Donald Vásquez señala hacia el suelo de una finca en una de las cuencas más degradadas de la vertiente del océano Pacífico de Costa Rica. Abajo, donde apunta su dedo índice, le rodea una enorme capa de tierra blanca, con decenas de plantas desnudas de café que luchan por regenerarse para producir algún grano en la próxima cosecha.
“Esto era bosque nuboso, era bosque húmedo hace 60 años. Ahora el suelo se ve así. Desde el punto de vista productivo, esto ya prácticamente murió”, dijo a Inter Press Service (IPS) este colaborador de varias iniciativas que buscan recuperar el recurso del suelo en la cuenca de los ríos Barranca y Jesús María, donde la degradación de la tierra ya impacta a los agricultores.
Vásquez reside en uno de los pueblos de la cuenca, a unos 60 kilómetros de San José, al oeste del Valle de Costa Rica, dentro de un área a unos 1,500 metros sobre el nivel del mar, dedicada mayormente a la caficultura.
Su preocupación no es un mal menor en la región centroamericana. La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, en inglés) estimó en su reporte Perspectiva Global de la Tierra, publicado en 2017, que la superficie degradada ya supera una quinta parte de los bosques y suelos agrícolas de América Latina y el Caribe.
Para la costarricense Comisión Asesora sobre Degradación de Tierras (Cadeti), instituida por el gobierno y en la que Vásquez participa, eso ya sucede en más de una décima parte del territorio de Costa Rica y es una de las alarmas que les apremia para lograr el objetivo de alcanzar la neutralidad en la degradación de las tierras (NDT) en el 2030.
El concepto de la NDT establece la compensación de las áreas degradadas por la actividad humana, para mantener la estabilidad de la cantidad de los recursos productivos de la tierra, necesarios para los servicios de los ecosistemas.
Costa Rica es uno de los países de la región que más esfuerzos dedica para alcanzar su meta. Hacen falta indicadores y presupuesto, pero sus responsables, como Vásquez, ya trabajan en varias iniciativas para evitar que se pierdan más suelos.
“Aquí nos lamentamos cuando se corta un bosque tropical, y sabemos que eso es terrible. Pero un bosque tropical se puede regenerar en 60, 80 años. Cuando usted pierde un suelo, recuperarlo le puede tomar a veces hasta 200 años”, dijo a IPS el consultor sobre degradación neutral de la tierra y profesor jubilado, Óscar Lucke, representante de la sociedad civil dentro de Cadeti.
“Estamos trabajando para proteger esa riqueza de biodiversidad y de todos los servicios que necesitamos que están en el suelo”, explicó.
La UNCCD, también conocida por la sigla en español CNULD, solo acordó el 2015 el establecimiento de metas nacionales para estabilizar la superficie del planeta, pero en Costa Rica ya Cadeti trabajaba el tema desde 1998, integrando varios organismos gubernamentales y académicos.
Por eso, este país centroamericano de 4.9 millones de habitantes espera convertirse en uno de los 10 puntos pilotos del mundo en la implementación de las NDT y el único en América Latina en integrar ese selecto grupo.
En abril de 2017 el gobierno reforzó la estrategia con un decreto que articula a las diferentes instituciones involucradas en ese objetivo y, además, designa a Cadeti como el órgano del Ministerio del Ambiente y Energía responsable de asesorar a todas las instituciones públicas en avanzar hacia esa meta.
Tierra en la balanza
Medir la neutralidad en el uso de la tierra requiere de varios indicadores.
Según el Marco Científico de la UNCCD del 2017, los países deben observar la evolución de tres datos relevantes: su cubierta forestal, la productividad y las reservas de carbono orgánico en sus suelos. Hasta ahora, Costa Rica solo cuenta con información sobre el primer indicador y trabaja por conseguir los otros este año, con avances importantes.
De hecho, entre 2000 y 2015 Costa Rica pasó de 47 por ciento a 54 por ciento de cobertura forestal, en una región centroamericana donde todos los demás países recortaron proporcionalmente sus escudos forestales, según un estudio lanzado en diciembre por el Estado de la Nación de Costa Rica: un órgano interdisciplinario de expertos.
El primer Estado del Ambiente del Gobierno de Costa Rica, publicado este 20 de febrero, indica que el país aumentó su área de bosque en 112,000 hectáreas entre 2010 y 2013 (hoy tiene más de tres millones de hectáreas de bosque), un aumento casi coincidente con las 114,000 hectáreas de reducción en áreas de cultivos y potreros.
“Es muy positivo. En general, entre más cubierto esté el suelo es mucho mejor, pero hay que implementar pautas de protección en las áreas en que -definitivamente- no se pueden cubrir de árboles porque hay que sembrarlas para obtener alimento”, valoró Carlos Henríquez, director del Centro de Investigaciones Agronómicas de la Universidad de Costa Rica y experto en fertilidad de suelos.
Allí, dijo a IPS, hay que implementar prácticas de protección que traten de mantener el recurso de forma sostenible, porque el aumento de la cobertura boscosa no implica que los agricultores siempre usen bien sus suelos.
Por ejemplo, el cultivo de piña (usualmente cuestionado por su relación con la erosión de tierras y alto uso de paquetes de agroquímicos) se quintuplicó desde 2000, según asegura el informe anual del Estado de la Nación.
Por eso, el gobierno trabaja por generar mapas de carbono y productividad para identificar las zonas más degradadas del país.
Según la ingeniera forestal Adriana Aguilar, actual contacto del país con la UNCCD en Costa Rica y funcionaria del Sistema Nacional de Áreas de Conservación, también se trabaja en un convenio entre el gobierno y la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GIZ), destinado a identificar actores claves, proyectos modelos y captar recursos para ellos.
“Esa es una meta de este año, para que a partir del 2019 podamos ir reportando a partir de eso. Definiendo estos indicadores, aplicando el panel, terminando nuestro plan de acción y desarrollando este decreto vamos a ir caminando para lograr la meta”, dijo a IPS.
A pesar de eso, ya hay varias iniciativas con agricultores en las zonas que, según estiman, podrían tener los suelos más degradados del país.
“Degradar las tierras es muy fácil. Recuperarlas es lo difícil. Los agricultores no tienen recursos para eso y hay cultivos, como el café, que están teniendo ya productividades muy bajas”, dijo Renato Jiménez, otro miembro de Cadeti, en la que desde hace seis años se ejecutan más de un centenar de proyectos en fincas de las zonas más degradadas del país.
Por ejemplo, en la cuenca de Barranca y Jesús María, los productores, los dueños de las fincas privadas y los expertos del gobierno y sociedad civil han implementado canales y terrazas para evitar que el agua lave sus cultivos y nutrientes, y han extraído bacterias saludables del bosque para utilizarlas en sus plantas.
Para Vásquez, quien opera en la zona, eso es clave porque con el cambio climático las lluvias en Costa Rica parecen aumentar en intensidad y disminuir en frecuencia.
“La idea es que los caudales no tomen tanta velocidad ni destruyan tanto el suelo. Yo creo que si las personas ven el resultado positivo, y notan que la producción de café está aumentando, otros vecinos lo van a copiar, porque aquí la producción ha venido muy baja”, cerró.