Los centros preescolares de Puerto Rico no se vieron exentos de sufrir graves consecuencias debido al paso del huracán María el 20 de septiembre de 2017.
Así lo evidencian datos preliminares de un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Educativas (CIE), suscrito a la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras (UPRRP), en los que se revela que un 72% de estos espacios tuvo daños estructurales, pérdida de equipo y materiales educativos y de oficina a causa del fenómeno atmosférico.
Por esa misma línea, los 169 centros —distribuidos en 58 municipios— que respondieron la encuesta indicaron que las mayores necesidades después del huracán fueron lograr reparaciones a la estructura física (61%), poder contar con generador de electricidad (56%), tener filtro de agua (35%), materiales y libros (38%) y mobiliario (33%).
Se identificó, además, como la mayor necesidad para las familias de los centros preescolares la falta de energía eléctrica (99%), agua (53%) y empleo (60%). Por último, solo 1% indicó que había observado maltrato hacia la niñez en términos de negligencia y maltrato emocional.
De acuerdo con los hallazgos preliminares, este panorama llevó a que 40% de estos centros observara bajas importantes en su matrícula y, por extensión, en su fuerza laboral. De ese porcentaje, un 82% reportó haber perdido entre nueve y tres estudiantes debido a que las familias se mudaron fuera del país.
Según un parte de prensa de la UPRRP, esta reducción de matrícula desembocó en la pérdida de empleados de entre uno y 33 trabajadores por centro, de acuerdo con los datos preliminares de la encuesta del CIE.
Acciones para mitigar efectos a largo plazo
El estudio del CIE también obtuvo información sobre otras áreas de desarrollo que enfrentan los centros para su continuidad. En ese caso, la encuesta reveló que un 82% de los centros requiere de adiestramientos en el manejo de emociones, 40% en salud, 40% en estrategias para proteger la comunicación y a un 36% le urgían herramientas para fomentar la creatividad.
Ante esto, el CIE desarrolló el Proyecto ALCANZA: construyendo la esperanza en la niñez y las familias después del desastre del Huracán María, con el que se pretende proveer a los educadores de la niñez temprana una experiencia de desarrollo profesional que viabilizará el desarrollo de conocimientos y actividades para apoyar a las familias en momentos difíciles.
“Entendimos que para poder ayudar a recuperar el país era importante tocar el tema de la resiliencia y utilizar a los maestros como líderes transformadores y capaces de devolverle la esperanza a los niños y sus familias”, expresó la doctora Annette López de Méndez, directora del Proyecto ALCANZA.
Y es que, según la experta, urge “ayudar a los educadores a entender cómo responder a una situación de adversidad y fortalecer la resiliencia en la niñez”.
En respuesta a esta necesidad, se impartió una serie de talleres durante los pasados meses a 157 educadores de niñez temprana de los centros de cuidado y desarrollo ubicados en los municipios declarados zona de desastre por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), ya que fueron los más afectados y los que todavía están sufriendo las consecuencias del embate del huracán María.
Los talleres hicieron énfasis en que los adultos encargados de la niñez entendieran las conductas que pueden presentar los menores frente a una situación de crisis, para que así pudieran manejarlas y cooperar en el proceso de recuperación.
Como objetivo principal, lee el comunicado de la UPRRP, se buscó aumentar en los educadores los conocimientos relacionados a los siguientes temas: los efectos de los desastres naturales en la vida de los niños y niñas, la resiliencia, la creación de actividades para apoderar a los maestros y las familias y el fomentar el valor de los adultos como el eje central que apoya a la niñez para garantizar su bienestar.
“El fortalecimiento del desarrollo socio-emocional y la resiliencia en la niñez, sirven como medida para fortalecer la confianza, la autoestima, el apego y los vínculos familiares hacia la escuela. Para esto, además de adquirir conocimientos en las distintas áreas antes mencionadas, se enseñó una serie de estrategias de enseñanza, basadas en la construcción de narrativas para reconfortar a los niños después de un desastre”, acotó el comunicado.
No obstante, se señaló que los educadores de la niñez temprana “tienen como responsabilidad educar no solo a los niños y niñas, sino también a las familias”. Por tal razón, la doctora López de Méndez afirmó que “en los talleres se trabaja el tema de la resiliencia desde la perspectiva de tres componentes: el maestro, la familia y los niños”.
“Para impactar a la niñez debemos primeramente fortalecer a los adultos a cargo. Son los adultos los que primero deben conocer, desarrollar las destrezas y actitudes necesarias relacionadas al concepto de la resiliencia, para luego poder ayudar a los niños. En el caso de nuestros talleres, partimos de la premisa de que los educadores compartirán con las familias las estrategias aprendidas, haciendo claro que los padres y las madres o cuidadores de la niñez sirven de modelo positivo para ellos”, explicó la también catedrática de la Facultad de Educación de la UPRRP.