
La presentación de la Antología Personal del cronista, ensayista y escritor Carlos Monsiváis la semana pasada en la Feria Internacional del Libro (FIL)de Guadalajara, se convirtió en una celebración pública de la literatura puertorriqueña ante un numeroso público mexicano. El cronista que más pasiones despierta en México recibió con un despliegue de humor y agudeza a la numerosa audiencia compuesta por periodistas, fotógrafos y público en general, que asistieron al acto y muchos otros que tuvieron que seguir el evento desde fuera de la sala mediante una pantalla de televisión porque no cabían dentro. Tras ser presentado por Edgardo Rodríguez Juliá y la antropóloga urbana Rossana Reguillo, Monsiváis dejó atónitos a los asistentes al ofrecer una cátedra sobre literatura puertorriqueña en vez de una ponencia dedicada a su propia obra. “Monsi” como le llaman cariñosamente muchos mexicanos, reveló que la primera nota que se publicó de su escritura la firmaba nada menos que Nilita Vientós Gastón a quien calificó como “decana de las letras puertorriqueñas y una mujer excepcional”. De ella conocía no sólo su obra, sino también las revistas que dirigió: Asomante y Sin nombre. También citó a autores como René Marqués, a quien según dijo conoció en México, gracias a Sergio Pitol y a José Luis González, con quien coincidió en una editorial donde ambos trabajaron. González despertó en Monsiváis una clara admiración: “fue un puertorriqueño radical, ejemplar, comunista”, y explicó también que fue muy perseguido por sus posturas políticas.
Al llegarle al turno a la obra de Edgardo Rodríguez Juliá, el cronista mexicano se deshizo en elogios efusivos. No quiso dejar de destacar “La noche oscura del niño Avilés”, mientras describía al escritor puertorriqueño como “un maestro de la crónica, además de un muy buen novelista”. “Tiene una crónica que se llama “’Una noche con Iris Chacón’ que me resulta deslumbrante porque su punto de partida, su eje visual es el caderamen de Iris Chacón” recordó divertido. También repasó otras de sus crónicas célebres: la dedicada a Luis Muñoz Marín, la del entierro de Cortijo, y que señaló “que es capaz incluso de reproducir en ella el sonido del son”. Además quiso detenerse en las crónicas deportivas, y en la más trágica: la que narra el episodio del Cerro Maravilla, del que Monsiváis incluso conocía los videos de las vistas judiciales del sórdido caso. El autor defendió que estas crónicas no pertenecen al Nuevo Periodismo sino a las crónicas de América Latina formidable, y fue por ello que decidió dedicarle una pequeña historia de las mismas a las últimas páginas de su antología personal. Entre los críticos citó a Rubén Ríos Ávila y terminó con una suerte de recomendación de lectura de los imprescindibles de la escritura puertorriqueña: “El país de los cuatro pisos”, en el “Fondo del caño hay un negrito” de González, los cuentos de Rosario Ferré, Ana Lydia Vega y Manuel Ramos Otero, de quien ponderó mucho el intento de crear “un espacio barroco dentro de la literatura puertorriqueña”. Al final de su charla no pudo ser más lapidario: “Puerto Rico mantiene una tradición literaria, una lealtad al idioma español vertiginosa y por eso me da tanto gusto ver mi obra editada en una Editorial puertorriqueña como es la de la Universidad de Puerto Rico”.