Llego a la recepción de la Presidencia y me topo con un cúmulo de fotoperiodistas y comunicadores, que batallaban por buscar un resquicio en el río revuelto de la anunciada renuncia del presidente de la Universidad de Puerto Rico, Antonio García Padilla. Al minuto, llega veloz Luis Torres Negrón, director de Comunicaciones, para repartir un cartapacio atestado de documentos relativos a la dimisión del líder universitario. Entonces, comienza el desfile. Primero pasaron los fotoperiodistas para capturar un photo op de los once rectores del Sistema junto al licenciado García Padilla. Minutos más tarde, los regentes abandonaron la sala en recta fila, con semblantes sombríos y sonrisas a medio camino, dándole paso a la colmena de periodistas que esperaba por su oportunidad para lanzar su carnada, en pos de la declaración –o el bendito sonido- que los hiciera recipientes del big fish mediático. En tanto, el equipo de Diálogo Digital se abría paso para cumplir con la meta que nos habíamos trazado: lograr una transmisión cibernética en vivo de la conferencia de prensa. Me esquineo para reparar en los detalles que le darán oxígeno a mi crónica y no puedo evitar notar el meticuloso orden de la oficina del Presidente, inversamente proporcional al pandemónium de murmullos, lentes, bolígrafos, trípodes, cámaras, micrófonos y teléfonos, que se abalanzaban en torno a la silla que ocuparía el entrevistado, cuales hormigas que compiten a fuerza de mollero y antenazos por una migaja. Entra y sale. Sale y entra Torres Negrón para dar instrucciones organizacionales sobre cómo será la dinámica de trabajo de la conferencia de prensa que está por comenzar: los fotoperiodistas debían apostarse tras los reporteros, pero he aquí que unos pocos de mis colegas toman como un suspiro la dirección del comunicador y se embuten en primera fila, como si en ello les fuera la vida, como si su estridencia tuviera que rendir cuenta ante su carencia de cordialidad y afán de protagonismo. Can we all get along?
Abre palabra el Presidente en voz pausada y los flashes acribillan cada segundo de su enunciación. “Quiero agradecer la…click; aquellos de ustedes que… click; hasta la madrugada, click, estuvieron, click, click, click, click, click, click”. En tanto, más de doscientas personas estaban virtualmente a nuestro lado, siguiendo de cerca cada segundo de lo que allí acontencia desde la comodidad de sus mullidas sillas oficinescas o el reojo del instante hogareño. Sigue apalabrado García Padilla y a un reportero televisivo poco le importa, pues recibe direcciones desde el cuarto de control de su noticiero para que cierre la transmisión en vivo ¡desde el lugar de los hechos! Luego, otro periodista radial lanza una pregunta que le redunde el sonido perfecto, que en unos pocos minutos será la gran noticia de la hora. Pero…¿quién es esta colega que sarandea y hace girar su teléfono, escurrida en su silla, con una mirada de desdén hacia su sujeto a entrevistar, cual chica que escucha el relato de un macharrán de bonitas palabras que pretende embaucarla? “Eso es todo colegas, muchas gracias”, vocea a manera de cierre Torres Negrón. Allá, algunos siguen de cerca cada suspiro del Presidente a la saga del aparte y la exclusiva que no llegó. Más acá, los que conformamos el equipo de Diálogo Digital celebramos que hemos cumplido con nuestra misión. Vámonos. Salimos del despacho, luego la recepción, y al final, el largo pasillo que nos despide del edificio de la Presidencia y ese zumbido que no cesa del aire acondicionado que parece una ráfaga huracanada.