tres muchachitos bebiendo cerveza, jangueando hasta tarde en la madrugada, poniéndose nerviosos por la muchacha que les está echando el ojo y sobre todos despreocupados por si mañana hay mañana.
El resto de la película es historia. Lo inevitable ocurre rompiendo totalmente la ilusión de final feliz hacia dónde se dirigía el filme en principio. Haciéndonos reflexionar sobre dónde estamos y hacia dónde vamos. Y por supuesto, creando en uno una ansiedad de coger el teléfono y escuchar al otro lado una voz temblorosa y calmante que dice “¿A Dios mijo? ¿Que pasó llamando a esta hora? ¿Todo bien?”, mientras uno llorando contesta “Bendición Abuelo. Todo bien. Llamándote para saludarte”.