Su piel revela la intensidad con la que ha vivido los años. Tras su barba se esconde una sonrisa que delata la alegría con la que afronta sus días. Sus largas uñas le permiten alcanzar más allá de lo que pueden sus manos y su voz es como aquella que revela un secreto. Con la misma fluidez que pone su mesa y desempaca las golosinas, Ángel Recci, mejor conocido como “el señor de los dulces”, contó su historia a Diálogo.
Todo comenzó en 1964 cuando se paseaba por los pasillos de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, vendiendo periódicos y saboreando el fruto de algún árbol. Era apenas un niño de nueve años cuando un día se le ocurrió sacar los dulces de una máquina expendedora para vendérselos a los estudiantes. Años más tarde, estableció su negocio en el vestíbulo de la Facultad de Administración de Empresas y luego fue relocalizado por la administración del Recinto a las afueras del Centro de Estudiantes.
Desde entonces, el riopedrense es vendedor de dulces, y actualmente está ubicado en la Placita de los Vientos de la Facultad de Ciencias Sociales. Allí, de lunes a jueves, endulza las horas de estudiantes, profesores y el personal no docente. En su mesa no faltan las gomas de mascar, los chocolates, las paletas y otros antojitos que vende por menos de un dólar.
“¿Estudió en la IUPI?”, preguntó Diálogo a Recci, quien contestó en tono jocoso: “No, aquí no me quisieron”. Don Ángel explicó que no fue estudiante del Recinto, pero que estudió Dibujo arquitectónico y Contabilidad en el Sistema Universitario Ana G. Méndez. Sin embargo, desde muy niño sintió apego por la UPR, pues dice, “se crió” en ella. Su vínculo con la Universidad se hizo más fuerte cuando comenzó su carrera como actor y dramaturgo.
Durante su juventud, formó parte de Theatrón de Puerto Rico, un taller de teatro liderado por la distinguida directora Victoria Espinosa. Don Ángel también fundó su propia compañía de teatro llamada Teatro Pobre, en donde escribió la pieza teatral El progreso del peregrino.
En 1979, Theatrón de Puerto Rico le dio la oportunidad de participar en el estreno mundial de la obra El público, de Federico García Lorca, en el Teatro de la UPR. Para Don Ángel, esta ha sido la obra más significativa de su carrera ya que fue presentada en el Teatro de la UPR y para él es grandioso. “Me sentía profesional”, dijo Don Ángel, quien confesó que anhela volver a las tablas antes de morir.
Solidarios los estudiantes con el “señor de los dulces”
Por más de 40 años, Ángel Recci ha visto los cambios que ha atravesado la IUPI. Sin embargo, el comerciante señala que la alegría, el deseo de vivir y el disfrute de lo cotidiano por parte de los estudiantes no ha cambiado. “Me hacen sentir joven”, dijo. Los universitarios se acercan a su mesa para tener una buena plática, pedirle consejos y ser escuchados. Siente que con el paso del tiempo, los estudiantes se han abierto al diálogo y han adoptado una actitud positiva al momento de resolver asuntos universitarios.
Los estudiantes le quieren y le ayudan. Mantener una buena relación con ellos le ha permitido continuar con sus ventas por tantos años. Don Ángel es tímido en compartir, pero dice que padece de escoliosis, una condición que le provoca fuertes dolores de espalda y limita su movimiento. Utiliza un andador para desplazarse por el campus.
“Antes tenía más clientes y se me hacía más fácil sacar las mesas”, contó. En ocasiones, los mismos universitarios lo ayudan a instalar las mesas en la mañana. Recci ha hecho la petición de ser reubicado a un espacio con rampas para más fácil acceso, pero dijo que la administración universitaria no ha respondido a su solicitud.
A este Gallito de corazón le gustaría moverse a otro espacio de la IUPI donde haya un flujo mayor de personas, sugiere, por ejemplo, regresar al vestíbulo del edificio de Administración de Empresas. Mientras tanto, Don Ángel los recibirá alegremente en la Placita de los Vientos en Sociales para complacer sus antojitos dulzones del día.