Como parte de las actividades y talleres sobre la cobertura periodística de la crisis fiscal en Puerto Rico, el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) llevó a cabo la conferencia magistral ‘Periodismo en tiempos de quiebras: claves para manejar la crisis financiera y económica’, el pasado miércoles en el Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) en Santurce. El evento contó con la participación del periodista argentino Carlos Burgueño (Ámbito Financiero), y los estadounidenses Michelle Kaske (Bloomberg News) y Aaron Kuriloff (The Wall Street Journal).
La actividad, celebrada en el Teatro Raúl Juliá del MAPR, fue moderada por la periodista puertorriqueña Cyd Marie Fleming, y presentada por su homólogo y también vicepresidente de la junta de directores del CPI, Luis Guardiola.
El gaucho Carlos Burgueño participó en calidad de orador invitado por su vasta experiencia en la cobertura de la crisis fiscal de su país, cuyo gobierno se encuentra en un estado de default, o impago de su billonaria deuda, desde diciembre de 2001.
“No me gusta el rol de semiexperto que viene del exterior a decir lo que hay que hacer”, dijo Burgueño al iniciar su ponencia. El comunicador por vocación, y sociólogo y economista de profesión, recalcó que, por un profundo respeto a Puerto Rico y su situación, adjetivaría lo menos posible a la Isla y se limitaría a hablar de su experiencia periodística en la crisis de Argentina. “Experiencia que no termina porque seguimos en default”, destacó.
El autor de Los buitres: Historia oculta de la mayor operación financiera contra la Argentina, opinó que “todo esto estuvo pensado. Lo que vamos a ver a continuación es una estrategia, no fue casualidad, no fue fruto de la bronca, no fue fruto de las circunstancias”.
El juicio del siglo
Burgueño, quien bromeó varias veces sobre la mala fama de los argentinos como orgullosos y fanfarrones, se apuntó como triunfo que, además de tener un papa argentino, al mejor jugador del mundo en el fútbol, la avenida más grande y la mejor carne del mundo, también tienen “el juicio del siglo”. No obstante, aclaró que esa calificación se la dio el diario Financial Times en diciembre de 2012.
Los eventos marcan dos diciembres trágicos para la ciudadanía argentina: el 24 de diciembre de 2001, que anunció el impago; y el 11 de diciembre de 2012, el juicio del siglo. Y ese último, según él, es determinante en la situación argentina.
“No hay ley federal en los Estados Unidos que proteja a los estados soberanos que emiten deuda voluntaria, soberana, bajo la jurisdicción de Wall Street. No hay ley federal que entienda o mencione qué es lo que hay que hacer cuando un país entra en default”, sostuvo.
Lo que sí existe, explicó, es la ya consabida Ley de Bancarrota, a la que Puerto Rico ni Argentina cualifican. Sobre esta, explicó que “Estados Unidos avala que, cuando una mayoría de acreedores está de acuerdo con un plan de reestructuración de deuda, la minoría tiene que aceptarlo, aunque no le guste”. Y ese fue el caso de la compañía Enron, que tuvo que acogerse a la renegociación de deuda que le propusieron los tenedores de la suya, los buitres.
Este caso sentó las bases para lo que sería el juicio del siglo, según Burgueño, dado a que así funciona la jurisprudencia estadounidense. Se toman en cuenta los fallos y decisiones anteriores, por lo que para evitar un juicio, el deudor tendría que acogerse a las disposiciones del adeudado.Y eso no quiso hacerlo la Argentina.
Ahí estriba lo histórico del caso. “Al no haber una ley federal, lo que fallara los Estados Unidos en este caso iba a cambiar la historia de los procesos de reestructuraciones de deuda. Y así fue. La Argentina decidió enfrentarse en un juicio a los fondos buitres, y de lo que saliera de ese juicio iba a crearse una jurisprudencia que no había antes”, relató.
Esa jurisprudencia rige hoy en los tribunales de Estados Unidos cuando un país o estado soberano emite deuda y entra en un proceso de impago, y consecuentemente, en reestructuración.
¿Cómo llegó la Argentina a la deuda?
“Ya mencioné a Messi, al Papa, la avenida más grande, ahora toca el default más grande”, dijo arrancando carcajadas en la audiencia.
El comunicador añadió que “nadie arruinó a tantos países como la Argentina de 2001”. La deuda total de la nación suramericana en ese momento era de $132 billones, y en bonos soberanos o títulos públicos $94.3 billones, por lo que el resto eran organismos de negocios internacionales o bancos privados
La Argentina en ese momento tenía una deuda en prácticamente, todas las monedas. El 72 por ciento era en dólares y el otro 18 en euros. Pero emitieron deuda también en libras esterlinas, francos suizos, yenes, coronas danesas y suecas, en dólar canadiense y hasta en dinares kuwaitíes. Burgueño no perdió ocasión para bromear diciendo que “en la Argentina somos un crisol de razas, no discriminamos. A todos los dejamos en un default por igual”.
Tan precaria situación fue el resultado de un cúmulo de gastos innecesarios y de inacción, explicó. De hecho, tan inactivo que el país estuvo sin una propuesta para renegociar o reestructurar la deuda hasta el 2005. Es decir, desde la noche buena del 2001, hasta mayo de 2005, la incertidumbre fue un estilo de vida.
Mas, ¿qué pasó en el transcurso de esos casi cuatro años? “Un detalle, cinco presidentes”, sostuvo el periodista, “y de esos cinco presidentes, cuatro en 48 horas”, añadió.
Argentina renegociando la deuda
Al llegar Néstor Kirchner al gobierno lanzó la primera de dos reestructuraciones en el 2005. Esta fue la más grande de la historia en cuanto a la quita -o reducción de la deuda-, pues pretendía eliminar 63 por ciento del monto adeudado. En ese intento, fue considerado en la negociación el 76.15 por ciento de la deuda total.
En el 2010 tocó la segunda reestructuración de la deuda, bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. “Esta vez participaron tres bancos: el Barclays, el Citi y el Deutsche Bank”, mencionó, “que estuvieron en todo ese tiempo (enero de 2006 a abril de 2010) comprando deudas a mutuales europeos y ahorristas norteamericanos que cuando uno les decía la palabra Argentina o lloraban o te mataban a balazos”, bromeó.
Esta gestión logró concertar el 92 por ciento de la deuda en la reestructuración. “Solo quedaban afuera unos $8 billones […] Y ahí, primero festejamos y luego nos preguntamos, ¿terminó el default?”, indicó. El conflicto solo comenzaba.
Burgueño explicó que entre 2008 y 2010 quedaban entre $8 billones y $12 billones por renegociar, y en ese contexto también se dio la devaluación de varias monedas fuertes en el mundo, lo que supuso una seria reconsideración de la deuda argentina.
Así, el cuadro de esos $12 billones que faltaban por renegociarse para finales de 2010 pintaba de la siguiente manera, según desglosó el experimentado investigador: $2 billones estaban en el lado de los bancos, $5 billones en el poder de los fondos holdouts, y en poder de los fondos buitres otros $5 billones.
Mas, curiosamente, Burgueño explicó que entre las dos reestructuraciones, hubo un monto de $2 billones que se dejaron de pagar y nadie reclamó.
Buitres y holdouts
Al día de hoy, argumentó, los holdouts tienen $1 billón en su poder, los fondos buitres tienen $9 billones sin incluir intereses, multas, ni otros gastos, y en este contexto, Burgueño consideró que merecía hacerse la diferencia entre los fondos buitres y holdouts.
En cuanto a los holdouts, en la realidad de Puerto Rico se le denominaría como fondos de riesgos, que no son otra cosa que las inversiones de personas con gran poder capital en distintas acciones o inversiones de alta rentabilidad mas poca seguridad.
Burgueño lo explicó como la persona que tiene $100 millones y decide invertir la mitad en acciones de los Estados Unidos, unos $30 millones en alguna empresa o en la bolsa de Wall Street, al menos $15 millones en títulos públicos, y unos $5 millones en inversiones de alto riesgo, cuya tasa de interés es mucho más alta que el promedio de los demás mercados. No obstante, su riesgo estriba en que no se le pague el dinero.
¿Qué sucede cuando ese cinco por ciento de la inversión falla? “Nada. Estaba dentro de los cálculos”, puntualizó. Por tal razón, sus tasas de interés se elevan, al punto que, en el caso argentino, por los servicios públicos la tasa de interés se disparó a un elevado 15 por ciento.
Esto, en el contexto de la reestructuración de una deuda significa que los tenedores de esos fondos protestarán y pueden ejercer su derecho a negarse a un canje de deuda, según Burgueño.
De estos, en la Argentina hay 15 personas, y en su mayoría argentinos.
Mas, del otro lado, un fondo buitre se distingue de un holdout cuando entra en plena etapa de default. Es decir, los fondos buitres aparecen cuando ya un impago es inminente, enfatizó.
No entra a la negociación como el holdout, que sabe que tiene un alto por ciento de rentabilidad, sino cuando sabe que ese bono no tiene forma de pagarse. “Y ese es el negocio”, dijo convencido.
Argentina vio entrar sus primeros buitres en la postrimería de 2001. Y Burgueño vio eso de cerca, pues una de sus fuentes estaba en Wall Street. Un argentino que le vendía a sus clientes partes de la deuda nacional. Solía irle mal, según el reportero de Ámbito Financiero, hasta que un día lo halló contento por vender $80 millones de la deuda argentina con la posibilidad de vender otros $200 millones y con la promesa de su cliente de que invitaría a más amigos suyos a invertir en la deuda. Burgueño preguntó, “¿quién es ese loco?”. A lo que su fuente respondió, que era de una firma llamada Olifant, de la que desconocía tanto él como Burgueño. Resultó ser un fondo buitre. Y el confidente le cuestionó a su jefe lo que, según Burgueño preguntaría todo argentino: “¿puedo ir preso?”. La contestación fue un llano y muy simple, “no”. Lo que evidencia que esto no es más que un negocio muy avaro.
El concepto era totalmente desconocido, tanto para el periodista como para su fuente. Y desde entonces, el rumbo de la economía gaucha cambió fundamentalmente. “Legaron los buitres”, y el gobierno tendría ahora otro problema para atender.
Errores de Argentina
Burgueño sostuvo que el mal manejo de la situación por parte del estado argentino fue un agravante en el atolladero nacional. Igualmente, destacó que los dos errores principales que cometieron, además de una prolongada inacción, podrían servir como lecciones para la crisis puertorriqueña, así como a cualquier nación o estado soberano que emita una deuda.
El primero de esos errores fue la Cláusula: Rights Upon Future Offers (RUFO) o Derecho Sobre Ofertas Futuras, lo que supuso una promesa por parte de la Argentina a no hacer otra reestructuración, y en caso de que recurrieran a otra sería para pagarle lo mismo a los actuales negociadores y a los que entraran. Es decir, si hubiera una renegociación con mejores condiciones que las propuestas en el 2005 y 2010, Argentina se vería obligada a pagarle a todos por igual y a una tasa de interés mayor. “Esto provocó que, en el juicio, Argentina nunca pudo aceptar pagar”, explicó.
La segunda y errónea medida fue la Ley Cerrojo que lo que propuso fue garantizarle al que entraba en la reestructuración que no habría otra posteriormente. Una cuestión que Puerto Rico debe evitar, en caso de que entrara en una renegociación.
¿Quiénes son los fondos buitres?
La Argentina, también se planteó en un momento quiénes eran o cuáles eran los nombres de quienes tenían y aún tienen su deuda. Burgueño detalló que, de la primera generación –que fueron los que llevaron el caso a juicio- se destacan: NML Elliot, EM Ltd. Dart, Aurelius, Olifant, ACP Master y Blue Angel. Todas estas, entidades fantasmas, que no tienen sucursales y que cuentan con muchos más abogados que financistas.
La segunda generación, por su parte, está compuesta por grupos que entraron luego de la derrota en el juicio en los Estados Unidos. “Se les conoce también como fondos buitres de los fondos buitres”, contó, añadiendo que dentro de los muchos años que lleva en la cobertura de asuntos financieros, no conoce ninguno de los nombres de la segunda generación, como FFI Fund.
A estos colectivos, Argentina en septiembre de 2015, le debe $3.06 billones a NML Elliot, $1.121 billones a Bracebridge, $833 millones a Dart, $360 millones a Lightwater, $349 millones a Blue Angel, $324 millones a Aurelius y $320 millones a Olifant.
Protagonistas del default
La precaria situación tiene nombres y apellidos en su guión. Entre esto hay personas, aunque Burgueño bromeara con que no lo pareciera. Hay políticos, abogados, empresarios y miembros de los tribunales estadounidenses en todo el panorama.
Algunos son, el kirchnerismo, impulsado por Cristina Fernández de Kirchner, actual presidenta; el fenecido Néstor Kirchner, antiguo presidente cuya administración realizó la primera reestructuración; Paul Singer, dueño de la firma NML Elliot y primer acreedor de Argentina que manejó el costo y la estrategia en el juicio en contra del país; los abogados de la firma Elliot, Robert Cohen y Ted Olson, este último abogado de George W. Bush en el pleito por las elecciones del año 2000 contra el demócrata Al Gore; la firma de abogados de la Argentina Cleary, Gottlieb, Steen & Hamilton, de muy bajo costo; el juez del segundo distrito de los tribunales de Nueva York, Thomas Griesa, que atendió el caso y emitió el fallo; y Daniel Pollack, el special master, designado por Griesa para fungir como mediador en las negociaciones entre el país y los buitres.
El fallo dictado por Griesa se basó en la premisa de que “los contratos se cumplen y las deudas se pagan”. Fue tajante e insuperable. Y la gente lo sintió ya muy de cerca, según Burgueño, cuando la Fragata Libertad, embarcación icónica de Argentina, ancló en Ghana y fue embargada por tener parte de la deuda en el mencionado país africano. Con esto la gente tuvo un despertar, aseguró el experto en finanzas.
Su experiencia y Puerto Rico
Así, inmersos en un panel concluida la presentación de Burgueño, Michelle Kaske y Aaron Kuriloff, junto a Cyd Marie Fleming, no tuvieron mucho que añadir, solo dialogar.
Burgueño a preguntas sobre su aprendizaje y sobre la organización de los fondos buitres aseguró que se aprende sobre la marcha y que el negocio buitre “es más lucrativo que el narcotráfico”.
Kaske y Kuriloff, que trabajan la situación fiscal de Puerto Rico de cerca y desde hace varios años para Bloomberg News y The Wall Street Journal, respectivamente, se sorprendieron con la alegación de Burgueño de que Aurelius, uno de los acreedores de Argentina tiene casi un 20 por ciento en fondos buitres de la deuda de Puerto Rico y al menos un 10 por ciento en holdouts.
Ante el asombro del público y los panelistas, Burgueño sostuvo que es pertinente conocer a los acreedores, y que solo así la gente puede entender y preocuparse más por la situación. “Una vez se dieron a conocer los nombres, esto pasó a ser política de estado”, indicó, “le haría bien a Puerto Rico saber quién tiene la deuda con nombre y apellido”, concluyó.