El ocio es un tema apenas estudiado en nuestro País. Como investigadora del Centro de Investigaciones Sociales y, coordinadora y miembro del Grupo de Estudios del Trabajo de la Universidad de Puerto Rico, dirijo una investigación piloto en torno a las prácticas y significados del tiempo libre y el ocio entre la población adulta en Puerto Rico.
El grupo de investigación para este año académico 2014-15 lo integran la coinvestigadora, Anayra Santory Jorge, los asistentes Ismabel Colón Ruiz, Rosalphie Quiles Rosado, y Jorge Graterole. Completan el equipo de trabajo los estudiantes voluntarios Angellyn Santos González, Pamela Figueroa Rivera y Eduardo Burgos Suazo.
Nos interesa conocer qué significa ocio y qué tipo de actividad realiza la gente en su tiempo libre y las características de las personas que realizan estas actividades de ocio. Ciertamente las relaciones entre trabajo, tiempo libre y actividades de ocio nos surcan lo que podríamos denominar el tipo de calidad de vida que sostiene la gente en Puerto Rico. Ya contamos con los datos preliminares de una muestra al azar de 346 personas sobre qué es y cuánto tiempo libre tienen estas, qué es ocio y las diversas actividades de ocio que realizan, entre otros datos.
Como parte de la segunda fase de campo de esta investigación, realizamos una serie de entrevistas a profundidad a personas que representan distintos sectores laborales y socioeconómicos. Los arquetipos de nuestra muestra comprenden desde personas con trabajos muy precarios e informales hasta profesionales con altos ingresos. Uno de los arquetipos para las entrevistas fue una trabajadora sexual. Acordamos realizar la entrevista de madrugada, horario en que algunas trabajadoras sexuales podrían estar disponibles.
Por fin llegó el día. Salimos a las 4:00 a.m. a ver si podíamos realizar la misma. Dimos varias vueltas por las calles para observar el ambiente e identificar quién podría ser la entrevistada. Mi colega, varón y quien me brindó el apoyo de campo, y yo como la entrevistadora, coincidimos en la posible persona a entrevistar. Mi colega procedió a hacerle el acercamiento inicial y ella de inmediato respondió “¿qué tú quieres?”. Mi colega le informó que estábamos haciendo un estudio sobre lo que la gente hace en su tiempo libre y si ella deseaba participar, también le hablamos de la confidencialidad y el anonimato para ser entrevistada y del incentivo por su participación en el estudio y tiempo consumido. Ella estaba libre por lo cual accedió a ser entrevistada bajo la condición de que no grabáramos la misma.
La entrevista fue en la calle, nos sentamos en un muro de cemento, frente a varios transexuales que venían a preguntar qué hacíamos, “¿qué es eso?”, la participante le contestaba “no me interrumpas”. El ambiente para la entrevista fue un poco difícil porque ella había tenido un incidente con un hombre a mano armada esa noche y estaba un tanto asustada.
Le expliqué de qué trataba el estudio, su propósito y todos los principios del protocolo de investigación. Le pregunté si entendía y si podía decir en sus propias palabras lo que le había explicado. Me dijo “sí, ya sé, que te diga como qué hago…lo que es mi vida tos’ los días, terrible, y lo que yo te diga es privado, que mi nombre no está…”. Me firmó las hojas de consentimiento y le di su copia.
Conversé con ella sobre el incidente del hombre armado que la amenazó para solidarizarme con ella y lograr la empatía para la entrevista. Comencé con las preguntas y ella me daba respuestas en forma de frases como “perder el tiempo” a la pregunta, por ejemplo, “¿a qué te dedicas?”. No podía apalabrar ante mí que era prostituta con sus propias palabras y de manera directa. También me dijo en un momento que no entendía la palabra “ocio”, la cual le expliqué en palabras sencillas, “es todo lo que haces para tu propio disfrute y relajamiento del trabajo y de las obligaciones familiares y del hogar”, a lo cual asintió con la cabeza y me contestó “yo no tengo eso, lo que quiero es organizar mi vida, eso es lo que quiero”.
Un hallazgo reiterativo en nuestra investigación ha sido que la palabra “ocio” no tiene sentido para algunos de los participantes del estudio, por lo que hay que recurrir a explicaciones sencillas, especialmente si no encuentras una palabra que sea sinónimo de la misma. Cabe señalar que estas explicaciones deben ser muy cuidadosas dado el hecho que un posible sesgo investigativo podría asomarse por alguna esquina. Las explicaciones, en este caso, sobre lo que es “ocio”, deben ser muy cuidadosas porque no podemos permitir que estas explicaciones puedan predirigir las respuestas de los participantes.
De manera interesante, también encontramos que si bien la palabra “ocio” se tiende a relacionar con el significado de “vagancia” por algunos, el “no hacer nada” aparece como una respuesta mayoritaria entre los participantes en su sentido y entendido del tiempo libre y de lo que realizan como ocio. Este hallazgo se produce en ambas fases del trabajo de campo de nuestra investigación. Esta realidad enunciativa puede apuntar a distintas razones como por ejemplo, el exceso y agotamiento de trabajar o de estar ocupados todo el tiempo, donde el tiempo no les da, puede ser una posible razón para este tipo de respuesta, entre otras.
La entrevistada trató de contestarme todas las preguntas desde su propia subjetividad y condición de sobrevivencia, más que nada desde su condición de precariedad total; mujer, deambulante, pobre, negra y prostituta. En algunas ocasiones sus respuestas apalabradas y no apalabradas fulminaban muchas de las preguntas en torno al tiempo libre y el ocio, y esas formas de respuestas son el foco analítico a considerar. Es decir, las condiciones de sobrevivencia extrema de una sujeto de estudio le devuelven las “preguntas sin respuesta” a la investigadora como un reto de información simbólica, y cuya densidad implosiona la normalización de la investigación social.
En la medida que ella no puede apalabrar el sentido de las preguntas, nos ofrece otro tipo de “no respuesta”; cómo quieres que conteste esa pregunta, si no tengo dónde vivir, vivo en la calle, soy prostituta, amenazada de vida todo el tiempo por los hombres, no me pagan, no tengo familia y apenas tengo para comer.
Así que la información que produce este tipo de entrevista: su información desde la no aparente información nos ofrece una gran oportunidad analítica en torno a las distintas formas en cómo se habla y se contestan las preguntas de una entrevista de corte cualitativo; quiénes pueden, cómo y cuándo se puede “hablar” del tema bajo estudio, el tiempo libre y el ocio. ¿Cómo se habla? ¿Es desde otras respuestas y silencios? ¿Es desde otros gestos, miradas y movimientos corporales? ¿Es desde las condiciones de vida o no vida de los sujetos de estudio? Las respuestas a estas preguntas conducen a una subjetividad que al no hablar te está hablando desde otro lenguaje, que tal vez para algunos científicos sería “no contestó las preguntas”. Si bien se habla del lenguaje no verbal comúnmente, éste se toma en cuenta sólo en los apuntes de la bitácora de campo para un análisis posterior, si acaso.
No obstante, estas formas de respuestas deben ser posicionadas de manera más solvente y objetiva al lado de las respuestas apalabradas que tienden a asumir la representación enunciativa y temática de las preguntas de investigación. Se requiere de una sensibilidad investigativa y de dominar unas herramientas interpretativas, donde los conceptos del mito, signo, significado, discurso, imaginario, la ideología, semiótica y cultura se sientan en la mesa de la investigación social a ver quién habla más o quiénes ya no hablan. Desde el método se requiere una disposición interpretativa para establecer y formular las categorías de “respuestas simbólicas”.
Si aspiramos a fortalecer la investigación frente a las realidades sociales del mundo contemporáneo, y de paso, ser pertinentes, la ficha del contexto de los sujetos de estudio no cesa de hablar ante nuestras preguntas. Un primer gesto de reconocimiento de estas realidades en el campo de la investigación social y como científicos sociales nos ayudaría en el camino.
La autora es investigadora del Centro de Investigaciones Sociales y socióloga de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Para comunicarse con ella pueden escribirle a laura.ortiz4@upr.edu.