Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá.
Los seres humanos solemos fundamentar nuestra moral y buenas costumbres en el miedo. Desde pequeños escuchamos cosas como que hay que irnos a dormir temprano o nos comerá el coco o el cuco (o el Boogieman en los países anglosajones). En Argentina, por ejemplo, hay un “hombre de la bolsa” que viene a buscar a uno si no se come la sopa. Por supuesto, que ante la amenaza de una buena “pela” impartida por nuestros padres, también obedecemos en la mayoría de los casos, pero uno siempre espera que la misericordia y la lástima invada el corazón de nuestros progenitores que alegadamente nos aman. Pero con la amenaza de estos entes que no forman parte de la familia pues no hay puchero que valga. Pero esto no es sólo un cuento de niños. La sociedad basa sus códigos morales en el miedo. Si no nos comportamos como es debido y no cumplimos las reglas, la sociedad en la que vivimos se desmoronaría, y el mundo como lo conocemos se destruiría en medio del caos, la anarquía y la entropía. Sin embargo, también existen otros relatos de terror para aquellos que ven demasiado abstracta la idea de nuestra sociedad sucumbiendo ante la entropía. Las religiones son una fuente inagotable de miedos que dictaminan nuestro comportamiento. El temor al castigo divino por ejemplo, por siglos fue el factor que de algún modo regía a la moral. El problema es que últimamente la gente ve a Dios como un papá bueno y le ha perdido algo de respeto. No es que todavía no funcione de la misma manera sino que ya no inflige tanto temor como antes. La imagen de Lucifer, Satanás, el diablo y todo lo demoníaco también es una fuente de terror que, aún hoy en día, sobretodo en el mundo occidental, priva a ciertos individuos de algunas prácticas. Obviamente esto también ha perdido fuerza con el transcurso de los siglos. Para los que no son religiosos existen también otros temores. El terrorismo por ejemplo, ha sido la justificación para los rigurosos sistemas de seguridad en aeropuertos y demás sitios públicos, así como para guerras y actividades bélicas. Para otros, la ciencia se ha encargado de tomar el puesto de la religión con respecto a lo que el miedo se trata. Las enfermedades son el cuento terrorífico moderno que atenta contra nuestra superioridad racial y nuestros delirios de grandeza y eterna supremacía; y es que visto desde un punto de vista generalizado, así como el hombre de la bolsa que viene a “llevarnos” o el Coco o Cuco que viene a comernos, las enfermedades cambian nuestro estilo de vida o terminan con ella. El ejemplo más claro que me viene a la mente es la forma en la que se vincula el sexo con las enfermedades venéreas. Esta es la punta de la lanza para miles de conservadores que abogan por la abstención sexual de los jóvenes en vez de proveer educación y métodos anticonceptivos a los mismos. La campaña mediática de la abstención transforma a las enfermedades de transmisión sexual en el “boogieman” que asusta a millones de jóvenes curiosos y llenos de hormonas. El problema es que, generalmente, la curiosidad y las hormonas se imponen ante el miedo y es por esto que los jóvenes, desinformados y sin educación sexual alguna, terminan sucumbiendo ante las pasiones y produciendo casos de embarazos precoces y enfermedades venereas. Para aquellos que no creen posible que se manipule con las enfermedades, pondré el ejemplo del conocido bombardeo de terror que ha causado la gripe A(H1N1) (antes llamada porcina). Los medios de comunicación a nivel mundial se han dado a la tarea de hacer entrar en pánico a la población del planeta ante lo que ellos y la Oficina Mundial de la Salud llaman “una pandemia de una terrible y mortal enfermedad”. Exitosamente todos entramos en crisis de nervios (me incluyo) e incluso los líderes mundiales se pronunciaron y se adoptaron medidas de seguridad. Ahora bien, la gripe A(H1N1) lleva 19.510 casos y 117 muertos en 66 países, mientras que la gripe normal produce 5000 muertos anuales en España solamente. De hecho, la gripe común causa entre 250.000 y 500.000 muertes al año en todo el mundo. La gripe común que, aliada con la pobreza y convertida en neumonía, ha causado en Perú más muertes que las del virus A(H1N1) en México, tiende a convertirse hoy en principal preocupación de los peruanos. Mientras llegó a 17 el número de contagiados de la gripe importada, sin casos mortales, las autoridades de salud admitieron al menos 87 muertos por neumonía desde el inicio del año en los Andes del sur, presa de una ola de frío. Soy de los que opina que es mejor modificar conductas mediante la educación y darle herramientas a la gente para actuar de la manera más acorde a cada situación pues, en el momento en el que la adrenalina, las hormonas, la necesidad, el valor o la estupidez humana triunfe sobre el miedo, la gente dejará de reprimir aquellas conductas que se buscan evitar, y no tendrá la información para manejarlo.