Si me preguntan – a mí, que soy periodista y trovadora- qué es el paraíso, buscaré mi celular y les mostraré una foto. En la imagen, aparecerá la fortificación de San Carlos de La Cabaña en la Habana, Cuba durante su Feria Internacional del Libro.
Allí, desde el 9 al 19 de febrero, se dieron cita cientos de editoriales para promover las publicaciones de escritores locales y otros provenientes de 46 países. En el evento, Canadá fue el país homenajeado.
Por eso, este año participaron en la Feria dieciocho editoriales canadienses que presentaron más de 30 títulos a los lectores cubanos. Además, la actividad sirvió para acercar a los locales a otros idiomas y culturas como la inglesa, la latina, la francesa, la china y la árabe.
Bajo un cielo azul despejado y un sol candente, ondeaba en lo alto la bandera canadiense junto a la bandera cubana ya liberada del luto que la abrazó recientemente tras la muerte del líder revolucionario, Fidel Castro.
Aun así, Cuba no dejó pasar la oportunidad para realzar la figura y reproducir las publicaciones de su fenecido comandante. En casi todos los pabellones locales era posible encontrar las obras de Castro, sobre todo, libros como Obama y el imperio, Antología Mínima, Latinoamericanismo vs Imperialismo y Diálogo de Civilizaciones. Además, se presentaron en la Feria más de 30 libros en homenaje al exmandatario cubano.
Los adultos y los jóvenes disfrutaron la actividad, pero los niños fueron quienes más se beneficiaron del evento. Las paredes del fuerte, fueron adornadas con afiches que decían: “Leer es crecer”.
Curiosamente, en cada pabellón de la feria –eran tantos que fue imposible recorrerlos todos en un día- era notoria la presencia de la literatura infantil. Al salir de los pabellones, los chiquitines cargaban con bolsos que pesaban tanto o más que ellos.
Las sonrisas y la desesperación por llegar al otro pabellón y encontrar más libros eran dignas de admirar. Las ansias de conocimiento eran compartidas por quienes tenían la paciencia de hurgar las pilas de libros y encontrar el perfecto o aquel que no debe faltar en casa.
“Cómprale el repaso del ‘pre’ [el examen de ingreso a la universidad] al nene”, dijo Alan, a su esposa Dayamí. Añadió un “deberías comprarle también el de inglés” y así lo hizo su esposa.
Ambos son profesionales graduados de la Universidad de la Habana. Su niño apenas está en octavo grado. Le faltan varios años para tomar ese examen, “pero las matemáticas no cambian y después eso [el repaso] no se encuentra por ahí”, explicó Alan.
La mayoría de los libros en los pabellones eran vendidos en moneda nacional cubana. Dayamí y Alan pagaron 26 CUP (la moneda cubana) por ambos textos. Si hacemos la conversión de CUP a dólar, entonces pararon un dólar con varios centavos. Quizá mucho dinero para ellos porque cada dólar representa 24 pesos cubanos.
Mientras, no podía creer que pagué la entrada a la feria, compré más de 30 libros, tres discos compactos, un helado de coco y una cajita de arroz con chuleta frita por aproximadamente $25.
Además, ¿qué mejor que disfrutar de buenas letras observando desde el fortín la bahía, el Malecón y la Habana Vieja? Ya saben por qué me sentí en el paraíso.