En estos días, jóvenes de todas las edades lanzan con entusiasmo los birretes. Las voces de júbilo dan textura a un ambiente de esperanza. Y mientras intuyen en medio del ritual sus próximos pasos, por ahora resuena con ilusión eso de haber sido declarados graduandos.
Las preguntas, sin embargo, de quienes le vemos culminar esta importante etapa -y hemos experimentado el escenario de los recientes lustros- son varias… Entre ellas, ¿Qué posibilidades reales tendrán a su disposición para transformar los conocimientos adquiridos? Y si tales servicios serán debidamente remunerados.
Preguntas legítimas que nos hacemos cuando hemos visto, desde la cercanía de nuestras calles o desde la lejanía del exilio, el desfile de gobernantes de turno que cada cierto tiempo, y sin mucho por comunicar acerca de proyectos concretos encaminados, inauguraban por todo lo alto la apertura de turno una mega tienda.
En tales momentos, los emperifollados ejecutivos, como si fuera el máximo logro de administración, vociferaban la cantidad de empleos que representaba la presencia de aquella empresa.
Sin embargo, y como siempre, había que sacar entre pausas lo no dicho; esa información sustancial que se esconde tras los silencios. Es entonces cuando se comprende que en esas ocasiones ningún Primer Ejecutivo se mostraba interesado en informar acerca del ‘lucrativo’ sueldo de $7.25 la hora que recibirían los nuevos asociados. Tampoco reflexionaban acerca de la ‘saludable’ jornada a tiempo parcial. Y ni hablar de algún tipo de beneficio, entiéndase plan médico, alguna licencia por vacaciones o, incluso, por enfermedad.
En un Puerto Rico donde el costo de vida viene aumentando sin pausa en medio de una desaceleración económica prolongada (síntoma de problemas mayores), carnavales como esos fueron estímulo para que 600,000 boricuas intentaran buscar mejores oportunidades fuera del País durante la pasada década.
Ahora que hablan sin cesar de medidas extremas, mientras unos arrancan cobertizos de las paradas de guagua, otros proponen eliminar horas al transporte colectivo y ya no existen teléfonos públicos, queda por ver si durante los próximos años, las justificadas preguntas tendrán sus debidas contestaciones con acciones necesarias para bien de todos los que habitamos este País.
Mientras tanto las respuestas continúan flotando en el aire, y eso está por verse.