Dicen que ‘los deportes no son el espacio para ‘statements’ políticos’. Sin embargo, ya es costumbre que antes de cada juego en las principales ligas profesionales de los Estados Unidos –como es el caso de la National Football League (NFL)– se interprete el Star Spangled Banner, se rindan honores a la bandera estadounidense y se reconozca al ejercito más poderoso del mundo con el fin de exaltar los valores y los principios de la nación norteamericana.
Para algunos, esa tradición no es parte de un ‘statement’ político. No obstante, para otros como el mariscal de campo de los San Francisco 49ers de la NFL, Colin Kaepernick, no existe razón para desligar ambas cosas. Por el contrario, sobran motivos para afirmar que, en efecto, el deporte es un espacio de libre expresión y, por tanto, abierto a manifestaciones de carácter político.
Por eso, el pasado 26 de agosto Kaepernick decidió retar el tradicionalismo estadounidense. Con el fin de denunciar los atropellos y los abusos de poder contra las comunidades afroamericanas y las minorías del país, Kaepernick permaneció sentado durante la interpretación del himno nacional previo a un partido de pretemporada. Luego, el 1 de septiembre repitió la hazaña, a pesar de las críticas de altos funcionarios de la liga -y otros jugadores- y del rechazo de muchos fanáticos.
Sin embargo, para el atleta ya es suficiente el derramamiento de sangre y las muertes por causas raciales o de abuso de poder. Y es que entre 2014 y 2015 poco más de 2,500 personas fueron asesinadas a manos de la policía en Estados Unidos. En lo que va de año, ya se han reportado alrededor de 800 muertes violentas a manos de oficiales de la uniformada y, hasta abril, aproximadamente 160 de las víctimas reportadas eran afroamericanas.
Precisamente, en el 2014, luego del asesinato de Michael Brown, fue que la movilización ciudadana en contra de los abusos de poder generaron masivas manifestaciones de todo tipo en Ferguson, Misuri. Y en el 2015, la muerte del joven Freddie Gray reavivó la lucha en las calles, esta vez en Baltimore, Maryland.
Ante la ola de violencia policíaca y la impunidad estatal, organizaciones como Black Lives Matter se han encargado de reunir las voces de protesta y promover un solo mensaje a favor de la justicia y la resiliencia. Ahora, Kaepernick se les ha unido desde otro escenario.
Y como él, ya otros deportistas se han tomado la libertad de poner en práctica la estrategia pacífica para exigir –desde sus respectivas disciplinas– una mejor sociedad. Tal es el caso del también jugador de la NFL, Jeremy Lane, y de la jugadora de la selección femenina de soccer, Megan Rapinoe.
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Jeremy Lane y Megan Rapinoe se sumaron al llamado de Colin Kaepernick (AP/Twitter)
No es la primera vez que este dilema de los ‘statements’ políticos en el deporte acapara la atención pública de Estados Unidos. Tampoco es la primera vez que este tipo de ‘desafío’ es visto de forma negativa por buena parte de la sociedad norteamericana.
Basta recordar aquella imagen en la que los corredores Tommie Smith y John Carlos realizaron el saludo del Black Power desde el podio de los Juegos Olímpicos de México en 1968. O el caso del toletero boricua Carlos Delgado, quien en 2003 decidió permanecer sentado durante el ‘God Bless America’, himno que luego de los ataques del 11 de septiembre adquirió mucha relevancia y popularidad, al punto que en muchos de los estadios de las Grandes Ligas es interpretado durante la séptima entrada.
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Tommie Smith y John Carlos en las Olimpiadas de Mexico 1968. (Suministrada)
En aquella ocasión, la misión de Delgado también era clara: el fin del intervencionismo militar en Medio Oriente, así como la completa salida de la Marina de Guerra de Estados Unidos de la isla municipio de Vieques. Al igual que Kaepernick, la estrategia le ganó a Delgado el rechazo de algunas de las principales figuras dentro de su disciplina deportiva, como, la del ya fallecido legendario dueño de los Yankees de Nueva York, George Steinbrenner.
“No estoy tratando de enojar a nadie. Es mi postura personal. No quiero llamar la atención o salirme del camino para protestar. Si doy el último ‘out’ de la séptima entrada me quedo afuera. Pero prefiero estar en el ‘dugout’”, dijo el boricua en aquel entonces al New York Times.
Cuando se trata de ritos nacionales la sociedad norteamericana no lo piensa dos veces para defenderlos. Si no, habrá que preguntarle al cantautor puertorriqueño José Feliciano, quien en el quinto juego de la Serie Mundial de las Grandes Ligas en 1968 se atrevió a cambiarle la melodía al Star Spangled Banner. No solo eso, lo cantó acompañado de su guitarra y ante los abucheos de los fanáticos de la época que no entendieron su intención artística.
Ese hecho le ganó el rechazo y la censura en la radio norteamericana, por entenderse como una falta de respeto a la nación.
Y es que si bien las imágenes del saludo al Black Power, de Delgado sentado en la banca del Yankee Stadium durante el ‘God Bless America’ y de Feliciano interpretando el himno a guitarra en 1968 impactaron sobremanera el espíritu patriótico norteamericano, la rutina de Kaepernick luce como un posible agente transformador de mentalidades. Está indignado el tradicionalismo. Comienzan a escucharse las voces de una realidad silenciada.