
SOBRE EL AUTOR
El revuelo mediático que ha generado la posible inclusión de mujeres transexuales a la competencia de “belleza” Miss Universo, pone bajo minucioso escrutinio un debate pertinente en las sociedades contemporáneas que no ha evolucionado: la naturalidad de los géneros.
Desde que se dio a conocer la polémica hace unas semanas, al menos en Puerto Rico a través del periódico El Vocero, un mar de posturas –a favor, en contra o de apatía- se ha levantado en diversos espacios de debate.
Para algunos, como el activista pro-derecho humano, Pedro Julio Serrano, la decisión de esta empresa muestra nuevas “aperturas” dentro de los cambios de identidad de género que se han estado dando en el mundo desde el siglo pasado. Otros, en cambio, ven esta decisión como una falta de respeto a las concursantes que nacen con órganos biológicos que las delimitan como mujeres.
Muchos se han cuestionado ciertas nociones naturalizadas de antemano y han buscado alternativas innovadoras y menos restrictivas para moldear su convivencia social y cultural en el mundo. Me refiero a la manera cómo las sociedades analizan, consciente e inconscientemente, la legitimación de la realidad que habita.
En el mundo se han creado leyes, reglas de comportamientos y de interacciones sociales que han ayudado a grupos específicos a organizar sus estructuras de convivencia. El psicólogo chileno Héctor Paochard-Hafemann dice que cada una de estas estructuras que rubrican el modus operandi de las sociedades da las bases para la dinámica y evolución social entre individuos y subgrupos, o en cambio, a iniquidades de la sociedad misma. De ahí que, por mucho tiempo, la autoridad del hombre sobre la mujer haya imperado y aún impere en ciertos sectores del planeta.
Asimismo, existen una gama de leyes que ubican a hombres y mujeres en roles específicos dentro de sus interacciones sociales, como madres-amas de casa y hombres-proveedores del sustento del hogar. Pero, ¿a qué responden este tipo de rúbricas sociales que varían según el orden cultural establecido en ciertas partes del mundo?
Según Paochard-Hafemann, el orden social está constituido por “conjuntos de normas ligadas en su mayoría a instituciones o costumbres que dan las pautas de conductas que uniforman las actividades de los grupos totales o parciales de él”. Es decir, grupos previos, como la Iglesia, el Estado, la Familia, entre otros, comparten “patrones estables que los otros actuarán de maneras determinadas”, acorde a la organización social que se quiera mantener en un espacio determinado.
Por su parte, la profesora y filósofa Judith Butler, menciona que justificar las normas sociales y morales que rigen ciertos comportamientos del mundo, específicamente aquellos que tienen que ver con el cuerpo, responden a “estrategias de una narración que al explicar una única historia autorizada sobre un pasado que ya no se puede recuperar, hace surgir la constitución de la ley como una inevitabilidad histórica”.
Este tipo de leyes con las que se busca controlar las maneras de ser y evolucionar en sociedad llevan a su vez a la creación y separación de géneros de acuerdo con órganos biológicos que poseen los seres humanos.
Y es que, según Butler, en la historia se ha problematizado la diferencia entre naturaleza y cultura para tratar de respaldar y explicar la diferencia entre sexo y género. En otras palabras, “la idea de que hay una mujer [ser] natural o biológico que más tarde se convierte en una mujer [ser] socialmente subordinado, es el resultado de que en el sexo es a la naturaleza o a la crudo, lo que el género es a la cultura o a lo cocido”.
Es decir, el sexo adquiere significado sólo si se somete a las normas, leyes y reglas establecidas en sociedad. Sobre todo, si recordamos que, para Butler, “la consideración misma del sexo como materia, sexo-como-instrumento-de significación-cultural, es una formación discursiva que opera como una base naturalizada para la diferenciación entre naturaleza/cultura y las estrategias de dominación que esa distinción sostiene”.
En este sentido, perpetuar segregaciones sociales basadas en aspectos biológicos, naturalizados e impuestos por personajes previos en la historia es no atemperarse a cambios de paradigmas problematizados hace ya más de treinta años.
El detalle no es si una Transexual deba o no participar en un certamen de belleza creado para idolatrar la vanidad, sino que, en medio del inicio del siglo XXI, todavía estemos debatiendo aspectos que sólo estancan la evolución social. Lo ideal, en lugar de adscribirse a posturas mécanicas, serías alejarnos de las estrategias discursivas de dominación que se forjan desde el discurso dominante y sus leyes y dar paso a opciones inovadoras y alternativas para enteneder el mundo.