
Una criatura pasea ceremoniosamente en la parte superior de la sala experimental. El público ya ha ocupado sus asientos, lee el programa y conversa. El ser de vestimenta oscura y casco de paja, sigue su recorrido del espacio, desde arriba, a paso lento, casi invisible. La función estaba por comenzar.
Al igual que la criatura, el bailarín y coreógrafo Norberto Collazo hizo su recorrido durante los pasados meses mientras trabajaba en el tema de la animalidad en el movimiento corporal y el comportamiento humano, como parte de su Residencia Artística en el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré en Santurce.
Collazo, quien lleva tiempo abordando este tema, es el primer artista en participar de dicha iniciativa, que se inauguró bajo la gerencia general de Ricardo Cobían. El resultado de esta primera Residencia, que busca convertir la sala experimental Carlos Marichal en una especie de “teatro-laboratorio”, fue un proyecto unipersonal de danza que se presentó este fin de semana pasado bajo el título de Animalía.
La interpretación contó con el apoyo de un colectivo de artistas, con José David Pérez a cargo de la música original, Pedro Iván Bonilla en iluminación, Alejandro Cirilo González en la escenografía, Alejandra Maldonado en regiduría e iluminación, y diseño de producción artística a cargo de Ariel Ortiz Cruz.
Según expresó Collazo al final de la presentación, Animalía constaba de tres piezas, que resultan de su proceso de investigación del tema de la animalidad en los límites y posibilidades del espacio que tuvo ante sí. El resultado es una propuesta realmente magnífica, que incita y puede asombrar a un público diverso.
La idea detrás de Animalía es impresionante, así como la capacidad y cualidad de movimiento del bailarín. Sus piezas fluyen con un sentido de unidad, cohesión y ritmo, que hacen que se le pueda considerar una sola gran obra coreográfica.
El instinto “animalhumano”
Cuando se apagan las luces de la sala y aparece claramente la figura que se pasea en lo alto, da la impresión de estar ante un ser sublime, de consciencia elevada. Parece caminar por encima de la separación tradicionalmente trazada entre lo humano y lo animal.
Su caminar es pausado. Va descubriendo ruta, bordes y esquinas hasta que, eventualmente, encuentra ante sí la posibilidad del descenso y lo asume. Baja la escalera.
Al descender, entra en una dimensión distinta. Sus movimientos reflejan que este plano supone un choque, una cierta violencia para su naturaleza.Se sienta en una silla que siempre estuvo junto a un espejo, se muestra sereno. Ocurre el encuentro con la imagen, un elemento que comienza a importar en el universo de lo humano.
La sala se va a negro. Hay silencio.
Aparece la criatura en nuestro plano. Se ven los detalles de la vestimenta que lleva puesta: una chaqueta verde, un pantalón negro, medias del mismo color, y un casco que asemeja una especie de nido de pájaro gigante que no deja ver su cara.
En el escenario hay unos montones de tierra y hojarasca. Cuelgan de lo alto bejucos y ramas, que crean una atmósfera salvaje, selvática. En una esquina, unas botas estilo vaquero. El hombre- criatura mete sus pies adentro y quedan puestas. Las botas parecen ajenas. Pisar con ellas resulta en un zapateo genial que nada tiene que ver con el flamenco, aunque logra una rapidez y desplazamiento impresionante. En este caso, se trata de un golpeo continuo y ágil contra el piso, que refleja una cierta incomodidad y desespero para quien lleva puesto este tipo de calzado.
En medio de la danza de las botas, el hombre-criatura se despoja de la chaqueta y asume posturas y movimientos que evocan lo animal. En un despliegue de movimientos bajos, que se destaca por el uso de los pies y una danza en la que predominan los movimientos de la cintura para abajo, de pronto ocurre el descubrimiento de los brazos, las manos y los dedos. La criatura, a veces ave, parece no conocer propósitos utilitarios para dichas extremidades.
En este explorarse a sí mismo, en un plano que supone comportamientos y maneras desconocidas, la criatura se despoja de su vestimenta, del “nido”, y queda finalmente descubierto: animal. Acto seguido, el bailarín se desplaza por el escenario convertido en todo una bestia.Asume la postura de un simio: torso hacia adelante, piernas separadas, rodillas sumamente flexionadas y brazos colgantes.
Su danza en este momento es impresionante. Sus movimientos evocan lo rudimentario y primitivo. Este ser recién revelado se descubre también en el espacio y busca sobrevivir, respirando a veces con un jadeo desesperado, siempre dirigido a lo alto.
En medio de su problemática, ocurre un giro que lo altera todo. El animal extiende su brazo y logra mecer unas ramas altas. De ellas, como si fuera una tormenta, caen hojas y más hojas de papel; páginas impresas, “conocimiento” que queda desparramado por el suelo salvaje.Ya ni paisaje ni criatura serán los mismos.
En la última pieza, el bailarín interpreta a un hombre, una “criatura urbana”, un ser humano, consciente de la importancia de la imagen en el mundo moderno. Lleva pantalones ajustados color crema, una camisa de botones blanca con diseño de puntos negros y una peinilla en el bolsillo. La saca, se peina y queda acicalado.
Aquí el baile es más baile. Los movimientos tropicales y el gesto de macharrán están presentes, así como las posturas de despliegue de fuerza y poder por parte del macho que busca aparearse. El hombre se mueve con vicios de primitivismo como parte de su corporeidad cotidiana, tal vez inconscientemente. No es sino hasta el final de la pieza, luego de algunos momentos dramáticos que ocurren durante la danza, que el hombre “atormentado” se ve acorralado por su naturaleza y viene obligado a asumir su animalidad, siempre presente.
Termina, pero en realidad no termina. Nos vamos pensando que lo que sigue es la imagen que vimos al comienzo de la obra. El final que nos propone el artista nos ha llevado de vuelta a la criatura elevada del principio: un “animalhumano” que ha hecho las negociaciones necesarias, se ha deshumanizado y humanizado, en búsqueda de una existencia en la cual puede salir airoso.