
Chaqueta gris, camisa clara. Julio Cortázar –la barba pobladísima y el cabello en ángulo transversal– conversa con el periodista Joaquín Soler en el programa A fondo de Radio Televisión Española. Ambos están ahí, detenidos, casi vivos. Es el año 1977 y todavía las cosas del mundo se transmiten en blanco y negro. Los amigos, la soledad, el amor, la música, los fracasos; todo cabe en la charla de poco más de dos horas que sostienen.
–Es una de las cosas que he hecho con más gusto en esta vida, en este mundo, traducir a Poe.
El argentino se refiere a esa labor inconmensurable que realizó junto a su entonces esposa, Aurora Bernárdez, durante el periodo en que tradujeron al español las obras en prosa del escritor estadounidense Edgar A. Poe y que fue comisionada por La Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Era el año 1953. Por entonces, el escritor y crítico granadino Francisco Ayala timoneaba La Editorial. Antes, ambos habían coincidido en la Argentina. De aquellas charlas algo permaneció imperturbable. Tal es el caso del reto que Ayala le propuso a su amigo tiempo después.
Poco se habla del Cortázar traductor. Ese que laboró de forma incansable en la UNESCO a contrapelo con el escritor que maduraba mientras reescribía en su lengua la obra de otros.
¿Qué queda de lo traducido en el traductor? En su libro Barbarismos, el argentino Andrés Neuman define de la siguiente manera el ejercicio de traducir: “Único modo humano de leer y escribir al mismo tiempo. || 2. Texto original que se inspira en otro. || 3. Amor retribuido palabra por palabra”.
Cabe preguntar, ¿hubiese sido Julio Cortázar el escritor que hoy recordamos en el centenario de su natalicio sin ese otro oficio? Primero fue Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. El inventario de traducciones de Cortázar incluye, además, varios pesos pesados: G. K. Chesterton, Walter de la Mare, André Gide, John Keats y Margarite Yourcenar. Memorias de Adriano, novela de esta última, anunció el comienzo del Cortázar escritor a tiempo completo. “Después de ahí, el escritor sobrepasó al traductor”, nos recuerda la profesora Aurora Lauzardo en una entrevista aparecida en Diálogo el año 2008. Antes, sin embargo, estuvo Edgar A. Poe.
En La vuelta a Julio Cortázar en (cerca de) 80 preguntas, la periodista mexicana y Premio Cervantes Elena Poniatowska lo interroga sobre sus inicios en el género del cuento.
–¿Hiciste cuentos por seguir a Borges? ¿Gracias a su influencia?
–Más bien los escribí por Poe.
La entrevista, del año 1975, aparecida en la revista Plural, ofrece pistas sobre la importancia que tuvo en el autor, nacido en Bruselas, el haber aceptado la encomienda propuesta por Francisco Ayala. Más adelante, Cortázar traza su relación con el autor de The Raven.
–¿Por eso tradujiste a Poe?
–Eso fue una fatalidad, porque de niño desperté a la literatura moderna cuando leí los cuentos de Poe, que me hicieron mucho bien y mucho mal al mismo tiempo.
La Editorial de la UPR lanzó una edición especial de las Obras en Prosa de Edgar A. Poe con grabados del artista puertorriqueño Nelson Sambolín. / Grabado de Nelson Sambolín, en Obras en prosa de Edgar Allan Poe, publicado por la Editorial de la UPR.
En esa relación inicialmente compleja, la fatalidad perdió terreno, dando paso a uno de sus trabajos más importantes como traductor. “Desde septiembre de 1953 hasta junio de 1954”, el hombre que arrastraba las erres nos legó en español la obra del estadounidense, explica Lauzardo. El espanto de la infancia temprana redundó con el paso de los años en un aprendizaje imperecedero. “Eso son 303 días, incluyendo sábados y domingos, son 1661 páginas de texto traducido a 450 palabras la página…¡Es un trabajo ímprobo, es un esfuerzo monumental!”, continúa más adelante. El propio Cortázar, en la entrevista con la escritora mexicana, da cuenta de la colosal labor que le encargó Ayala.
–Fue un trabajo enorme, duró mucho tiempo, pero fue un trabajo magnífico porque, ¡hay que ver todo lo que yo aprendí de inglés traduciendo a Poe!
En 2009, en ocasión de su bicentenario, La Editorial de la Universidad de Puerto Rico lanzó por tercera ocasión las obras completas de Edgar A. Poe con la excelsa traducción del argentino. Los dos tomos, además, tienen la valía de contar con grabados del artista puertorriqueño Nelson Sambolín. ¿Qué queda de lo traducido en el traductor?, habría que volver a preguntar. Celebrar a Julio Cortázar en su centenario es también celebrar al traductor. Su amor retribuido. Palabra por palabra.