Cuando pensamos en una tribu, usualmente nos remontamos a lo lejano, a lo desconocido, a ese otro que no conocemos y observamos en la televisión. Ese grupo que todavía se pintan las caras, la clásica imagen de la mujer en el desierto sin brasier, antropólogos occidentales adentrándose a la selva amazona para tratar de comprender ese estado tan ¨primitivo¨. Miramos pero no observamos y así dejamos pasar por desapercibidos el hecho de que estas conductas elementales a la conexión humana -estos supuestos primitivismos sociales- están tan atados a nuestra cotidianidad que las obviamos a diario.
Precisamente el sociólogo Michel Maffesoli utiliza el término ¨tribu urbana¨ por vez primera en 1988 para referirse a grupos de jóvenes que habitan la ciudad que se reúnen en grupos pequeños que comparten mismos intereses que se apartan de la norma de la cultura de lo establecido. A su vez, el periodista Ethan Watters define este término como grupos de jóvenes urbanos que forman comunidades que proveen apoyo emocional, una familia extendida.
¿Cuánto realmente hemos evolucionado?
La biología dicta que hemos evolucionado. En efecto, como especie, partimos de un ancestro común para adentrarnos en un proceso continuo de transformación. Vamos de generación en generación; así mejorándonos, sobreviviendo el más fuerte, sometidos -según el diccionario- al perpetuo movimiento intrínseco hacia la perfecta adaptación. Pero, ¿socialmente, somos tan distintos? La manera en que nos organizamos, congregamos y comunicamos como especie, ¿ha cambiado al pasar de los años? La cultura nos encierra dentro de una misma cosmología, una misma manera de entender nuestro entorno, una manera específica de relacionarnos entre sí.
Las tribus viven. Viven en la urbe, en los callejones, en las barras de mala muerte, en los círculos más cerrados de las elites adineradas…a escondidas. Estas nuevas tribus, han intercambiado las pinturas de guerra por maquillaje, los rituales de pasaje por las agujas esterilizadas de los piercing/tattoo shops, las pieles de animales por los fashions personalizados e individualistas. Se siguen reuniendo en los mismos lugares, se identifican entre ellos mismos por sus atuendos y actitudes -en específico por sus hábitos de consumo- y suelen ser sospechar de aquellos que no pertenece al clan.
Los habitantes de la selva urbana se dividen en tribus y son estas las que decoran la ciudad con sus peculiaridades. Dentro del desparrame de construcción y el despliegue de montañas de cemento que tipifica la vida metropolitana puertorriqueña, nos topamos con diferentes grupos, especialmente jóvenes (por cronología y de corazón) que se adhieren a ciertos grupos, con tal de sobrevivir de alguna manera en el caos citadino.
Una mirada antropológica nos lleva a descubrir a estos grupos y a cuestionar las razones por su existencia. ¿Por qué los pocos punk rockers que quedan adoptan esta peculiar estética? ¿En qué momento alguien decide adoptar una imagen vampirezca o robótica a la cual se adhieren los góticos? ¿Qué los lleva a negar la utilidad del auto y enamorarse de una bicicleta (o tal vez de un bicicletero)? ¿Qué significa ser un skinhead en el Caribe? Los jóvenes puertorriqueños que buscan pertenecer no-perteneciendo, se alojan en las periferias culturales, en las tal llamadas sub-culturas, en las tribus de la urbe, esos grupos que tratamos de comprender desde afuera y cuando los adentramos, no sabemos explicarlos.
¨Navegamos permanentemente entre el objeto y su desmitificación, impotentes par alcanzar su totalidad. Si penetramos el objeto, lo liberamos pero los destruimos; y si lo dejamos intacto, lo respetamos, pero los restituimos también mistificado¨ – Roland Barthes
Quizás sea puro estilo, estéticas de moda o ¿existirá una ideología adjunta a estas manera de vivir? No todas las subculturas son movimientos y No todos los actores sociales de estos movimientos son productos de la sub cultura. En este momento, los jóvenes puertorriqueños de la urbe que buscan sumergirse al inframundo cultural, se encuentran confrontados por una gamma de peculiaridades, de sujetos interesantes, de actividades diversas. Tantas cosas por escoger, pero ninguna que se pueda definir. Ser un joven citadino en este momento, esta tal vez, estar inmerso en un momento de confusión cultural, donde no se puede designar una tribu específica, muchos sujetos que no saben autodefinirse o no quieren.
Por lo tanto, ¿qué nos define -si es necesario definirnos- a los jóvenes ahora?
Nota: Este artículo es el primero de una serie de reportajes especiales sobre subculturas en Puerto Rico.