Sin importar las circunstancias, es impresionante lo que un cineasta puede lograr en 48 horas. La ansiedad de tener solo dos días para organizar y crear algo tan complicado como un cortometraje es una droga para muchos.
No obstante, la prisa puede entregarnos proyectos a medias o filmes débiles que pudieron haber sido mejor si el proceso de su génesis hubiese gozado de más tiempo. Lamentablemente, este es el caso de Adiós, corto puertorriqueño dirigido por Gerardo Betancourt y competidor en Cinefiesta.
Frente al mar, se nos presenta a Luis Pérez, interpretado por Guillermo Valedón, un reportero en proceso de embriaguez, a quien se le acerca un corredor de patineta, interpretado por José Rodríguez Mattos, con la solicitud de tirarse un “selfie”. Mientras uno bebe, el otro fuma marihuana y ambos conversan sobre los problemas reales que atraviesa tanto el país como el mundo.
Comenzando con el cliché (y la insistencia de la cultura popular) del uso de la palabra “selfie”, Adiós se hunde entre los vehículos cinematográficamente ingenuos que usan para llevar a cabo temas cuya relevancia siempre será intimidante.
Para justificar el corto Betancourt, podemos utilizar de excusa que el proceso de creación de Adiós se manchó por el poco tiempo que permite el 48 Hour Film Proyect. Sin embargo, eso le quitaría mérito a otros cortometrajes puertorriqueños de buena calidad que se han creado en concursos similares.
Entre humo y tragos, Pérez y el corredor de patineta repudian temas como el control de las farmacéuticas, la ignorancia cultural y el poder de los medios ante el capitalismo. El problema recae en que estas conversaciones son mejor vistas que escuchadas dentro del mundo de la cinematografía.
El corto no soluciona el conflicto que se presenta en la trama por la falta de un escenario adecuado donde se pudo haber llevado a cabo la narrativa. Esa falta de resolución hubiese sido más interesante si las conversaciones entre los individuos portaran la misma naturalidad que tiene el mensaje de conformismo existencial que carga el corto.
Al igual, Betancourt cuela la opción de la diáspora aunque Luis no tenga la valentía de llevarla a cabo. Ya para el final, el corredor de patineta extrae unos palitos y un güiro de su bulto para concluir de una manera incómoda en donde cantan el título del corto con versos de “En mi Viejo San Juán”, con un ritmo desagradable.
Por el lado actoral, Valedón es el que más espacio tiene para lucirse aunque no lo logra completamente. El actor entra y sale de una interpretación totalmente interna mientras que Rodríguez Mattos no brilla mucho con su material.
Los tópicos que toca Adiós son importantes y residen en muchas mentes de la sociedad mundial. Sin embargo, aquí solo se apoyan de dos hombres que los traen a conversación mientras beben, fuman, miran al mar y cantan. No hay mucho más de estas situaciones existenciales en un corto donde el resultado es más amargo que la despedida que presenta su narrativa.