De la violencia, al violín, a la jarana o a la guitarra. De la calle, al salón de ensayos. De las drogas y el crimen, al escenario. Así, poco a poco, en varias regiones de México se han ido restaurando comunidades -y corazones- echando mano de su folclor y su música.
“El arte sensibiliza a las personas y una persona sensible va a ser una persona más despierta ante los problemas cotidianos”, dijo a Diálogo Hernán Andablo, quien lleva nueve años como maestro de trova y violín en las comunidades Agua Zarca y Neblinas en Sierra Queretana de México.
Los talleres que ofrece forman parte de un proyecto que inició junto a Luis Enrique Sastre y Godofredo Garay, quienes lo acompañan en su trío de música tradicional Amanecer Huasteco. “Es un proyecto ciudadano que iniciamos voluntariamente y ahora -años después- recibimos el apoyo del ayuntamiento [la alcaldía]”, indicó Andablo.
Preocupados por el lapso generacional de más de 25 años que hay entre los músicos y poetas que interpretan el huapango [el ritmo tradicional de México, equivalente a la trova en Puerto Rico] y las nuevas generaciones, emprendieron la misión de enseñarle este género musical a los más chicos así como a los enamorados de la tradición de su país.
“El objetivo principal de nuestros talleres no es generar artistas famosos, ni personas imponentes en el escenario con una figura mediática, sino acercar a las nuevas generaciones al arte”, aseguró Andablo. Sin embargo, la respuesta de sus pupilos -de 7 a 18 años aproximadamente- ha sido muy positiva y muchos han formado sus propias agrupaciones musicales.
Ensayando en las calles de Neblinas
“Hace dos años iniciamos un proyecto en la comunidad más marginada del municipio de Agua Zarca. Es una comunidad con problemas de drogadicción, de violencia y otros conflictos sociales muy fuertes”, contó Andablo. Esa comunidad a la que fueron enviados por la nueva administración municipal de Agua Zarca -por no ser de su partido político- se llama Neblinas.
“Vayan a ver qué hacen allá”, les dijo el alcalde del municipio, según explicó Andablo. Pocos le tenían fe al proyecto. No esperaban que tuviera el impacto que tuvo en la comunidad. Incluso, el gobierno los envió sin proveerles un espacio para ensayar ni instrumentos para los alumnos.
“Entre mi maestro Godofredo Garay y yo conseguimos recursos y compramos 15 instrumentos y estuvimos más de cuatro meses a ensayando en la calle con los niños”, señaló el joven músico.
El resultado fue sorprendente. “Impresionante”. Así describió Andablo el movimiento artístico que surgió en Neblinas.
“Cuando estábamos en la calle un joven maestro aficionado –Jaime Cortés- dijo: ‘Yo sé algunos pasos de baile y yo voy a hacer un grupo de danza’ y en poco tiempo tenía más de 80 alumnos y nosotros en el taller de trova y huapango teníamos más de 90”, comentó Andablo, orgulloso del éxito que han tenido los talleres artísticos.
El violinista añadió que “después logramos convencer a personas mayores para que dieran un taller de bordado tradicional y se matricularon más de 150 alumnos. En total eran más de 350 alumnos en las calles hasta que finalmente la presión social terminó por impactar al presidente [el alcalde]”.
Un sacerdote les cedió un edificio de la iglesia para que lo utilizaran como centro cultural. “Al presidente municipal no le quedó de otra que ponerle electricidad y ayudar a habilitarlo”, argumentó Andablo.
Ahora, el ayuntamiento [la alcaldía] aporta la rehabilitación y compra de algunos instrumentos. También otorga una compensación económica para los maestros, y provee la transportación para asistir a los eventos, la seguridad para las actividades y el espacio para ensayar en a las comunidades.
¡Qué aprender la tradición sea un juego!
En los talleres de música, el juego es el punto de partida hacia el aprendizaje. “Nosotros [Andablo, Godofredo y Luis Enrique] manejamos todo a modo de juego porque estamos principalmente trabajando con niños”, comentó.
Según Andablo, “en el taller de trova jugamos con las palabras. En el taller de instrumento dejamos que los niños exploren los instrumentos y que practiquen con los tres instrumentos que lleva el huapango que son el violín, guitarra y jarana y, luego, los enfocamos a especializarse en el que más destrezas tienen”,
Además, utilizan la tecnología para posicionar su tradición en el mundo. “Les mostramos fotos y vídeos de nuestro trío Amanecer Huasteco presentándose en Suecia y les damos a entender que fue a través de la tradición de nuestra tierra que llegamos hasta allá”, puntualizó Andablo.
Así, los maestros generan el interés y el compromiso en los niños que, eventualmente, se reúnen con sus compañeros y comienzan a formar sus propias agrupaciones. Desde que comenzaron los talleres, han surgido más de 30 tríos femeninos, masculinos y mixtos que representan dignamente la tradición de su país.
El proyecto comunitario se ha convertido en el oasis de muchas personas. Este proyecto logró integrar a los niños, jóvenes, adultos y envejecientes con el fin de perpetuar las tradiciones de su tierra.
Después de salir de la escuela, hacer las asignaciones y ayudar con los quehaceres del hogar, Naomi, una de las estudiantes de Andablo, toma sus clases de violín en la Casa Cultural de Agua Zarca.
“Yo desde muy chiquita he venido a tomar las clases. Primero estuve en el taller de teatro, luego en el de baile y ahora en el taller de música”, contó la joven de 15 años. Para ella el taller es un espacio para aprender cosas nuevas y divertirse.
Por su parte, Armando Garay Márquez, un violinista de 10 años asegura que le emociona tocar y “nuestros maestros son bien ‘chidos’ [agradables]”. Para él, “este taller es importante porque conocemos a otras personas y hacemos amigos. Además, hay que practicar y no nos sobra tiempo para estar en las calles haciendo cosas malas”.
A pesar de las ayudas gubernamentales, el proyecto no ha dejado de ser una iniciativa comunitaria y ha unido distintos sectores como el gobierno, la iglesia y la comunidad por una meta común: el bien social.