En ninguna región del planeta persiste tanto el legado de la guerra fría como en la península coreana. Dos decenios después del colapso de la Unión Soviética y a sesenta años de finalizada la Guerra de Corea, se vuelven a escuchar tambores de guerra en la península donde se libró uno de las más cruentos episodios del conflicto Este- Oeste.
Tras un breve período de detènte (distensión) con Estados Unidos durante la administración de Bill Clinton (1993-2000), las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte han ido deteriorándose y moviéndose en una escalada con el mayor potencial bélico desde que se firmara el armisticio de 1953. Tras la ocupación japonesa de Corea desde 1910, la península fue liberada en 1945 por Estados Unidos en el sur y la Unión Soviética en el norte, con la frontera en el paralelo 38. Luego de acordar establecer un gobierno provisional y de no ponerse de acuerdo sobre cómo hacerlo, cada superpotencia estableció un gobierno en el territorio bajo su control, dando paso a la división permanente de la península en dos estados, la República de Corea (Corea del Sur), estrecho aliado de Estados Unidos, y la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte), aliada de la Unión Soviética y del gobierno comunista de China establecido en 1947.
Después del ataque de Corea del Norte contra Corea del Sur en 1950, Estados Unidos logró que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara la Resolución 82 que autorizaba a estados miembros de la organización a defender a Corea del Sur de la agresión armada de Corea del Norte. La operación de Naciones Unidas incluyó a 20 países, aunque la mayoría de las fuerzas que defendieron a Corea del Sur eran estadounidenses. Corea del Norte recibió apoyo militar, gran ayuda financiera y de equipamiento militar de China, así como consejeros militares de la Unión Soviética. El conflicto tuvo un resultado inconcluso, y luego de un armisticio firmado en 1953, la nueva frontera quedó establecida en una zona que coincidía bastante con la anterior frontera del paralelo 38.
Desde 1953, Estados Unidos ha mantenido sus tropas y bases en Corea del Sur, como parte de una alianza militar en la que se comprometieron a defender a su socio en caso de agresión del Norte. La frontera entre ambas Coreas es una de las zonas más militarizadas y de mayor tensión del planeta. El régimen norcoreano se encuentra aislado y sin apoyos diplomáticos, a excepción de China, su principal aliado político y militar contemporáneo. Tratándose realmente de un totalitarismo dinástico que utiliza el manto del comunismo para legitimarse, la dictadura confronta potencialmente serios problemas de legitimidad con su propio pueblo. Corea del Norte figura en la 173ra. posición en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, lo cual lo coloca como el segundo país más corrupto del mundo. Su economía se ha mostrado incapaz de satisfacer las necesidades más apremiantes de la población. Durante el decenio de los 1990 hasta tres millones de habitantes pudieron haber muerto de inanición por no tener suficientes alimentos. Se calcula en 250, 000 el número de prisioneros políticos y de conciencia detenidos, torturados y sin debido proceso judicial en dicho país. Se ha denunciado la existencia de campos de concentración donde incluso están detenidas familias enteras.
Ante esta situación el régimen de Corea del Norte debe buscar legitimarse ante su población con alguna estrategia alternativa. Esta ha consistido en promocionar un nacionalismo chauvinista y agresivo, para el cual es imperativo identificar un “agresor” externo y de esta manera unificar al país en torno al gobernante. El país norcoreano logró captar la atención de Estados Unidos bajo Bill Clinton, quiennegoció con el país asiático el Agreed Framework de 1998 que comprometía a Estados Unidos a proveer tecnología nuclear civil para dar energía a Corea del Norte a cambio de que este país renunciara a su programa nuclear militar. Ello marcó un detènte temporal en la península coreana y entre Corea del Norte y Estados Unidos.
Entre el "Eje del Mal"
A partir de 2001 la situación cambió drásticamente, desde que el nuevo presidente de Estados Unidos George W. Bush renunció al tratado, cesando la cooperación con Corea del Norte, y catalogando a ese país como parte de un “eje del mal”, junto con Irán e Iraq. En 2003 Corea del Norte renunció al Tratado de No Proliferación (TNP) de 1968, el cual comprometía a ese país a no manufacturar armas nucleares. La reciente escalada parece ser la culminación de una serie de incidentes que comenzaron con la política unilateral de Bush de acorralar al régimen norcoreano y que incluyeron el hundimiento de un navío militar surcoreano por parte de un submarino norcoreano, así como un ataque norcoreano a la isla surcoreana de Baengnyeong, ambos hechos ocurridos en 2010. La administración del presidente Barack Obama no ha demostrado nunca las destrezas diplomáticas de la administración Bill Clinton
y nunca fue capaz de iniciar un proceso de diálogo con Corea del Norte que produjera una distensión. El diálogo a seis partes (Corea del Norte, Corea del Sur, Rusia, China, Estados Unidos y Japón) iniciado en 2003, no dio resultados tangibles y concluyó en 2009.
Además del deterioro en las relaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos impulsado por la administración Bush, existen otros factores que explican cómo se ha llegado a la peligrosa escalada que en este momento amenaza la paz en el Este asiático. En este contexto, el nuevo gobernante de Corea del Norte ha lanzado una ofensiva retórica aún más excesiva y arriesgada que la emprendida por su padre Kim Jong Il. Kim Jung Un, por su juventud (no alcanza los 30 años), tiene que probarse ante la élite militar, uno de los poderes de facto del país, para de esta forma consolidar su poder y credibilidad y garantizar su permanencia como gobernante. Es imperativo que le demuestre a los militares capacidad y determinación para ”defender” el país de los “agresores externos” Estados Unidos y Corea del Sur.
Corea del Norte podría también estar buscando reconocimiento como potencia nuclear. Corea del Norte realizó varias pruebas de misiles entre 2005 y 2007, incluso algunas sobre espacio aéreo japonés. En 2009 y 2012 ntentó lanzar cohetes al espacio, experimentos que la comunidad internacional interpretó como pruebas misilísticas disfrazadas, en desafío de las resoluciones 1718 y 1874 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En diciembre de 2012, un cohete norcoreano finalmente logró alcanzar el espacio ultraterrestre, dando paso a nuevas sanciones del Consejo de Seguridad y a un aumento en la escalada diplomático militar ya que Corea del Norte ha respondido con un incremento en su retórica belicista y generando la actual crisis en la que ha declarado el fin del armisticio de 1953, “el estado de guerra”, amenazas de ataques nucleares a Estados Unidos, movilización de sus fuerzas armadas, petición a los diplomáticos de terceros estados para que se retiren de Pyongyang (capital de Corea del Norte) y colocación de misiles apuntando hacia Estados Unidos.
Obtener este reconocimiento como potencia nuclear es muy difícil ya que el Tratado de No Proliferación de 1968 solo reconoce este status a cinco naciones (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia). Además, Corea del Norte es percibido como un estado impredecible e irracional y belicista, lo cual dificulta aún más las posibilidades de obtener dicho reconocimiento. Corea del Norte probablemente entiende esta situación, pero ha calculado que es un mecanismo para lograr concesiones alternativas. Algunas de las concesiones que buscaría Corea del Norte son reconocimiento diplomático y finalización de las sanciones económicas por parte de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón.
La estrategia de Corea del Norte puede estar respondiendo también a la elección de Park Geun-Hye como nueva presidenta de Corea del Sur. La posición de esta presidenta respecto a Corea del Norte es poco conciliadora, ya que propone no hacer concesiones y aumentar el poder militar de Corea del Sur, lo cual puede ser interpretado por Corea del Norte como una amenaza a su seguridad nacional. Corea del Norte podría estar tratando de modificar la política de la nueva presidenta surcoreana hacia una posición más conciliadora. También hay que tomar en cuenta el asunto de las sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Corea del Norte podría estar presionando para que se reviertan.
El cálculo hecho por el gobierno de Corea del Norte es muy arriesgado ya que podría ser contraproducente y aislar al país aún más, en vez de lograr las concesiones a las que aspira. De esta forma se crearía una especie de crisis permanente de alto riesgo ante la posibilidad de que algún factor desate un incidente militar. El dilema para la comunidad internacional es el alto nivel de tensión e incertidumbre, así como la posibilidad de que algún incidente de índole militar pueda conducir a una escalada que resulta muy difícil de predecir hasta donde llegaría o donde se detendría. Considerando que Corea del Norte y Estados Unidos poseen armas nucleares, y que China y Rusia, ambas potencias nucleares, se verían afectadas por su cercanía geográfica a Corea del Norte, y que Japón también se afectaría ya que Corea del Norte lo ha amenazado en el pasado, la situación se torna demasiado arriesgada y amenazante para la paz y seguridad internacionales.
No debe perderse de vista que Corea del Norte posee un millón de soldados y ocho millones en la reserva. Además, de que puede armar a la población entera ante la posibilidad de una invasión de Estados Unidos y Corea del Sur. Aun cuando éstos últimos pudieran eventualmente imponerse por su superioridad tecnológica, el costo financiero y humano sería prohibitivo y no habría al final verdaderos triunfadores. La península coreana quedaría devastada, Corea del Norte podría infligir daño significativo a Corea del Sur, incluso cuando finalmente perdiera un conflicto a gran escala. La administración Obama ha sido clara en que no desea más guerras para Estados Unidos, aunque también ha sido clara en que defenderá a Corea del Sur, de ser necesario. Por ello, la comunidad internacional debe tomar esta crisis con mucha seriedad y realizar el mayor esfuerzo posible para alcanzar una solución diplomática.
El autor es profesor de Ciencia Política en el Recinto Universitario de Mayagüez.