“Comprendo que es censurable la dureza del lenguaje, pero tiene sus
excusas cuando es producto de una indignación sincera”- Rosendo Matienzo Cintrón
Estimado legislador/a:
La cita anterior adelanta mi sentir y también mis excusas, si la manera en que expreso mi posición a dos asuntos le parece irreverente. Le aseguro que no faltaría jamás a quien lee mi sentir. Es indignación no
irrespeto lo que motiva la suscrita.
Primero, rechazo el P de la C 2406 y el P del S 1350, medidas que intentan eliminar la cláusula que excluye a la UPR y a los sistemas de retiro públicos, de transferir sus fondos al Banco Gubernamental de
Fomento, luego de dos intentos malogrados (enero de 2014- P del S 857 y febrero de 2014 P de la C 1592 – Ley Núm. 24) y objetados por la comunidad universitaria. Segundo, rechazo la proyectada estocada financiera al principal proyecto de cualquier pueblo que pretende progreso, su universidad pública.
Sobre el primer punto de oposición, le recuerdo que la riqueza colectiva de los trabajadores y trabajadoras de la educación superior, acuñada día a día a pesar de todo el desdén que vuestra caterva partidista nos agracia, no puede representar ahora la alternativa de salvarles la cruzada. No pudiera entender jamás con qué profundidad moral es posible que quien desprecia nuestro trabajo y nuestro producto social, como la historia documenta, pretenda servirse a manos llenas del peculio que a duras penas separamos cada año en aras de un retiro digno.
Sobre el segundo punto, el recorte millonario a la Universidad. Conocemos del estado crítico del país gracias al quehacer de los gobiernos secuestrados por sus respectivas organizaciones políticas, esas que han tenido por costumbre agenciarse el falso derecho a tomar de las generaciones futuras lo que tales gobiernos no han producido en resultados de mejoramiento social. Como profesor en la Universidad de
Puerto Rico, ese “antro de oposición” que para la mayoría de sus correligionarios y para sus inversionistas somos, declaro que no estoy en disponibilidad de favorecer que mis aportaciones de retiro se interpreten como un “servicio a la carta” a la cíclica mal llevada gestión gubernamental. Como servidor público, no he trabajado con pasión ni aportado al fondo de retiro para terminar sin garantías, sin alternativas.
En efecto, distinguido legislador(a), los pueblos seducidos por suaves dominaciones, como está el nuestro, todo lo perdonan, todo lo olvidan y por eso no pueden interpretar lo que significa una Universidad y el retiro de los trabajadores(as), para su propio desarrollo. Es olvidadizo este pueblo gracias a sus magníficas terapias de crisis, esos distractores que a través de los medios de comunicación, muy oportunamente comparten los juglares de la desgracia nacional, lacayos de este fratricidio socio-político. Pero la historia no olvida ni perdona, así lo entiendo y así lo observan nuestros estudiantes, muy diferente a ciertos exalumnos que hoy se olvidan de la Universidad y sus profesores(as). Reflexione.
Con el merecido respeto le aseguro que allí, donde usted reposa a la sombra del mármol y del cristalino granito pulimentado, se pasean también las almas dignas de Matienzo, De Diego, hombres, mujeres, que por su trabajo, merecen que las decisiones de hoy les honren. Eso es así, aunque la mayoría de sus colegas ignore quienes fueron, ignoren lo que pensaban, lo que sufrieron y lo que hicieron para tener el país que ustedes y sus mentores guían al infortunio. Lo digo con pesar y sin faltar a la historia.
Como obrero de la educación, no puedo más que desafiarle a que tenga el valor de no aprobar los referidos proyectos de esta democracia artificial. Se pretende sustraer a los trabajadores de su capital de retiro para resanar las averías económicas a las que los mercaderes políticos sistemáticamente inducen al país y a sus instituciones, preparando así su entrega definitiva. La imposición por sobre el diálogo, por sobre la búsqueda de consensos y las alternativas de negociación, no tiene mayor valor que el de la opresión.
Termino como inicié, respetuosamente y junto a Matienzo: “Comprendo que es censurable la dureza del lenguaje, pero tiene sus excusas cuando es producto de una indignación sincera”. Exhorte a sus colegas a tomar distancia de nuestros ahorros de vida, practiquen la virtud del respeto a lo ajeno, la virtud de la austeridad, de la justicia. Protejan el patrimonio público como juraron y aférrense al aguante, el exceso terminó.
Fraternalmente,
El doctor José M. Encarnación González
Departamento de Educación
El autor es profesor en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.