Creció dentro de la Industria Avícola de la mano de su padre Antonio “Toño” Álvarez. Durante su crianza, vivió junto a él la realización del sueño de su progenitor con la creación de la empresa Picú, la cual décadas más tarde vería desaparecer.
No existe documentación suficiente sobre el desarrollo de la Industria Avícola a nivel comercial en Puerto Rico. Sin embargo, Antonio Álvarez posee mucho más que gráficas y estadísticas proporcionadas por el gobierno. Más que eso, Álvarez posee una vida llena de memorias y experiencias dentro de la segunda industria agropecuaria más importante en el país.
Trabajó con su padre en la empresa Picú hasta que ésta cambió de dueños y, eventualmente, quebró. Pasó entonces a trabajar con Industrias Avícolas del Sur. Entre su memoria y el disco duro de su Mac, Álvarez carga con abarcadora información sobre el auge, la crisis y los factores que han llevado a la industria hasta el lugar en el que se encuentra actualmente.
Luego de un auge vertiginoso en las ventas del pollo local para la década de 1970 y 1980, la demanda y la producción de ese producto se estancó. Entre las razones principales -relata Álvarez con una precisión cronológica envidiable- se encontraba el excedente de producción debido a la competencia de varias empresas. Además de esto, y a pesar de que la publicidad había alcanzado sus objetivos, faltaba más por hacer.
Mientras trabajaba aún con Picú, Álvarez se percató que era necesario desarrollar un mercado para el producto local. Por esta razón decidió realizar su maestría en Mercadeo para obtener las herramientas necesarias.
Sin embargo, la industria sufriría varios golpes inesperados. El huracán Hugo a finales de la década de 1980 afectó la producción. Luego, en 1992, la reglamentación #8 que regulaba la industria avícola se modificó para admitir la clasificación de pollos importados como frescos aumentando la cantidad de días que podían tardar en entrar al país.
Las empresas de pollo en Puerto Rico sintieron el embate. Pero aún no terminaba. En 1995 Picú pasó a manos de accionistas que veían la publicidad como un gasto innecesario y decidieron eliminarla por completo. Álvarez sabía que esta decisión sería nefasta y traería consecuencias lamentables, tal como sucedió. Picú sobrevivió entre problemas económicos nueve años más y luego de más de dos décadas de fundada quebró.
Desde entonces sólo ToRico e Industrias Avícolas del Sur, quienes producen Canto Alegre y Picú, han continuado produciendo, aunque a menor escala, y sobreviviendo ante las adversidades de competir con el producto importado.
La industria de huevos tampoco está exenta de la amenaza del producto importado. Cada verano el excedente de huevos en Estados Unidos es exportado a la Isla obligando a los productores de huevos locales a bajar sus precios a niveles que no justifican el costo de producción.
El panorama para la industria de pollos y huevos en Puerto Rico no parece fácil. “Es difícil que la industria vuelva a alcanzar el nivel al que llegó en la década del ochenta. Es necesario desarrollar mercado para el producto local,” explica convencido Álvarez.
Mientras tanto -motivado por el deseo de contribuir a la industria agrícola local, tal como le enseñara su padre- Álvarez trabaja como asesor con el Departamento de Agricultura. Allí ayuda además a desarrollar programas y propuestas que beneficien al productor local esperanzado en que algún día los agricultores del país logren llevar la industria al nivel donde debe y merece estar.
Tal como la historia de Carlos Álvarez y su padre, es menester de todos inculcar a los más pequeños pequeños el valor de lo que produce nuestra tierra y apoyar al trabajador puertorriqueño. Álvarez es vivo ejemplo de que esas lecciones nunca se olvidan.