Decía aquel principito francés que “lo esencial es invisible a los ojos”. Sus palabras, ciertamente, han tenido resonancia en la vida de muchos, sin duda en la mía también. Y quisiera- yo- con el mayor de los respetos, preguntarle a “Su Majestad”, si estas vivencias asiáticas, tan culturalmente ricas, no me son más que esenciales. Como la protagonista de mi diario, debo reconocer que ni con los cuatro ojos que tengo, soy capaz de palpar todo lo que me es necesario, esencial. En un sinnúmero de ocasiones me plantearon que abandonar todo lo que hasta el momento es conocido, es casi como tener que buscar una excusa para reinventarse. Eso de renacer- si es que es eso posible- me sucedió hace algún tiempo, cuando aún estaba en mi querida Isla. De hecho, creo que no hubiese podido ocurrir en ningún otro lugar. No considero justo empeñarse en encontrar una premisa que justifique- de inmediato- una travesía transatlántica a más de ocho mil millas lejos de mi país. Me parece, incluso, hasta más razonable cuestionar para qué regodearse en lo cercano, cuando hay tanto por recorrer. Sobre esto último, considero que culturalmente nos afanamos con el porqué de todo, aunque quedamos complacidos con estúpidos planteamientos, muchas veces, lingüísticamente mal desarrollados y sin ningún fundamento. Como los que utilizan aquellos que aseguran que nos representan como pueblo. Ya ni recuerdo cuántas historias tuve que inventar para atender las veintiún mil preguntas que surgieron. ¿Por qué Corea? Sólo sé que sin mucho esfuerzo las piezas fueron cayendo en su lugar. Mas no fue hasta que una corazonada me indicó el momento preciso para preparar las maletas. Sin titubear, me dirigí al aeropuerto, aún sin saber a qué ciudad del Corea que no es comunista , y que es aliado de los Estados Unidos, me asentaría. Tal vez son las razones que me hacen intentar descifrar “lo esencial” las que motivaron mi partida. Hoy, estas vivencias se convierten en invisibles para los ojos que no las alcanzan a ver. Yo que me enfrento a ellas, intuyo que me sumerjo en una aventura, en una maravilla. Estos días, que ante mis ojos transcurren en la lejanía, son tan necesarios como el agua. Ahora, si “Su Majestad” me lo permite, me retiro coreando sin intención de haberle ofendido. La autora es periodista, egresada de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico.