Don Mario Pérez (pseudónimo) es de esos hombres que lo da todo por su familia. Tanto da y hace, que hasta los domingos monta su bicicleta para buscarse el peso. Don Mario no se deja intimidar por su condición de inmigrante. Tampoco por haber perdido su casa tras el paso del huracán María.
Él, su esposa –ambos indocumentados– y sus tres hijos menores –el más grande tiene seis años– fueron trasladados después de estar refugiados resistiendo el embate del temporal, a un albergue en el área metropolitana, donde podrán permanecer por tres meses –unos 90 días, para ser más exactos– mientras esperan por la asistencia de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su siglas en inglés).
“El reto mayor ha sido estirar unos recursos que son designados para la población sin hogar a otras poblaciones”, afirmó una trabajadora social que labora en el albergue donde se encuentra don Mario, quien solicitó que no se ventilara su identidad.
Dicho de otro modo, lo que de ordinario se destinaba a través de ayudas federales y estatales para atender y satisfacer las necesidades de deambulantes y personas sin vivienda, ahora tiene que cubrir además a las personas que lo perdieron todo tras el paso del ciclón.
La trabajadora social mencionó como ejemplo que las opciones de las personas sin hogar a la hora de conseguir vivienda permanente o temporera a través de ayudas como el Programa de Sección 8 y del Departamento de la Vivienda se han reducido, pues se está dando prioridad a las personas desplazadas por el fenómeno atmosférico.
Esa población de desplazados incluye a desempleados que vivían con algún familiar al momento del huracán, madres solteras, envejecientes y refugiados que completaron el formulario de ayudas de FEMA, pero terminaron en albergues transitorios para deambulantes en espera de respuesta, explicó la profesional.
Tal es el caso de don Mario, quien tiene 63 años.
Hasta el momento, este solo ha recibido una carta de la agencia federal indicándole que no debía disponer de sus pertenencias dañadas. Pérez opinó que el proceso se ha dificultado por su estatus inmigratorio.
“Mi población se está viendo afectada”
Como parte de sus tareas en La Casa del Peregrino en Mayagüez, María Donis Rosario supervisa los casos de quienes acuden por ayuda a esta organización dedicada a personas de bajos –o ningún– recursos. Para Donis Rosario, el paso del temporal ha limitado los recursos de esta población.
“Tengo participantes que llevan más de un año en la calle y no van a poder tener vivienda porque todas las opciones están enfocadas en ayudar a esas familias[damnificadas por María]”, señaló.
De acuerdo con Donis Rosario, en un escenario normal las personas sin hogar que soliciten vivienda podrían recibirla entre tres y seis meses, luego de completar los requerimientos. Ahora, dijo, el tiempo de espera ha aumentado porque muchos de los espacios están ocupados por personas desplazadas por el ciclón.
A principios de este año, según El Conteo de Personas Sin Hogar realizado por voluntarios y entidades comunitarias sin fines de lucro, en Puerto Rico vivían 3,501 personas deambulando en las calles. De este grupo, siete de cada diez son hombre. Un 72% de las personas sin hogar identificadas por el conteo no habían sido albergadas.
Prioridad para los refugiados
Según Liz Mónica Lamboy, ayudante especial de la Secretaria de la Familia y quien trabaja en conjunto con la Coalición de San Juan –una organización que vela por los servicios de las personas sin hogar– la prioridad de vivienda ha cambiado tras el paso del huracán María.
“Ahora nuestra prioridad es atender a las personas que se encuentran en los refugios para moverlos a otras viviendas’”, declaró Lamboy, quien señaló que varias de las escuelas utilizadas como refugios necesitan continuar con el calendario académico.
Por otra parte, en cuanto a las personas que se encontraban sin hogar antes del huracán, comentó que no necesariamente estaban en esta situación por la falta de albergue, sino también por otros factores, como la cronicidad de muchos de los deambulantes.
La empleada gubernamental recalcó que los servicios de vivienda se ofrecen voluntariamente, es decir, si la persona sin hogar se niega a recibir albergue, la agencia no puede obligarlo. De acuerdo con Lamboy, esto último ha sido una dificultad a la hora de atender los casos de las personas sin hogar.
3,500 platos de comida semanalmente
A pesar de que La Fondita de Jesús dirige sus servicios a las personas sin hogar, luego del paso del huracán María esta organización sin fines de lucro ha extendido su ayuda a la comunidad sanjuanera, impactando sectores como el Residencial Vista Hermosa, La Perla, el sector La Colectora en Santurce y el Centro Médico, entre otros.
Según Edwin Otero, director de Desarrollo y Recursos Externos de La Fondita, varias comunidades en el área metropolitana, específicamente en San Juan, estaban pasando hambre. A raíz de esto, La Fondita sumó 400 platos de comida caliente a los 300 que diariamente preparaba, llegando a repartir 3,500 platos de comida caliente a la semana.
“No podíamos hacernos de la vista larga, en principio porque servimos a la comunidad. Uno de nuestros servicios es la alimentación, así que si tenemos el recurso [lo damos], y si no lo tenemos, lo buscamos”, garantizó Otero, quien en una ocasión –por la falta de electricidad– tuvo que escribir una carta a mano para pedir suministros de agua potable. Tres días después, La Fondita recibió una donación de 400 cajas de agua y otros alimentos.
Aunque la organización no ofrece viviendas ambulatorias, sí cuenta con una alternativa llamada Rapid Re-Housing La Puerta de Jesús. Las personas que quieran optar por esta alternativa deben cumplir con los requisitos establecidos para las personas sin hogar por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano Federal (HUD, por sus siglas en inglés).
Bajo los criterios anteriores, las personas que llevan un año o más viviendo en la calle, o que en tres años han tenido más de cuatro episodios como deambulantes –y que a su vez tienen discapacidades físicas, mentales o ambas–, tienen prioridad.
Agradece a los que cooperan
Conrad Mulero Méndez vendía productos de fumigación por su cuenta para mantenerse. Tras el huracán, deprimido, buscando su sustento en la avenida Roberto H. Todd en Santurce, escuchó a la gente hablar sobre los almuerzos que ofrecía La Fondita de Jesús para toda la comunidad.
Hoy Mulero Méndez es uno de los cientos de ciudadanos han recibido apoyo de la organización.
“Estoy agradecido de la administración de la Fondita y, especialmente, de los que cooperan porque si no fuera por los que cooperan y dan alimentos, está fondita no existiría’’, expresó.