Ella, doña Luz Celenia Caraballo Castillo, siembra café desde los siete años y esconde en sus pupilas un horizonte invisible, pero colorido. A sus 76 vueltas al sol carga en el alma y en la memoria suficientes primaveras y un pasado que día tras día se repite en cada cosecha que sus manos -esas que no podemos ver- protagonizan. Y es que en su piel arrugada está enmarcada la historia, su historia, esa que desde la tierra ha escrito y que todavía cuenta, mientras su rostro luminoso invita en silencio a condenar al olvido la agonía del tiempo, que pertenece injustamente a la vida, la que absorta, portentosa y ensimismada, en conteo regresivo nos celebra. (Foto por Ricardo Alcaraz/Diálogo)
