Dicen los antiguos que el método seguro para saber si llueve es mirar la tierra y ver si las hormigas salen del hormiguero. Como ese, la naturaleza dispone de distintos signos que presagian cambios bruscos a disposición de quienes se den el tiempo para observar.
Haciendo una analogía podríamos decir que en el Chile de los empresarios, uno de los elementos claves en la derrota del movimiento popular es su incapacidad de leer de forma acertada los profundos cambios, que de forma casi incesante, provoca el neoliberalismo tanto en la estructura económica, como en las relaciones sociales.
En estos últimos años, y en particular el año pasado, el movimiento popular, en especial el encabezado por los estudiantes, inundó con cientos de miles las calles de todo el país exigiendo acabar con la educación de mercado. El de los estudiantes fue un movimiento que prendió la mecha de un conjunto de demandas ancladas en la profunda sensación de injusticia del pueblo chileno.
No deja de ser un detalle alarmante para los poderosos que sean estos niños-jóvenes, que bien podrían ser considerados los hijos “formalmente reconocidos” del modelo económico, los que se rebelarán de forma frontal contra dicho modelo. La derecha y la concertación se vieron sobre pasados por el empuje de los cientos de miles de voces, que sumaban otros millones, los que sin participar en las manifestaciones apoyaron explícitamente la reivindicación de los estudiantes.
Y como era de esperar, en palacio se encendieron las luces de alarma. En un contexto internacional de crisis económica, el modelo chileno creado por los Chicago Boys en los 80’, impulsado por la dictadura a sangre y fuego, y perfeccionado hasta la exquisitez por los tecnócratas de la concertación, sigue sin demostrar fallas. En un modelo en que el éxito se mide por el crecimiento económico, Chile subió un 6,5% el 2011 y el FMI proyecta un 4,7% para el 2012. Todo acompañado de un desempleo que ronda el 7%. En las gerencias se sigue brindando con champaña.
Pero tanto ruido en la calles molesta. La sensación de que este ordenado país puede caminar hacia “la justicia de la calle” como dijo hace poco Hernan Somerville, importante dirigente gremial de la banca chilena, preocupa de sobremanera.
En este contexto, Rodrigo Hinzpeter, Ministro del Interior del presidente Piñera ha asumido con vocación religiosa la persecución de la rebeldía anti sistema en cualquiera de sus formas. El ministro, en una acto casi de posesión en su corto mandato ha; profundizado la militarización de la araucania haciendo de los niños/as mapuches “victimas colaterales”, encarcelado decenas de jóvenes anarquistas bajo acusaciones falsas de atentados con bombas, impedido las manifestaciones estudiantiles, amenazado a dirigentes sindicales con la aplicación de la Ley anti terrorista y, en general reprimiendo cualquier forma de expresión que salga fuera de sus márgenes.
La mano dura, prometida contra la delincuencia por el presidente-empresario Piñera, al final se ha expresado con toda su fuerza contra los dirigentes sociales. La guinda de la torta de este proceso es la llamada Ley Hinzpetter que penaliza hasta con 3 años de cárcel cualquier actividad de protesta.
No hace falta ser brillante para darse cuenta que la cosa esta negra. Y el primer y duro signo de esta nueva situación que tendrán que enfrentar los movimientos sociales es la condena a 4 años de cárcel remitida del concejal por Peñalolen y presidente del partido Igualdad, Lautaro Guanca.
Ya no se trata de amenazas, sino de una demostración clara de la intención de utilizar todo el aparato legal para contener la protesta social. En particular, centrando los golpes más duros en los dirigentes sociales que se atrevan a promover la lucha como único instrumento para el mejoramiento de las condiciones de vida.
La “Demodura” como le llaman algunos, llegó para instalarse en Chile. Las hormigas hace rato ya que dejaron el hormiguero, y la lluvia amenaza con transformarse en una tormenta que arrase con lo que se ha logrado construir hasta ahora.
Es de esperar desgraciadamente que los intentos de la Defensoría Popular, pese al éxito logrado por la liberación de los acusados en el “caso Bombas” luego de probar los montajes descarados del Ministerio del Interior, pronto quedarán cortos para enfrentar el aluvión de demandas contra dirigentes sociales.
A esto debemos sumar que aun son muchos, la mayoría, los dirigentes sociales que aún persisten en enfrentar cada uno de estos embates criminalizadores como si se tratase de casos particulares que deben ser procesados dentro de los márgenes de sus organizaciones.
La dispersión sigue siendo el elemento que caracteriza al movimiento social chileno.
Más preocupante aún son dos procesos que de manera paralela recorren el movimiento social.
Por un lado un sector social que ve en la dispersión no una debilidad sino una fortaleza. Influidos por las tesis de “disolución del poder” tan en boga desde Seattle hasta Madrid, las redes son vistas como una forma efectiva de enfrentar a un poder que va mucho más allá del Ministro de turno. La obcecada negación de ver que en la política existen momentos en los que es necesario concentrar las fuerzas hace poco efectiva sus reivindicaciones y además facilita las maniobras de aislamiento y despolitización con las que se actúa desde los poderosos.
Y por otro, el salto que muchos dirigentes sociales están dando para incorporarse formalmente a las filas del “gobierno de nuevo tipo”, una especie de “tierra de nadie” que conformaría la aún no anunciada candidatura de Bachelet para las presidenciales del 2013, y que integrarían desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana. Un amplio arco de alianzas que dejaría aislados, más aún, a los sectores sociales en lucha.
Un escenario complejo para lo que viene y que necesitará de toda la capacidad de lucha, la solidaridad y de claridades construidas hasta hoy, y sobretodo, de capacidad de resistencia y creatividad para enfrentar un escenario en el que aun esta lejos el día de ver derrotados a los que defienden hoy a este sistema.
Entretanto, los canales de televisión se seguirán llenando de imágenes de niños mapuches golpeados, de pobladores encerrados por exigir vivienda digna y de trabajadores presionados por la policía para que vuelvan a trabajar cerrando la boca.
Pero también es de esperar que el grito de: Arriba los que Luchan, seguirá, porfiadamente resonando en todas las calles de un país que cada día aguanta menos un modelo avalado por las encuestas pero rechazado mayoritariamente en las calles.
Fuente Libre Red