Cándido Trujillo vive de y por los animales. Ahora sólo le quedan una sentena entre cabras, vacas, caballos y hasta un burro. Antes tenía cerca de 200. Ya no hay terrenos donde pastorearlos. Su pueblo, San Salvador Chapapa , perteneciente al municipio de Amozoc en Puebla, México, ha perdido más de 2,300 hectáreas de tierras comunales desde que él era pequeño.
“Antes era muy poco el alimento que tenía que comprar, un poco en la temporada seca sólo. Pero ahora, al no poder sembrar pasto ni tener tanto terreno, ya no sale”, cuenta resignado Trujillo.
Es uno de los pocos campesinos que siguen viviendo exclusivamente del campo en su comunidad. Ahora para defender su modo de vida se ha construido una casita en uno de los pocos terrenos que les quedan y que está amenazado de ser expropiado.
San Salvador Chachapa, una comunidad de origen nahuatl, está en la conurbación de Puebla, una de las principales ciudades industriales de los alrededores del Distrito Federal, y no sólo ha sido absorbida por la mancha urbana, sino que en el último siglo ha sufrido un largo proceso de despojo de tierras amparado por el gobierno.
El conflicto se remonta a los años 1940, cuando Cándido aún no tenía conciencia. Su pueblo tenía cerca de 2,500 hectáreas de tierras comunales, fruto de una concesión real en la época de la colonia y ratificadas por la reforma agraria impulsada en la Revolución Mexicana, cuyo máximo logro fue el reconocimiento legal de las tierras comunales de los campesinos. Pero en los 1940, un alemán adinerado, Ernest Feldmann se asentó en el pueblo y con el permiso de las autoridades, estableció una hacienda en los terrenos de Chachapa.
El alcalde decidió que el pueblo no las necesitaba y se las ofreció a los Feldmann, que aunque no tenía dinero para pagárnoslas, le dijo pues agárrelas”, cuenta a Periodismo Humano otro de los viejos del pueblo.
Sin embargo, los oriundos se opusieron y empezaron un proceso penal que acabó en la Suprema Corte de Justicia, que en 1949 ratificó la propiedad comunal de las tierras. No obstante, la resolución no tuvo efecto y los Feldmann siguieron adueñándose progresivamente de más y más tierras.
Honorina Martínez y otra comunera preparan la comida en los terrenos que están intentando conservar. M.S.
En los años 1960, con el crecimiento de la comunidad, los vecinos del pueblo necesitaban más terreno donde sembrar y pacer su ganado y empezaron a organizarse para recuperar sus tierras.
Era un momento de agitación política a nivel nacional y muchos obreros de los nuevos barrios industriales de Puebla se sumaron a la lucha de Chachapa. Honorina Martínez recuerda cómo llegaban con autobuses pagados por la Universidad Autónoma de Puebla a apoyar al municipio.
Veníamos con doña Genoveva -una líder popular de la Federación Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos- que ayudaba a toda la gente que la necesitaba sin ningún interés. ‘Hay que unirse contra los ricos’, decía”, cuenta Martínez con una sonrisa.
Tanto se implicaron, que finalmente ella y su marido acabaron mudándose a Chachapa y ahora es parte activa de la comunidad. Entre 1960 y 1980, los comuneros radicalizaron su lucha, hasta tomar la hacienda de Feldmann y enfrentarse con palos contra el Ejército. La osadía la pagaron cara.
Paramilitares y autoridades mataron a 13 personas y encarcelaron otras tantas. Hasta que en 1986 tuvieron que sentarse a negociar o metían a la prisión a la líder, Genoveva Sánchez.
Ese año Chachapa cedió 664 hectáreas más al Gobierno para una supuesta reserva natural a cambio de algunas infraestructuras en el casco urbano, unos pozos de agua y el pavimentado público a cambio de quedarse callados y dejar de reclamar.
Aunque eso no estaba firmado en el contrato, la represión y la concesión tuvo su efecto, y el pueblo se desmovilizó. Desde entonces el Gobierno les ha ido expropiando paulatinamente más terrenos, unas veces para construir carreteras, otras para oleoductos y plantas de Petróleos Mexicanos -la empresa estatal de crudo-, otras para urbanizar. La última, en 2008, les arrancaron 34 hectáreas más sin avisar. Tan sólo recorrieron la barda, que separa sus tierras de la Reserva Natural.
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Fuente Periodismo Humano