El calentador solar de agua le gustó tanto a los esposos Vaz-De Souza que lo adoptaron como su misión y su negocio, que prosperó con el auge de la innovación en su ciudad, Belo Horizonte, reconocida como la capital de la energía solar en Brasil.
En 1998 fundaron la empresa Maxtemper que ya instaló más de 40,000 de esos sistemas en viviendas, piscinas, empresas e instalaciones públicas en el oriental estado de Minas Gerais, la mayoría en Belo Horizonte, donde se multiplicaron proveedores similares.
“El éxito se debió a que el ‘mineiro’ (natural Minas Gerais) es “pan duro” (ahorrativo), él hace sus cuentas”, opinó Cornelio Ferreira Vaz, de 62 años y copropietaro de la empresa. El ahorro de electricidad amortiza la inversión inicial en un máximo de dos años y el aparato dura dos décadas, detalló a IPS.
“Es un bien atractivo por sus beneficios económicos y ecológicos, para el bolsillo de uno y la naturaleza”, acotó su esposa y socia, Aildes de Souza, de 59 años.
El sistema residencial, con colector solar, depósitos térmicos de agua, tuberías y accesorios de control, cuesta cerca de $1,000 para una familia de cuatro o cinco personas y un consumo diario de unos 400 litros de agua caliente, estimó.
Su uso empezó en los años 70, pero proliferó tras el “apagón” que forzó un racionamiento de electricidad entre julio de 2001 y febrero de 2002 y elevó su costo, en este país de 207 millones de personas.
“Nuestra facturación se multiplicó por cinco”, recordó De Souza. Luego Maxtemper logró un contrato con la estatal Compañía Energética de Minas Gerais (Cemig) para instalar 14,000 calentadores en nuevas viviendas de programas sociales del gobierno.
La empresa llegó a tener 110 empleados, reducidos ahora a siete por la recesión económica brasileña de los últimos tres años, que provocó muchas quiebras. “Sobrevivimos porque aún hay consumidores buscando ahorrar electricidad y dinero”, reflexionó Vaz.
Ese aprovechamiento de la insolación, no siempre incluido en los balances energéticos, beneficia también a todo el sistema eléctrico nacional, al sustituir a las duchas eléctricas, muy extendidas en Brasil.
Esas duchas consumen mucha energía y provocan un pico de demanda en el comienzo de la noche, cuando se baña la mayoría de la población, forzando una mayor capacidad de suministro.
Cinco por ciento de las viviendas brasileñas, 3.4 millones, ya disfrutan agua calentada por el sol, según la Asociación Brasileña de Refrigeración, Aire Acondicionado, Ventilación y Calefacción.
Brasil ocupa el primer lugar en América Latina y el quinto en el mundo en capacidad instalada en energía solar para caldear, “olvidada” en las estadísticas por no generar electricidad y con paneles algo distintos a la fotovoltaica.
Le sigue de lejos México dentro una región que aprovecha poco esa alternativa, cuyo aporte mundial equivale al de la generación fotovoltaica y que evitó la emisión de 130 millones de toneladas de carbono en 2016, según un estudio de la Agencia Internacional de Energía (AIE).
La energía solar en sus distintos usos permite a las ciudades pasar de meras consumidoras y derrochadoras de energía a generadoras de una parte de sus necesidades.
Sus tejados con paneles fotovoltaicos podrían proveer hasta 32% de la demanda eléctrica urbana mundial hacia 2050, pronostica la AIE en su informe Perspectivas sobre la Tecnología Energética de 2016.
“Los edificios eran espacios pasivos de consumo de recursos, pero con los nuevos conceptos y políticas se hacen activos en generación eléctrica”, sostuvo a IPS el presidente de la Asociación Brasileña de Energía Solar Fotovoltaica, Rodrigo Sauaia.
Grandes ciudades latinoamericanas sobresalen en las listas de las más sostenibles o verdes del mundo, pero eso obedece en buena parte al consumo de energías renovables, especialmente la hídrica, abundante en sus países, producto de políticas nacionales.
Pero las alcaldías poco o nada influyen en esa generación, a excepción de Colombia, con sus tradicionales empresas municipales de servicios públicos, como la de Medellín, dueña de 25 centrales hidroeléctricas.
“Brasil adoptó una regla revolucionaria en América Latina, permitiendo integrar a la red de distribución” la electricidad de generación distribuida (GD, observó Mauro Passos, presidente del Instituto para el Desarrollo de Energías Alternativas (Ideal).
La medida de 2012 abrió paso al boom fotovoltaico, porque permitió a los generadores distribuidos o descentralizados, aquellos con pequeñas plantas residenciales o empresariales destinadas primordialmente al autoconsumo, poder vender sus excedentes, en lo que contribuye a la generación social de energía.
La reguladora Agencia Nacional de Energía Eléctrica espera que en 2024 Brasil tenga más de 800,000 residencias generando su propia electricidad. “Es una meta conservadora”, evaluó Sauaia.
Actualmente solo hay 12,520 sistemas fotovoltaicos de GD conectados a la red, con capacidad de 100 megavatios, 42% de ellos residenciales.
Belo Horizonte, con 2.5 millones de habitantes, es campeón solar por el calentamiento de agua, pero también por la electricidad. Sus 210 plantas solares incluyen las del estadio de fútbol Mineirão y la Ciudad Administrativa, sede del gobierno de Minas Gerais, con paneles en sus techos.
Además la basura urbana acumulada en un relleno sanitario genera 4.2 megavatios con sus gases impulsando una central eléctrica, destacó Marcio de Souza, ingeniero de tecnología y normalización de la empresa Efficientia, creada por Cemig para impulsar la eficiencia energética.
La generación solar distribuida es una decisión de consumidores, familiares o corporativos.
Las empresas energéticas, como Cemig, “solo absorben la energía generada”, por eso la adhesión a la GD respeta factores como capacidad de inversión de las familias, costo de la energía convencional, la radiación y clima favorables o no, explicó Souza a IPS.
Pero la distribuidora puede ofrecer estímulos. Es lo que hace la estatal Centrales Eléctricas de Santa Catarina (Celesc), que lanzó este año el Bonus Fotovoltaico, un subsidio de 60% para instalar mil plantas residenciales en el estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil.
“Siete minutos después de abrir las inscripciones ya teníamos los 200 candidatos de la cuota para Florianópolis”, la capital del estado, con medio millón de habitantes, celebró a IPS el gerente de Proyectos de Eficiencia Energética de Celesc, Marcio Lautert.
“El costo que le toca al consumidor se paga en dos a tres años” con la electricidad generada, aseguró. Otros numerosos interesados podrán sumarse en 2018 si tiene éxito ese primer grupo, anunció.
Pero es en el consumo que las municipalidades más están cambiando, tratando de reducir costos, contaminación y llagas sociales.
Electricidad sustituyendo combustibles contaminadores en los vehículos, iluminación pública LED, semáforos activados por paneles solares ya adoptados en muchas ciudades, como San José da Costa Rica, son algunos cambios.
Montevideo, modelo de movilidad eléctrica
Taxis eléctricos ya están circulando en muchas capitales latinoamericanas, como Bogotá, Ciudad de México, Montevideo o Santiago, en experiencias malogradas en algunos casos por escasez de puestos de recarga y la soledad de los pioneros.
Eso no sucede en Montevideo. La capital de Uruguay, un país con 3.5 millones de personas.
“Empecé a mirar los números y me tiré al agua, a probar”, justificó Alejandro Casas su decisión de adquirir un taxi eléctrico en febrero.
El vehículo vale $63,000, pero con la facilidad y garantía de un crédito a cinco años. “La diferencia de precio la pagás mes a mes con lo que ahorrás de combustible. Un taxi pone 1,200 o 1,300 pesos (entre $41.5 y $45) de combustible por día, son más de $1,200 por mes, y acá no pagás nada”, explicó a IPS.
Más adelante pagará una tarifa, pero será subsidiada y los primeros taxistas en participar en la iniciativa le contaron que no gastan más de $73 mensuales en la carga. “Eso no es nada”, comentó Casas antes de destacar otras ventajas como el motor de transmisión automática y la comodidad de la cabina. “Es una belleza”, resumió.
“Hoy, en la calle, hay 12 taxis eléctricos en Montevideo. En los próximos meses se incorporan otros 12 ya adjudicados, llegando a un total de 24”, informó a IPS Fernando Costanzo, gerente de Sector Mercado de la estatal Administración Nacional de Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE).
Una subestación de UTE con cuatro cargadores rápidos, dos puntos en Montevideo, otros en la vecina Maldonado y promesas de nuevos en la tuta que conecta Argentina con Brasil aseguran la recarga de las baterías, también para las varias decenas de vehículos eléctricos de la empresa, con los que promueve el sistema.
La Intendencia (alcaldía) de Montevideo, con 1.4 millones de habitantes, también apoya a los taxis eléctricos con “chapas” (identificaciones) a costo preferencial y otras medidas, dentro de su plan estratégico de energía, que impulsa las fuentes limpias e innovadoras.
En total, explicó Gonzalo Márquez, del Departamento de Movilidad de la División Transporte de la Intendencia, cuyo aporte al impulso de la movilidad eléctrica está cuantificado en $500,000.
“La apuesta es generar una masa crítica inicial que permita que la introducción de movilidad eléctrica se realice como una opción de mercado ya que económicamente es conveniente sin necesidad de subsidios”, aseguró a IPS.
Pero en las ciudades latinoamericanas también presentan retrocesos. São Paulo agravó su mortal contaminación por nanopartículas cuando la diferencia de precios estimuló el consumo de gasolina en desmedro del etanol, menos contaminante que el combustible fósil. En Quito, otro ejemplo, los aplaudidos trolebuses eléctricos fueron sustituidos por los movidos a diesel, por ser más baratos.