Hace cuatro años, Alejandra comenzó un noviazgo con un chico que era un año mayor que ella. Se conocieron en el grupo de porrismo en la escuela superior. En un principio todó marchó bien pero una vez su pareja entró a la universidad, empezó a ejercer un control excesivo sobre ella.
“Ya no pasábamos tantas horas juntos, solo nos veíamos de jueves a domingo. Empezó a exigirme llamarlo varias veces al día. Siempre quería saber dónde estaba y con quién. Al yo estar en mi año de graduación, participaba de muchas actividades y a él no le gustaba”, contó la estudiante de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Bayamón, sobre el patrón de violencia emocional que vivió en su pasada relación.
La violencia emocional y psicológica es una de las variantes del maltrato doméstico que más se observa en las relaciones de noviazgo en la juventud. “La violencia en el noviazgo no se presenta solo como una violencia física, también puede haber una violencia psicológica, menosprecio, minusvalía, rechazo u obligación a tener relaciones sexuales”, explicó la doctora Sarah Malavé Lebrón del Proyecto de Estudios de las Mujeres (Pro Mujeres), en una charla ofrecida en la UPR en Cayey.
La experiencia de Alejandra no es una aislada. Según el Consejo y Foro Nacional de Crímenes de Estados Unidos, uno de cada tres adolescentes ha experimentado maltrato físico o emocional por parte de su pareja. Este tipo de violencia se puede manifestar en burlas, prohibiciones, celos, control de hábitos o constante acecho, acciones que en muchos casos se confunden por muestras de amor, según expresó la doctora Malavé Lebrón en entrevista con Diálogo.
Detección y apoyo
“Él me alejó de mis amistades y yo sin darme cuenta se lo permití. A él no le gustaba que compartiera con mis amistades y yo, por no entrar en peleas, optaba por quedarme en casa cuando él estaba trabajando”, explicó Alejandra.
La primera señal que se refleja de la violencia psicológica es la retracción del ambiente social y familiar. Por mantener a su pareja feliz, la persona elige retirarse de sus actividades diarias y sufre cambios en su personalidad. Se convierte en un/a agente solitario/a que, en gran medida, depende de la aprobación de su pareja para actuar y pensar.
Por tal razón, los sistemas de apoyo son la forma más efectiva para ayudar a una persona en esta situación. “Por lo general, muchos amigos se alejan y deciden no bregar con el problema porque ya lo han intentado y no da frutos o porque, simplemente, no quieren envolverse”, afirmó la doctora Malavé Lebrón, quien recomienda a las amistades de víctimas a buscar material escrito u cooperación de un experto. Además, asegura que la comprensión y el no juzgar la posición de la persona son elementos fundamentales para fungir como sistema de apoyo.
Hay ocasiones en que los allegados de la víctima optan por ser indiferentes, ya que piensan que la persona desea permanecer en la relación. “A nadie le gusta estar ahí. Eso es lo que los amigos deben recordar”, aconsejó Malavé Lebrón.
Protección legal
En Puerto Rico, existen pocas opciones dentro del marco legal para que una víctima pueda protegerse de la violencia en el noviazgo. A 25 años de la implantación de la Ley 54, esta ha probado ser un mecanismo viable para parejas que casadas, que conviven o que tienen hijos juntos. Sin embargo, la Ley 54 no reconoce las parejas en el noviazgo, por lo que no cobija a una víctima de violencia de este tipo. Aunque ha habido intentos de enmendar la legislación actual para beneficiar las parejas en el noviazgo, no han dado resultados. Como consecuencia, la mejor herramienta en casos de violencia sería una orden de protección.
“Es un mecanismo pero no la solución”, explicó Malavé Lebrón.
La orden de protección debe ir acompañada de las debidas medidas de seguridad. Por ejemplo, no salir solo/la, alertar al patrono o personal universitario sobre de la situación y mantener los estatutos que exigen la orden.
“Muchas parejas, luego de que se radica la orden de protección, no obedecen las reglas establecidas siguiendo con el ciclo de maltrato, por lo que en ocasiones termina en violencia física extrema y, en muchos casos, muerte”, comentó la doctora.
Al final, el salir de un patrón de violencia en el noviazgo es una decisión propia. “Me puse a analizar si realmente era feliz con él. Me di cuenta de lo alejada que estaba de mis amistades y entendí que nada bueno estaba recibiendo de esa relación”, relata Alejandra sobre el momento decisivo que la llevó a terminar su noviazgo.
Le tomó casi dos años poner un alto a las peleas interminables, empujones y separaciones que no duraban más de dos semanas. “Si en aquel momento no nos dejábamos, tarde o temprano, podía terminar mal”.
Si crees que has sido víctima de violencia, puedes conseguir ayuda comunicándote con:
Línea de orientación de la Procuraduría de la Mujer: 787-722-2977
Proyecto de Estudios de las Mujeres (Pro Mujeres): (787) 738-2161, a las extensiones 2490, 2491 y 2184
Policía de Puerto Rico: 787- 343-2020
*Alejandra es un seudónimo.