Ahora que las películas de superhéroes aparecen en el cine con casi la misma frecuencia que las de terror, es importante recordar que el género y sus convenciones no son equivalentes simétricos a la fuente original, los cómics. Cada nueva versión que llega a la pantalla de personajes como Superman y los X-Men son tan solo eso, versiones que reinterpretan una que otra característica del medio impreso de donde originaron.
De la misma manera que Christian Bale es Bruce Wayne antes de ser Batman y Robert Downey Jr. encarna a Tony Stark antes de vestirse de Iron Man, la primera versión de The Amazing Spider-Man (2012) del director Marc Webb comenzó con el Peter Parker de Andrew Garfield en su centro, inevitablemente yuxtapuesto con el de Tobey Maguire de hace diez años. Es ahí donde esta nueva secuela logra algún tipo de éxito. La versión de Garfield es afable mientras que la de Maguire es desgarbada y un poco tiesa.
Pero suficientes comparaciones; The Amazing Spider-Man 2 también tiene sus particularidades. La trama revela los misterios que asechan a Peter Parker cuando descubre que sus padres, dos científicos que trabajaban para la genéricamente malévola corporación Oscorp, murieron escondiendo un experimento secreto que está atado al origen de sus súper poderes.
Igual que su primera parte, esta secuela quiere enfatizar el adjetivo del título, utilizando cualidades que se remiten más a la realidad exagerada que es normal en los cómics y no en el cine. Desde las trompetas esperanzadoras de la composición musical que acompañan al héroe durante sus hazañas, hasta los villanos de conspiraciones caricaturescas, la versión de Spider-Man de Webb tiende a hacer más de todo: más acción, más tragedia y más estilo, aunque muy pocas veces alcanzando algo nuevo o interesante.
La actriz estadounidense Emma Stone regresa como la pareja de Peter, la valiente e inteligente Gwen Stacy. Sin embargo, aunque la historia del romance tiene química, desafortunadamente retoma el cliché que parecía haberse resuelto en la película anterior. La caracterización de los villanos estelarizados por Jamie Foxx (Electro) y Dane Dehaan (Harry Osborn), dueño de la compañía Oscorp, fluctúan entre ridículas y flojas.
Por otro lado, las secuencias de acción quieren asombrar tanto que se vuelven pesadas. La acrobacia y agilidad que definen al Hombre Araña se pierden casi por completo cuando cada movida espectacular se desenvuelve en un slow-motion innecesario repleto de efectos especiales.
Si cada cierto tiempo habrá una nueva versión de Spider-Man en el cine, éstas, al igual que en los cómics, deberían revelar nuevas visiones artísticas, más únicas que la de Webb, para evitar caer en la trampa de la repetición vacía.