A pesar de su vasta experiencia y conocimiento médico sobre casos de agresión sexual, Linda Lara, ginecóloga pediátrica y forense del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR), no deja de sobrecogerse al hablar del tema. Durante el taller: “Los Efectos de la Agresión Sexual en las Niñas y Mujeres”, que tuvo lugar en el Anfiteatro de Ciencias Administrativas de la UPR en Humacao, la doctora dejó escapar la pena que le producen estos casos, que son más frecuentes de lo que se cree. Según Lara, las estadísticas señalan que el 10% de los incidentes violentos reportados en las salas de emergencias, son casos de agresión sexual. Asimismo, se estima que más de 32,000 embarazos al año son productos de una agresión sexual. La violencia sexual está definida por el Centro para el Control de Enfermedades de Atlanta (CDC, por sus siglas en inglés) como cualquier acto sexual en contra de la voluntad de la persona, ya sea porque no lo consiente o porque no tiene capacidad para consentir. “Eso incluye el uso de dedos, la lengua y cualquier otro objeto sexual que roce o se introduzca en la vagina, el ano o la boca”, recalcó la especialista forense. En Puerto Rico, se tipifica como agresión sexual, el tener sexo con una persona, un menor de edad o persona con incapacidad para consentir o protegerse, mediante el uso de manipulación, amenaza, intimidación, fuerza física o intoxicación. Aunque la mayoría de las víctimas de agresión sexual son mujeres y niñas, los hombres y los niños son también agredidos sexualmente. Según Lara, el riesgo mayor de una agresión sexual es la muerte. Añadió que muchos de los casos en los que los agresores sexuales matan a sus víctimas, son calificados como asesinatos, pasando la violación a un segundo plano. Para doctora, los efectos de una agresión sexual, tanto físicos como emocionales, van a depender de las circunstancias. Explicó que “para una niña no es lo mismo que la viole un extraño a que la viole su propio padre”. Asimismo, la fortaleza de las víctimas y la ayuda que puedan recibir influye en los efectos de una violación sexual. Agregó que la mayoría de las personas agredidas sexualmente no busca ayuda, en muchos casos por miedo y vergüenza. El embarazo y la transmisión de enfermedades venéreas son los efectos físicos más evidentes de la agresión sexual a las mujeres, aún las casadas. También está el trauma en el área genital, ya sea laceración labial, del himen o del ano y el vaginismo. Lara mencionó además los desórdenes de alimentación como la anorexia (no comer) y la bulimia (comer mucho) en su larga lista de efectos físicos de la agresión sexual. En contraparte, los efectos emocionales son innumerables y van desde la depresión hasta la automutilación y el suicidio, coincidió con Lara la trabajadora social, Magdalena Cruz Strazzara. Cruz Strazzara indicó que la vida de las mujeres cambia totalmente luego de haber sido objeto de una agresión sexual. “Sienten que han perdido su dignidad, sienten culpa, coraje, ansiedad, impotencia, se sienten humilladas, sucias, suelen bañarse frecuentemente, y se ha dado el caso que hasta se lavan con cloro”, manifestó. Mientras que los varones abusados sexualmente tienden a huir del hogar, automutilarse y a abusar de las drogas y el alcohol; aunque estas conductas ocurren también en las niñas, adolescentes y mujeres adultas. En cuanto a los agresores sexuales, Cruz Strazzara informó que, en la mayor parte de los ocasiones, son personas cercanas a las niñas y los niños, que bajo amenaza o intimidación, logran que las víctimas mantengan silencio y no busquen ayuda. En adición, los padres no suelen educar a los hijos al respecto. “Se han dado casos, en los que las madres fueron abusadas en su niñez y no les hablaron a sus hijas sobre el particular y éstas también llegaron a ser abusadas, inclusive por la misma persona”, reveló. Según la trabajadora social, se puede detectar que una niña, niño o adolescente ha sido víctima de agresión sexual cuando muestra falta de concentración, tristeza, pérdida de interés, una sexualidad no apropiada para su edad, presenta confusión en cuanto a su identidad, rechaza figuras significativas de forma repentina, presenta trastornos al dormir como pesadillas frecuentes o se orina encima, o presenta problemas sicosomáticos como dolor de cabeza o de estomago frecuentes. Otro de los indicios es si presentan cambios en las relaciones interpersonales, tales como aislamiento, irritabilidad o conducta inusual, que no siempre es negativa. “Tuve un caso de una joven que tenía excelentes notas para que nadie se diera cuenta de que había sido abusada”, dijo. Por otra parte, la especialista en casos de abuso sexual mencionó tres etapas del proceso de crisis por el que pasan las víctimas de agresión sexual. Primero está la fase inicial o aguda, en la cual la persona es incapaz de manejar lo sucedido y tiene múltiples efectos emocionales. Luego, viene la fase de ajuste en la que la víctima busca y recibe ayuda; aunque no siempre la encuentra, pues en ocasiones, las personas de apoyo revictimizan a el o la perjudicada, según Cruz Strazzara. Y en una tercera etapa, la víctima pasa por una fase de aceptación de los eventos, ya sea porque tiene la fuerza de voluntad para superarlos o porque se ve obligada por familiares, especialmente los muy religiosos, puntualizó. Sin embargo, de acuerdo con ambas especialistas en casos de agresión sexual, los efectos en las víctimas de este crimen no tienen fin. Pueden durar años o toda la vida. Basta con sentir un olor, ver un color o pasar por un lugar que le recuerde los hechos. No obstante, todos podemos ayudar a la recuperación de una persona sobreviviente de agresión sexual. Cruz Strazzara recomendó lo siguiente: “créele, valídala, apóyala, anímala y acompáñala a buscar ayuda. Sólo así podrá recuperarse”. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.prensacomunitaria.com/salud/344-agresion.html