En el Centro Judicial de San Juan
“Él es el que debe y yo soy la que termino sintiéndome mal. A mí no me gusta meter a nadie preso”. El señor que anda con ella le dice molesto pero solidario “coño, son siete mil pesos”. Lo dice a modo de consuelo. Pero ella no para de llorar.
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La diferencia entre fiscales y abogados de defensa es el corte del traje. La diferencia entre abogados y sus representados es una cuestión de clase. La mayoría de la población se viste igual para un bautizo que para un juicio.
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Los familiares de acusados de delito son demasiado viejos. Los acusados son demasiado jóvenes. Entran a sala y se sientan en el mismo orden que lo hacen en la iglesia. La doña reza. El don luce contrariado. El muchacho mira al techo hasta que el alguacil lo llama. El don comienza a rezar.
(9/8/14)
Clarisa y su papá
Nos encontramos en las Fiestas de la Calle Loíza. Yo me acababa de sacudir unas moñas de pelo ajeno de entre los dobleces de mi mahón, cortesía del salón de belleza improvisado en el medio de la calle, y me quería ir. Ariadna y yo tomamos turnos abrazándola. Comentamos el calor y la fiesta y yo me aguanté las ganas de decir que quería largarme de allí a pesar de que suponía haber buena música a la noche.
Le preguntamos por su papá. Dijo que estaba bien, pero que no había podido salir desde el día antes. Que había hablado con él por teléfono y que almorzó tres chinas. Que tenía guardada una barrita de granola para la cena. Conversamos brevemente acerca de nuestros planes para ir a visitarlo. Los tres cruzamos los dedos y sonreímos. Entonces nos turnamos abrazándola de nuevo y nos despedimos.
De camino al carro, Ariadna dijo apesadumbrada “tres chinas”. Yo le respondí incrédulo “una granola”. Eso comió Oscar López Rivera en el día de ayer. Según nos explicó Clarisa, la prisión estaba en lock down y cerraron la cocina. Esto lo dijo como dice todo, sonriendo. La suya es una sonrisa de valentía y de fe. Yo no sé si la heredó de su padre, o si la lleva practicando a lo largo de estas últimas tres décadas. Es una sonrisa digna de una fiesta en todas las calles de todos los pueblos. Las mejores fiestas son las de bienvenida.
(8/18/14)
Borinqueneando bonito en el nuevo año chino
1.
¿Me sentiría más cómodo en el velatorio de un joven boxeador velado de pie en una esquina de un ring construido para la ocasión? “Les presento a la licenciada Ariadna y al licenciado Guillermo, amigos de la comunidad”. Estos son los hechos del caso: (1) hay alrededor de 20,000 chinos en Puerto Rico, (2) la comunidad china es particularmente vulnerable a la discriminación por agentes del Estado, a la violencia y la deserción escolar, (3) el color rojo es para la buena suerte, (4) en la Avenida Comerío en Bayamón hay un centro para la juventud china y asiática, (5) yo leí Simone y Barra China y de nada me sirvieron.
2.
En las fotos del velatorio del joven boxeador aparece su cadáver vestido con su bata de entrada al cuadrilátero, guantes y gafas oscuras. Hay fotos en las redes de los y las presentes sacándose fotos junto al cadáver. Parece que acaba de ganar un combate.
3.
El gentilicio que le dan los padres a los niñitos que corren por el salón es borinchinos. No sé si pedir permiso en español o en inglés, o si simplemente sonreír y esperar que entren corriendo para comer. No he dejado de sonreír desde que llegué.
4.
El Manuel A. Pérez podría estar en la China. Miro las fotos del velatorio en la compu y no comprendo. O bueno, sí. Resulta que un hombre chino optó por tirarse de la ventana de un segundo piso con su bebé al hombro para escapar de secuestradores. Ambos papá y bebé sobrevivieron. Poco después abandonaron el país. A lo que voy: eventos que contados un sábado de sol parecerían inusuales o inusualmente dolorosos y terribles, tristemente conforman el borinqueneo típico para quienes habitan un punto ciego en el país.
5.
¿Habrán sonado la campana para despedir al muchacho? Pregunto porque lo he visto en las películas de boxeadores muertos y me parece muy lindo. El muchacho también era muy lindo. No es inusual que tengamos problemas separándonos de la belleza. Yo seguro dije no menos de dos decenas de disparates al despedirme.
(2/2/14)
Sinceridad y política
El joven representante llega al campamento sin prensa ni escolta. Se une a un pequeño grupo que escucha a Jesús Cepeda hablar sobre la lucha cultural, sobre Arturo Alfonso Schomburg y una ley que requeriría la enseñanza de derechos civiles en nuestras escuelas. Cepeda se despide del modesto público y cuando se dispone a bajar de la tarima improvisada, ahí está el joven representante para ayudarlo con su tambor. Al rato posan para una foto. Luego el joven se sienta a jugar dominó con las y los amigos del mar en el campamento de Playas pa’l Pueblo en Carolina.
Yo lo observo a corta distancia y me parece…sincero. Me asusta mi primera impresión e intento pensar en otra cosa: ¿cuántos años tendrá Cepeda? ¿Habrá trepado ese tambor solo? El cigarrillo es inofensivo porque el don está más sólido que todos los presentes. Excepto Erizo. Erizo está solidísimo. ¿Será la lucha? ¿O vivir en la playa? ¿Cuánta gente aún duerme aquí? ¿Y Tito? ¿Por qué nunca he aprendido a bailar bomba?
Miro de nuevo y hay una especie de mesa redonda improvisada a unos pocos pasos de la playa. Opto por ir a mirar el mar. Reflexiono acerca del daño aproximado que me ha causado ver la segunda temporada de House of Cards de un tirón. “No todos son Frank Underwood,” me digo, como un mantra. Frank Underwood mataría por oportunidades así: llegar de imprevisto a un espacio de protesta social, “conectar” con la gente, lucir selfless mientras posa para selfies grupales. El mar es inmisericorde. No me deja pensar en nada más.
De vuelta al campamento, escucho a Benito hablar sobre un posible viaje a Cuba. Un muchacho afina una guitarra. Un don le dice a Erizo que la bandera en la tarima está al revés. Me ofrecen comida. En el interior de la caseta están hablando de Cepeda, de todos nosotros: “primero muere por culpa de un político, que por el cigarrillo.”
(3/18/14)
Reina
La funeraria queda al lado de un shooting. El shooting queda en los predios de una antigua gasolinera al cruzar la calle de otra gasolinera en Caguas. En la funeraria hay café y bizcocho. En el shooting hay un hombre sobre una lona junto a un sofá tras los carros de las personas que no encontraron espacio en el estacionamiento. Frente a la puerta de la funeraria hay un gran corillo de gente fumando. Adentro, al otro lado de la tercera puerta a mano derecha, hay demasiada gente en la capilla escuchando a un hombre hablar junto a una caja. En la caja hay una mujer. Frente a la caja donde está la mujer hay una señora sentada en la única silla acojinada en la funeraria. Necesita ayuda para pararse. Luego necesitará ayuda para sentarse. Al cruzar la calle, en el estacionamiento de la gasolinera, hay dos, tres corillos de gente bebiendo. El café que se bebe en la funeraria sabe a café de hospital. La gente que bebe café en un hospital a menudo termina bebiendo café en una funeraria. Tú entras, saludas y dices “lo siento mucho.” Intentas no mirar directamente a la caja por miedo a cruzar miradas con la mujer. Luego te sirves un poco de café. Y así. Al salir, no le dices nada al hombre del shooting. Intentas no mirarlo a los ojos. Ni tú ni él tienen ojos.
(4/12/14)
Guillermo Rebollo Gil es ensayista, poeta, sociólogo, abogado y profesor universitario. También es parte del grupo de colaboradores permanentes de Diálogo Digital.