¿En qué clase de institución estudiamos cuando nuestras oposiciones a la norma doctrinal tienen que salir del anonimato? ¿En qué clase de institución académica dedicada al libre desarrollo intelectual nos sentimos intimidados a la hora de expresar nuestras ideas?
Mi familia es una de esas con una fuerte conexión a la Universidad de Puerto Rico en Rio Piedras (UPRRP). Mi padre es egresado de la Escuela de Derecho, mi tía profesora jubilada de la Escuela de Comunicación y mi hermana egresada de la Facultad de Humanidades.
De niña siempre escuchaba los cuentos: el renacimiento creativo que experimentó mi hermana durante sus años en el Departamento de Drama, las aventuras de mi padre y sus compañeros de leyes durante la turbulenta década huelguista de los ‘70s. Cuando su escuela se unió a la huelga en el 1973, mi padre formó parte del grupo que tomó la residencia Torre Norte. Es decir, que soy descendiente de un linaje activista y proestudiante.
Yo no favorezco las medidas de austeridad con un efecto desproporcionado sobre el estudiantado. Tampoco favorezco la privatización del sistema UPR. Sí entiendo que estamos en momentos de crisis a nivel nacional, y que algunas cosas –y algunos costos– tendrán que sufrir ajustes. Pero esa conversación es para otro rato. No estoy aquí para analizar el plan fiscal. Me abro a discutirlo con mis compañeros de forma constructiva en otro momento. Y a eso, precisamente, es lo que voy.
Al ingresar en el Recinto de Río Piedras, tuve ideas encontradas del ambiente al cual entraba. He conocido a amigos y colegas quienes ocuparán un espacio integral en mi corazón por los años a seguir. Pero, a la vez, he encontrado mucho conflicto y poca resolución.
He encontrado un ambiente donde, cuando una forma de pensar aparenta ser la que domina, aquellos que están en desacuerdo temen expresarse. Un ambiente donde se percibe que la oposición no es bienvenida y, por lo tanto, los miembros del estudiantado con ideas diferentes sobre cómo acercarnos y comenzar a resolver los conflictos practican una continua autocensura.
Viene a mi mente el debate eterno sobre las huelgas: que si “lucha sí, entrega no”, que si “abran los portones”, que si la famosa camiseta con el muchacho enmascarado que dice “estudiante combativx”. Frases integradas a nuestro diario vivir como estudiantes de la Iupi.
Es ahí que observo un patrón preocupante en la dinámica intraestudiantil. Cuando se traen temas controversiales –como la huelga, el plan fiscal, la privatización– en el salón de clases, la tendencia es hacia el silencio de los estudiantes. Silencio que sale del miedo a diferir de sus compañeros militantes. Silencio que sale de la negación a expresarse, porque temen ser sujetos a la intimidación. Silencio porque el bien conocido “estudiante combativx” no pondrá ningún esfuerzo para escuchar sus puntos antes de refutar. Silencio porque aquí no se fomenta la discusión socrática, y lo sabemos.
Y si en el salón de clase hay silencio, en las asambleas ha habido pura intimidación. Intimidación y censura sin nada de respeto hacia el proceso abierto y democrático que se supone que la asamblea estudiantil nos garantice.
En una de las asambleas del año pasado, hubo un estudiante que pidió una cuestión de orden luego de la moción de huelga. El estudiante intentó expresar su punto contra la huelga en medio de abucheos y griterías de parte del público. Luego, me cuenta: “se nos acercaron dos estudiantes que habían designado para velar por la seguridad para preguntarnos si nos íbamos a ir y eso. Y en el proceso vino mucha gente, se salieron de las gradas y nos empezaron a gritar cosas en la cara”.
Otro participante lo confirmó. “Esto no es digno de un proceso democrático, porque si alguien está tratando de expresar su punto, no puedes estar gritando y abucheando encima de la persona. En un proceso parlamentario se supone que haya algún sentido de orden”, comentó.
El hecho de que ambos estudiantes desean mantenerse anónimos lo dice todo. En un verdadero ambiente de libre expresión y democracia participativa, no temerían a la intimidación por relatar los hechos.
En el sentido autocrítico, nosotros en la Iupi tenemos un problema, y el problema es que no nos abrimos al diálogo con nuestros mismos compañeros. Al no abrirnos al diálogo se enajenan grandes partes del estudiantado. Igual, nos aislamos del pueblo.
No escribo esto con el propósito de promover un punto de vista pro o anti huelga. Ni pro o anti plan fiscal. Escribo esto porque, al acercarse la asamblea general, exhorto a que recordemos que todos nuestros compañeros y compañeras merecen un espacio digno de su derecho a la libre expresión. Exhorto a que cambiemos nuestra actitud cuando se trata del debate y el proceso democrático.
Basta ya de griterías, abucheos y batucadas. Basta ya de intimidar al que piense diferente. Si esa es nuestra única solución, significa que no tenemos una verdadera capacidad de resolver problemas. Al actuar de estas formas, no ejercemos nada de lo aprendido en el salón de clases: ni el pensamiento crítico ni la capacidad para solucionar disputas mediante las relaciones interpersonales.
Es hora de cambiar nuestra estrategia. Es hora, también, de cambiar nuestra imagen pública. Porque lo que el pueblo ha visto es un eterno combate entre el mismo estudiantado. Y ningún apoyo vamos a conseguir con esa proyección.
Si alguna vez he hecho a un compañero sentirse intimidado al expresarse ante mí, le pido disculpas. Si estás leyendo y te identificas con quienes sienten miedo a expresarse, debes saber que somos más los que vamos a apoyar tu derecho a hablar. No temas a dar un punto en clase. No temas a asistir a la asamblea. No temas a coger el micrófono, y no temas a votar.
A favor de tu punto o en contra, somos más los que te aseguraremos tu espacio para hablar. A favor de tu punto o en contra, cualquier disidencia –por lo menos de parte mía– te prometo que será expresada con respeto. Vamos a cambiar cómo actuamos. Vamos a cambiar cómo somos percibidos. Y vamos a cambiar, sobre todo, cómo nos tratamos entre sí.
Y para dar el primer paso hacia acabar con este miedo, romperé con la tradición del anonimato. Esta ha sido mi opinión y la expresaré al máximo. Con respeto se las presento y con respeto espero que me contestarán.