
La poetisa Rosa Vanessa Otero además de ser madre de cuatro hijos y editora de una de las editoriales más importantes de la Isla, también tiene la pintoresca tarea de expresar y de convertir emociones complicadas en palabras claras. La poesía siempre ha sido su pasión, y después de siete poemarios, no parece que se detendrá pronto. Su último libro, To Muddy Death, recibió el Premio de Literatura del Instituto de Cultura Puertorriqueña y está a punto de salir a la venta. Otero conversó con Diálogo sobre su vida, la muerte, y por supuesto, To Muddy Death.
Diálogo (D): En una entrada de blog publicada en el 2006, escribiste: “Cuando una persona perfectamente desconocida se atreve a incursionar en la publicación de poesía en una Isla llamada Puerto Rico, el desafío es doble: darse a conocer a los pocos lectores conocedores del género y exponerse a su juicio crítico, y alcanzar a otros pocos lectores "no iniciados" para convencerlos de leer un poemario…” ¿Usted todavía aplica esta misma línea de pensamiento al hacer poesía?
Rosa Vanessa Otero (RVO): Creo que sí. Con los lectores especializados que conocen el género y conocen lo que se ha publicado, hay un reto en cuanto a lograr que tengan en cuenta el libro que uno escribió. Es decir, que acepten un poeta nuevo dentro de las lecturas que esa persona ya tenga seleccionadas como sus ideales de poesía. En el caso de los no iniciados, siempre tengo en cuenta que si la poesía se hace demasiada hermética, con el tiempo tiende a rechazar a esos posibles lectores. Creo que hay que conservar un cierto grado de comunicabilidad en lo que se escribe. Una de las cosas que espantan a los lectores no iniciados es el tratar de leer un texto poético y sentir que no entienden nada de lo que está escrito.
D: Dijo Pablo Neruda sobre los poetas: “No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía”. En poemas como To Muddy Death y La Renuncia encontramos los temas de la soledad y la decepción con la palabra. ¿Usted ve en el horizonte esa torpe danza? ¿Se ve hundiéndose?
RVO: Bueno, ya no me veo hundiéndome. Pero me vi hundiéndome, literariamente hablando, en cuanto al proceso creativo, y me plantee esa imagen que no es mía sino que preexiste del poema de Shakespeare y luego en otras interpretaciones de la misma, particularmente la obra de John Everett Millais, Ofelia, que es la que encuentro que es más expresiva de lo que es precisamente ese momento del poema, cuando Ofelia cae y surge el canto. Y pues vi en eso la metáfora de lo que yo estaba tratando de expresar: como a veces el poeta tiene que escribir en la situación límite en donde parece que el mundo se derrumbó, creativamente hablando, y no tiene los elementos tal vez para esa canción, pero se ve impulsado a cantar.
Quise ver el poema en ese sentido, como lo que queda flotando mientras el cuerpo se hunde. Es una forma de valorar el acto poético más que el resultado. La gran paradoja del cuadro es que cuesta una vida generar una belleza. Cuesta que el cuerpo se haya roto, pues el cuerpo roto danza bien.
D: Por un lado, poemas como Covergirl y El Talón de la Hermanastra son poemas relacionables. Le hablan a una gente y nos relata una experiencia. Esto se puede hacer con el tema de la “histeria femenina”. Sin embargo, la muerte es un tema que permea esta obra y es un poquito más personal. ¿Usted cree que el tema de la muerte es uno más personalizado o busca convertirlo en algo relacionable?
RVO: La muerte es un tema universal. Si estamos hablando de la muerte física, basta con estar vivo para identificarse con ella. También existe la muerte vista desde otro punto de vista, como las muertes diarias. Me refiero a la muerte como experiencias de contradicción, de sufrimiento, de limitación, incluso de tedio existencial. Pues claro, ahí depende mucho de las experiencias y al formación de cada cual. También de algún modo la muerte hace referencia al proceso creador artístico. El arte, como herramienta de escapar la muerte, incluso hace presente lo que es la muerte. Nosotros estamos tratando de crear, y la producción de un poeta no deja de ser un intento de escapar lo finito que es la existencia. De esa contradicción el arte se alimenta.
D: ¿Usted caracteriza su poesía como feminista o como una neutral que simplemente viene de una voz femenina?
RVO: Realmente cuando yo me dedico a escribir no busco hacer planteamientos ideológicos. Uno obviamente tiene sus opiniones y sus formas de pensar sobre todo, pero no me gusta ponerle etiquetas a la poesía. Yo creo que eso me limitaría, el tener que pensar que algo tenga que ser de una manera. Yo escribo desde lo que soy como persona. Cualquier trabajo de interpretación se lo dejo a los lectores.
D:¿La poesía es su Piedra de Sísifo?
RVO: Es una de ellas. Por eso tal vez el poema Piedra de Sísifo está al final del poemario. Lo principal no es la importancia que uno siente cuando escribe sino el seguirse ejercitando. Seguir en ese ejercicio hasta que el corazón llegue a “su gran estallido”. Hay ocasiones donde la creación es molestosa. Cargar esa piedra no es fácil, a veces hay que soltarla, pero en algún momento del proceso me di cuenta que lo importante es seguir empujando. A veces los resultados no son los que uno espera. A veces uno se queda deseando algo más, y por eso uno siempre se sienta y vuelves a escribir.