El recién inaugurado espacio de exhibiciones y taller Cart Watch (Calle Ernesto Cerra #626 en Santurce) presentó el pasado jueves 26 de mayo de 2011 la exposición colectiva “De Bayamón a la 15”. La muestra curada por el artista Juan A. Negroni, recoge el trabajo de 25 artistas oriundos del municipio de Bayamón, con la intención de identificar puntos en común entre el trabajo plástico que desarrolla cada uno de los artistas y el hecho de que hayan nacido y/o crecido en el mismo “lugar”. La intención de este texto es indagar sobre la intencionalidad del proyecto curatorial y algunos aspectos inexplorados por la propuesta en cuanto a la relación del trabajo de los artistas con el municipio.
La muestra estuvo mayormente compuesta por proyectos de instalación, trabajos de diseño sobre papel y sobre camisas, fotografías y pinturas. Hay que destacar que las obras que se mostraron eran todas de gran calidad y factura, es decir, que en su realización cada obra es efectiva individualmente. De igual manera la selección de artistas y la coordinación de la muestra en general fueron muy acertadas; con la combinación de artistas con distintos tipos de carrera y la convocatoria a la apertura, se demostró que en efecto hacen falta exhibiciones con enfoques similares.
Pero en general, las piezas no estaban del todo apoyadas por la propuesta curatorial, en el sentido de que no sostenían un diálogo con el acercamiento ni la descripción del Bayamón que proponía el texto de la exhibición (con algunas excepciones). En gran medida estaban desvinculadas unas de las otras, o bien parecía necesitar algo que propusiera un diálogo de sentidos entre ellas.
Me topé con residentes de Bayamón que se sintieron muy apelados por el texto del curador de la muestra. El mismo evocaba al sentimiento regional bayamonés desde la mención de expresiones coloquiales y datos demográficos generales, como el “dubi”, el “mall”, los “bleachers”, “Yuyo” (haciendo referencia al Mono en el zoológico del Parque de las Ciencias), el hecho de su proximidad a la ciudad Capital y ello en relación al índice de criminalidad, la densidad poblacional, el “fronte” y el “Skateboard”, entre otras.
Mi experiencia como espectador fue otra, – no soy oriundo de Bayamón y sólo lo visito ocasionalmente, aunque con frecuencia lo atravieso de camino a algún otro lugar. El texto de Negroni me pareció una descripción folklórica y general de la vida metropolitana en Puerto Rico. En su texto, subraya que: “En Bayamón se nace y se vive en medio de la celebración y el conflicto”.
Esta aseveración, más allá de señalar algo particular sobre Bayamón, subraya una actitud generalizada del que vive en Puerto Rico y en los municipios que forman parte del Área Metro. Esa evocación de Bayamón como retrato de una ciudad caótica merecería una propuesta que permitiera ver el diálogo entre esa posición y el contenido de las piezas de la muestra.
Debe haber características, más allá del tráfico terrible y la criminalidad, que sirvan de puntos de encuentro entre los artistas que nacieron y se criaron en Bayamón. O bien, si no los hay, valdría la pena argumentar esa desconexión. Pero esa posible discusión no fue parte de la muestra. La exhibición estuvo compuesta de proyectos individuales de artistas nacidos y criados en ese municipio, proyectos que van desde el performance hasta la instalación, la pintura, el dibujo, el diseño gráfico y el vídeo.
En general, podría haberse visto como una buena exhibición de arte puertorriqueño contemporáneo; con el usual eclecticismo y la liviandad con la que se suele identificar al arte nacional (para tristeza nuestra). Si eran o no artistas de Bayamón, dejaba de ser importante pues el contexto sobre el que estaban montadas las piezas era uno inmerso dentro de la cultura artística de moda en el área de Santurce, que también está muy de moda dentro del foro de las artes visuales en el Área Metro.
Entonces, parece ser una buena excusa reunir a todo este grupo de artistas bajo la consigna de que son de Bayamón y por eso son particulares, –porque según el argumento naturalista del curador, no hay manera de crecer ajeno a su contexto y circunstancias. Pero el resultado parece no ser suficiente para dibujar la relación que existe entre Bayamón como espacio y circunstancia y el trabajo de estos 25 artistas puertorriqueños.
No quedó claro si era Bayamón lo que estos artistas tenían en común o si por otro lado era más una cuestión de leguaje plástico y referencias globales lo que compartían. Tal vez esto podría estar subrayando cuestiones relacionadas a la formación y entrenamiento de estos artistas, ya que 17 de los 25 participantes estudiaron en la misma escuela especializada en Arte y los que no, en su mayoría estudiaron en el recinto riopedrense de la Universidad de Puerto Rico, que también queda en San Juan, dentro del Área Metropolitana.
Lo que quiero decir, es que más que una cultura regional, estos artistas comparten y proyectan una cultura metropolitana y un currículo de enseñanza que a la vez funciona como un marco de referencias que se reproduce entre ellos. Podríamos celebrar una exhibición con la misma consigna, pero desde Carolina y tendríamos algo similar. No es que se haya homogenizado todo en una sola cultura, es que la diferencia y la particularidad merecen detenimiento e investigación.
Claro que existen diferencias regionales entre una esquina y otra, pero en este momento ya trascienden la información de prensa y el trillado folclor fundacional. Sería más algo sobre las connotaciones, sobre las lecturas y los acuerdos particulares de ese grupo de personas que hacen su vida en ese lugar. Es por eso tal vez que los espectadores de Bayamón se sentían cómodos entre la propuesta curatorial y lo que veían, es por eso también que los que no eran oriundos del municipio no pudimos disfrutar del entendido.
Desde ahí, sería la curaduría como plataforma la que debería servir de puente y mediador para hacernos partícipes a todos, de esa colección de particularidades que se conectaban a través de un sentido común entre los bayamonenses. Era ese sentido el que tal vez habría estado si nos llevaban a Bayamón, con gente de Bayamón que hace su vida allí a compartir una exhibición que también les apelaba. Fuera de allí, desprovisto de un apoyo experiencial, en un espacio especializado para arte contemporáneo, el proyecto se confundía con una exhibición más; no de manera despectiva, pero inefectiva ante su propósito de marcar y/o proveer una regencia sobre Bayamón que atravesara la producción discursiva de esos 25 artistas puertorriqueños nacidos en la Ciudad del Chicharrón.
*Participaron de la muestra: Myritza Castillo, Zinthia Vázquez Viera, Radamés Juni, Héctor Madera, Michael Linares, Juan Alberto Negroni, Martín Albarrán, Jaime Rodríguez Crespo, Alexis Bousquet, Danny Rivera, Esteban Gabriel, Edgardo Larregui, Samuel Toro Rosa, Roberto Márquez, Karlo Ibarra, Rafael Miranda, Frances Rivera, Javier Pesquera, Fernando Pintado, Pun 18, Iván Antonio Negroni, José Lerma, Ángel Otero, Rafael Báez, y Ángel Cruz.
*La exhibición también contó con un texto corto de la historiadora y ex rectora de la Escuela de Artes Plásticas, Marimar Benítez.
El autor es artista y gestor cultural