El triunfo de Emmanuel Macron, con un 64% de los votos en la segunda vuelta de la elección presidencial en Francia, es también un respaldo para la supervivencia de la Unión Europea (UE).
Compitiendo con Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de extrema derecha, el nuevo presidente francés tenía como premio preciso el inquilinato en el Elíseo, en una elección que se jugaba también en otro distante terreno en Bruselas. El sistema francés ha recibido un refuerzo notable, pero a la UE se le ha propinado una buena trasfusión de sangre.
La gesta de Macron ofrece diversos ángulos que la convierten en noticia primordial. En primer lugar, representa la irrupción de una organización (ni siquiera un partido, por ahora) novata, liderada por una persona que no había ganado anteriormente ni una contienda municipal.
Pero, por otra parte, Macron no es exclusivamente un ejemplo de crítica del sistema francés, sino ejemplo personal de este: recibió la educación administrativa del ENA, fue banquero y habla sin estridencias como si hubiera sido creado por el “establishment”, sin que reniegue de la etiqueta de “socio-liberal”.
Pero, por otro lado, la victoria de “En Marcha” puede representar la desaparición de un par de partidos tradicionales, a los que les costará mucho esfuerzo regresar a disfrutar de las candilejas del poder.
Los “republicanos” de François Fillon, como los conservadores se habían rebautizado, son los más derrotados. Se duda cómo van a resucitar en las elecciones legislativas de junio. El Partido Socialista, herido de muerte al renunciar Françcois Hollande, al intentar su dudosa reelección, de donde Macron se transfugó hace más de un año, puede haber autofirmado el certificado de defunción, al menos de la forma de actuar en su, por otra parte, notable vida anterior.
Se ignora cuál puede ser el papel que Jean-Luc Mélenchon y su extrema izquierda pueden jugar en recapturar el espacio al que Macron no parece que ha tenido necesidad de piropear, de momento. La ambivalencia de Mélenchon al dudar en su respaldo a Macron y dejar a sus electores incluso que oscilaran hacia el insólito apoyo a Le Pen, puede exigir un castigo ejemplar.
El futuro de Le Pen tiene una vertiente negativa y otra positiva.
Por un lado, su derrota revela que ha tocado un techo en sus respaldos, y que a través de votos de la derecha no han sido suficientes. Por otro lado, hay que admitir que el aumento de sus resultados electorales desde la anterior disputa hace cincos años, es impresionante. Ese decepcionante 36% de respaldo es, sin embargo, para tenerse en cuenta con cuidado.
Para unos y otros, y muy especialmente para Macron, la advertencia reside en las expectativas que ahora levanta la elección legislativa de junio.
También a dos vueltas (trocando la opción proporcional por la definitiva mayoritaria), es cuestión de comprobar cuál será el papel de los votos prestados por conservadores y socialistas a Macron, y qué cantidad de este capital lo seguirán respaldando en la Asamblea Legislativa.
Se ignora en estos momentos si se verá obligado a aceptar una “cohabitación” en el caso de que los republicanos y socialistas actúen por su cuenta y sumen sus votos a los de Le Pen, además del sector que Melenchón puede seguir controlando.
Macron puede comprobar que ejercer de presidente sin partido no es lo mismo que lidiar con una asamblea que se ha comportado impredeciblemente en otras ocasiones históricas. Fue, por ejemplo, la causa del porqué el general Charles de Gaulle, presidente de Francia entre 1959 y 1969, optó por el invento de la presidencia fuerte al forjar la Quinta República.
Este panorama francés, por otra parte, da un respaldo al estatus de la Unión Europea, en una encrucijada de ataques procedentes de varias bandas. Pero, de momento, el triunfo de Macron es un voto de confianza para el apuntalamiento de los objetivos y esencias de la UE. Se une a una serie de acciones positivas que incluyen el voto favorable en Austria y siguió con la derrota de los ultranacionalistas de Holanda.
Este dúo consiguió equilibrar el golpe propinado por el “brexit” y las iniciales opiniones negativas del presidente estadounidense Donald Trump en sus ataques duales a la OTAN y cualquier esquema multilateral.
El triunfo de Macron, sobre todo si consigue reafirmarlo en la elección legislativa en junio, proporcionará un apoyo notable para la reelección de Angela Merkel en Alemania, o su alternativa de la renovación de la coalición europeísta con los socialdemócratas.
En Italia, Matteo Renzi, que ha recapturado las riendas del Partido Democrático, puede seguir la senda de Macron y relanzar una innovadora coalición centrista-liberal, con la base socialdemócrata.
Según sea la recepción de la apuesta de Teresa May en Gran Bretaña en las elecciones del 7 de junio, el mensaje positivo de la UE puede incidir en remover las aguas del Támesis y hacer que más británicos confirmen su arrepentimiento tardío.
Todo este retrato paneuropeo es un aleccionador mensaje en otro aniversario, cumplido el 9 de mayo, de la “Declaración de Inter-Dependencia” de Robert Schuman, con palabras de Jean Monnet, transmitida para “hacer de la guerra algo impensable y materialmente imposible”.
En cualquier caso, si la UE es factible sin Gran Bretaña, sin Francia es inconcebible.