Ayer, a las 6:30am, un grupo de estudiantes de la Facultad de Humanidades se movilizó junto al sol para transformar los espacios académicos de sombra en sitios iluminados de acción y participación. Ayer fue un hermoso día de sublevación creativa en el que la UPR de los pocos logró ser transformada en la iupi de los muchos: horizontal, no jerárquica, participativa y democrática. Motivados por el compromiso de abrir camino para la democratización de la universidad, de una participación directa y amplia de la comunidad en la toma de decisiones que nos afectan a todas y todos, el Comité de Acción de Humanidades dialogó con profesores y estudiantes para que los cursos fueran impartidos en la Plaza Antonia o en las áreas verdes. La meta no era cerrar la universidad como algunos blogueros han insistido de forma irreflexiva, sino romper con la monotonía de la lección, de las relaciones de poder y de las relaciones de producción. Queríamos, como dice el “manifiesto para las Humanidades”, romper la máquina. Y lo conseguimos. Los guardias universitarios no supieron cómo responder a las acciones de los humanistas porque navegamos cuidadosamente sobre la frontera entre lo permitido y lo transgresivo. El ruido de los pupitres y los escritorios que eran puestos patas arriba retumbaba por los pasillos de la facultad mientras que los guardias, ignorando lo que sucedía, continuaban dialogando entre sí. En veinte minutos y de forma pacífica la facultad ya era nuestra, los estudiantes desalojaban los salones y algunos profesores se dirigían a la plaza a impartir allí sus clases. He leído comentarios en las redes sociales sobre qué logramos con ocupar sino afectarle los derechos a otros. Para este tipo de argumento retórico me parece prudente que diferenciemos entre lo que afecta a un número limitado, aunque masivo, de personas en el presente versus la multitud infinita del futuro. Cuando los derechos de futuras generaciones se ven en peligro, los que andamos en el presente tenemos el deber ético de sacrificar un poco (nuestro semestre, graduarnos rápido o lo que sea) para garantizar lo que otros lograron antes. Debemos sopesar lo que afecta a varias personas en el presente con lo que afecte la educación pública de todas las generaciones futuras. Por eso y tantas otras razones, irrumpimos ayer en Humanidades, para que debatamos sobre lo que es la educación pública y su función liberadora/democratizante en la sociedad. Los jóvenes en las Humanidades tenemos un mundo nuevo en nuestros corazones y ayer nuestras manos, nuestros cuerpos, nuestras bocas y nuestras mentes lo hicieron realidad. Cada actividad fue organizada colectiva y colaborativamente: el que quería pintar recibió pinturas del músico mientras que el guitarrista recibió acompañamiento de las voces de la poesía. Este no es el movimiento estudiantil tradicional, es otra cosa y como ello debe ser analizado desde otras coordenadas. No hay comité central, no hay líderes ni masas que liderar. Somos muchas personas con muchas visiones de mundo, somos una multitud que se dirige a lo impredecible. Vea la versión original de este artículo.