Un nuevo informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) analiza las nuevas y grandes tendencias en América Latina y el Caribe, como la transformación estructural de la agricultura y los cambios que la urbanización ha generado en los sistemas de producción y distribución de alimentos.
El informe, El futuro de la alimentación y la agricultura: tendencias y desafíos, destaca que a nivel global la seguridad alimentaria futura peligra debido a múltiples desafíos y advierte que, sin medidas adicionales, no se alcanzará la meta de acabar con el hambre y la malnutrición en todas sus formas para 2030.
Con respecto a las tendencias futuras para América Latina y el Caribe, el informe señala que el crecimiento de la población regional disminuirá de manera moderada, por lo que la región no alcanzará su nivel máximo de población antes del 2060.
En los próximos 15 años, se prevé que el número de personas mayores crecerá más rápido en América Latina y el Caribe, con un 71% de aumento en la población de 65 años o más, seguido por Asia (66%), África (64%) y Oceanía (47%).
Con el envejecimiento, el potencial de crecimiento económico de la economía se ralentiza, los sistemas de seguridad social se pueden volver insostenibles y las cargas sobre el sistema de salud aumentan.
Tradicionalmente, América Latina ha sido la región en desarrollo más urbanizada. América del Sur, en particular, se volvió urbana de manera temprana y veloz. Para 1980, más de dos tercios de la población de América Latina y el Caribe era urbana, cifra que aumentó a casi el 85% en 2015.
“La rápida urbanización ha provocado profundos cambios en los sistemas de producción y distribución de alimentos. Hoy los supermercados representan más del 50% de las ventas de comestibles en la región”, explicó Eve Crowley, representante regional a.i. de la FAO para América Latina y el Caribe.
Sostenibilidad y alimentos autóctonos
En algunas zonas de América Latina, las preocupaciones sobre la sostenibilidad de los sistemas alimentarios han impulsado una preferencia de los consumidores por alimentos locales de alta calidad relacionados con sus tradiciones y culturas.
La reciente aparición en los mercados de alimentos autóctonos como la quinua, el amaranto y la chia demuestran el potencial de los sistemas alimentarios y cultivos indígenas y tradicionales para contribuir a la diversificación de las dietas.
Sin embargo, si bien varios alimentos autóctonos como el olluco, camote, ñame, kiwicha y palmas autóctonas de los Andes podrían contribuir significativamente al suministro de alimentos a nivel mundial, es poco probable que se conviertan en productos alimentarios importantes sin más investigación y adaptación.
Desigualdad y migraciones
El informe de la FAO señala que el coeficiente de Gini —que mide el nivel de desigualdad de los ingresos— disminuyó en América Latina y el Caribe entre 1993 y 2008, pero se mantiene por encima del promedio global, alcanzando 0.48.
“Nuestra región es la más desigual del planeta, lo que constituye uno de los mayores frenos en la lucha por erradicar el hambre y la pobreza y alcanzar el desarrollo sostenible”, señaló Eve Crowley.
De los 250 millones de migrantes internacionales en el mundo, nueve millones viven en América Latina y el Caribe. Si bien más de un tercio de la migración internacional fluye del “sur” al “norte”, es importante señalar que los flujos “sur-sur” son también muy relevantes: el 66% de los migrantes de América Latina y el Caribe emigran hacia países de la propia región.
Transformación estructural de la agricultura regional
El nuevo informe analiza los diversos caminos que ha tomado la transformación estructural de la agricultura en los países de América Latina y el Caribe.
En Brasil, las políticas de apoyo ayudaron a crear un sector agrícola altamente comercializado y la productividad del trabajo en la agricultura aumentó más de cuatro veces. La participación de la agricultura en el Producto Interno Bruto (PIB) fue de aproximadamente seis por ciento en los últimos 20 años, mientras que la participación del empleo agrícola en el empleo total cayó de 24 a nueve por ciento.
En México, entre 1990 y 2013, la participación de la agricultura en el PIB cayó del siete por ciento al 3.5% y la participación del empleo agrícola en el empleo total se redujo a la mitad, de 12% a seis por ciento. La productividad laboral casi se duplicó en Brasil y México, y se cuadruplicó en Argentina.
El informe demuestra que aunque las inversiones en las innovaciones tecnológicas están impulsando la productividad, la tasa de crecimiento anual de los rendimientos ha disminuido. Lo anterior se agrava ante una situación de degradación de los recursos naturales.
Reducción de la pobreza y protección social
Según el informe, el crecimiento de los ingresos generales y de la productividad agrícola contribuyeron a la disminución de la pobreza a lo largo de la región.
A principios de la década de 1990, 74 de los 124 millones de habitantes rurales de la región eran pobres (59.7%) y 41 millones (33.1%) no podían satisfacer sus necesidades alimentarias.
Para 2010, estas cifras se redujeron a 62 millones de pobres rurales y 39 millones en inseguridad alimentaria.
No obstante, puesto que la población rural también disminuyó (a 119 millones de habitantes) los porcentajes de población rural en situación de pobreza e inseguridad alimentaria se mantuvieron relativamente elevados, afectando al 52% y 32% de la población rural, respectivamente, en 2010.
Según el informe de la FAO, muchos países de la región cuentan con amplias redes y programas de protección social que proporcionan apoyo en materia de ingresos a los pobres y vulnerables, incluidos los pequeños agricultores.
“Estos sistemas han contribuido a acelerar la reducción de la inseguridad alimentaria, la malnutrición y la pobreza, al mismo tiempo que contribuyeron a reducir la desigualdad de ingresos durante los años 2000”, explicó Crowley.
Destacó, además, que el desafío actual es mejorar la infraestructura, la resiliencia y los mecanismos para hacer frente a los riesgos en las zonas rurales, utilizando, por ejemplo, la protección social y los seguros agrícolas, para ayudar a los agricultores a protegerse contra los riesgos inherentes de la producción agrícola.
Feminización de la agricultura
El crecimiento del empleo de las mujeres en la agricultura es evidente en varios países latinoamericanos, incluyendo Chile, Ecuador y Perú. La “feminización de la agricultura” a menudo incrementa la carga de las mujeres, pero también presenta oportunidades.
En muchos países de América Latina, los cambios observados en la participación de las mujeres en la agricultura son probablemente impulsados por el empleo asalariado en las agroindustrias que producen exportaciones agrícolas no tradicionales.
El empleo en estas empresas de exportación podría facilitar el empoderamiento económico de las mujeres y ampliar el número de puestos de trabajo disponibles para las mujeres rurales.