A los veinte años Deevah Meléndez Morales diseñaba ropa para una compañía de Nueva York y de vez en cuando la enviaban a buscar telas y procesar diseños en India. De ese país asiático solo conocía la vida de cinco estrellas. De hoteles a reuniones, de reuniones a buscar telas; siempre por las mejores carreteras y entre los más ricos.
Cuando estaba por cumplir los 30 años se fue como de costumbre a uno de sus viajes de negocio por la India. Sabía que su agenda de trabajo sería como las veces anteriores: la buscarían en el hotel para ir a una fábrica de telas. Sin embargo, esa vez no la llevaron por los caminos que ya conocía. Eso le dio la oportunidad de ver escenarios que no había visto. Entre ellos sobresalía una enorme montaña en medio de la ciudad, pero no una montaña usual. No encontraba identificar los árboles, pero aun así podía observar el movimiento de las… “¿ramas?”, pensó. Algo se movía, como cuando sopla el viento, pero no había tanto viento. Algo se movía, pero no lograba identificar qué.
La turbulencia que el carro causaba cuando transitaba por la rocosa carretera no la dejaba apreciar bien lo que tenía ante sus ojos, pero a pesar de eso logró identificar a una niña. A una niña con un libro en sus manos y un niño en su espalda. A una mujer y a un hombre también. Todos caminando sobre y entre la montaña. Con un poco más de esfuerzo y concentración entendió que la enorme montaña justo al lado de la cuidad era un vertedero y las ramas que se movían eran las muchas personas que buscaban algo que les fuera útil.
“La muchacha que fue a buscarme al hotel quería distraerme. Yo me di cuenta que era un monte de basura en medio de la ciudad y lo que se movía era gente buscando comida”, aseguró.
Meléndez Morales, quien es de padres puertorriqueños, siempre soñó con ser una diseñadora famosa. Pero esa experiencia en India fue como una epifanía para ella. Desde ese momento cambió el rumbo de su vida.
“En ese momento como que se me paró el corazón, tuve una reacción física. Cuando pasamos vi a esta nenita que los ojos de ella y los míos hicieron una conexión y ella tenía un libro y su hermano una fruta en la boca. Luego de eso tuve mucho problema con trabajar en ese sector porque empecé a preguntarles cuánto les pagaban a ellos. Tuve más consciencia de los derechos humanos, de la explotación y también de la parte que yo tenía como diseñadora. Yo inconscientemente estaba contribuyendo a eso. Después de eso decidí cambiar mi vida y siempre se me quedó el deseo de regresar a la India como voluntaria”, añadió
La joven, que se crio en Nueva York, renunció a su trabajo como diseñadora y a su sueño de alcanzar fama. Se mudó a Hawaii donde vivía su familia y allí trabajó en diferentes lugares por un salario de 10 dólares la hora, a diferencia de los $80 mil anuales que hacía en Nueva York.
Su nueva meta era regresar a India. Regresar al lugar que la motivó a mejorar la calidad de vida de quienes allí vivían.
“Me fui a Hawaii y dejé atrás esa idea de diseño, de querer ser rica, de querer ser famosa. Todo eso perdió significado para mí. Después de esa experiencia eso fue insignificante. En Hawaii empecé a organizar mi viaje a India, comencé a ahorrar y me compré un pasaje para darle la vuelta al mundo”, explicó.
De una vida de lujos a habitar entre la naturaleza
Una de las paradas que hizo Meléndez Morales fue en Australia, un país que había visitado anteriormente. Pero esa vez conoció a un hombre que le presentó una versión de Australia que no había visto. “El me presentó otro mundo y yo me enamoré de Australia. Allí me puse a trabajar como voluntaria”, explicó.
La puertorriqueña se casó y consiguió la ciudadanía australiana. Trabajó en lugares y haciendo cosas que nunca imaginó: visitando islas, ayudando a desarrollar proyectos de conservación, como cocinera, entre otros. Estando allá su madre murió y eso volvió a despertar en ella la idea de hacer algo por otros.
Su mamá le dejó cinco mil dólares de herencia y se propuso usar ese dinero de una manera que honrara su vida. Sin embargo, no sabía cómo. Aunque admitió no ser religiosa, miró al cielo y pidió una señal. Poco tiempo pasó cuando sintió que contestaban sus plegarias. Un día, mientras trabajaba, leyó un papel que decía “Want to teach english in Kenya?” y gritó “¿cuánto cuesta? ¿Cuatro mil dólares? Pa’llá voy”.
“Llamé y en mes y medio estaba con la mochila y las vacunas. Era el 1997, me fui sola y con 32 años de edad”, sostuvo.
En Kenia trabajó seis meses como maestra de inglés en una comunidad. Allí conoció a “Fred”, quien le brindó casa. Luego de su tiempo como maestra en África, regresó a Australia donde estudió Antropología y luego trabajó con comunidades de migrantes.
Actualmente se encuentra en Puerto Rico. Aunque es puertorriqueña, nunca antes había vivido en la Isla. Solo venía de visita con su familia en tiempos festivos. Hoy, luego de una vida ayudando a personas de otros países, sintió la inquietud de unir todos sus conocimientos para trabajar por su país de origen.
“Ahora que estoy viviendo aquí y digo, ‘cara… por qué no vine hace 10 años”, señaló entre risas.
Pero desde la distancia se encuentra trabajando con un proyecto que busca poder ayudar a instalar un sistema de energía solar en el Mama Ann’s Odede Health Center que desarrolló su amigo Fred en el área occidental de Kenia. Fue una promesa que ella le hizo por la oportunidad de ser parte de su comunidad y familia.
“El problema más grande que tienen en el hospital es la electricidad. Dice que la mayoría de las noche hay apagones y los doctores tienen que hacer operaciones con velas. Yo le pregunté a Fred cuánto salía arreglar eso y me dijo que 20 mil dólares, pero como yo no tenía esa cantidad me comprometí a ayudarlo de otra manera”, explicó.
A Meléndez le surgió la idea de reunir todas las fotos que había tomado durante el tiempo que estuvo en África, crear un libro para la venta y todas las ganancias que obtuviera donarlas al hospital.
“Yo quería representar la comunidad africana celebrando su cultura, su productividad, su creatividad y su espiritualidad como pueblo y sacar los estereotipos de que son pobres y el ‘ay bendito’. Por favor, que no vean mi trabajo y digan ay bendito porque eso es robarle la dignidad de ellos. La gente que yo he conocido es más fuerte que muchos que conozco de otros países. Ellos saben producir su comida, ellos saben trabajar 14 horas al sol. Son una gente tan poderosa y fuerte que debemos admirarlos y aprender de ellos”, insistió
“Desde que llegué aquí cada día encuentro otra persona que me fascina”
Meléndez Morales, contó a Diálogo que cuando les anunció a sus amigos que se mudaría a Puerto Rico muchos reaccionaron sorprendidos porque lo que conocían del país eran cosas negativas, como la crisis económica, la criminalidad y la migración masiva. Sin embargo, la intrépida puertorriqueña mencionó que “no entiendo cómo sale tanta noticia negativa si hay tanto que celebrar en este país”.
“Desde que llegué aquí cada día encuentro otra persona que me fascina. Quiero empezar a escribir un blog porque mucha gente de Australia no conoce de Puerto Rico, muchos me dicen loca porque me fui sin trabajo. Yo vivo con fe y digo que lo que tiene que pasar va a pasar y va a ser perfecto”, dijo.
La puertorriqueña llegó a la Isla para empezar desde cero. No tiene trabajo, vivienda estable ni transportación, pero las ganas de contribuir con sus habilidades le sobran. Explicó que hace algunos años decidió no trabajar ocho horas diarias, sino que ahora busca trabajar a nivel comunitario desarrollando proyectos culturales. Entre las ideas que espera desarrollar en Puerto Rico están el crear talleres de fotografía y grupos de bomba para promover la cultura. Además, también busca vender su libro de fotos en la Isla pero en una versión más pequeña.
“El sentido de alegría que yo siento por estar en esta tierra es algo que no puedo explicar. Mi mamá murió a los 54 años y el último sueño de ella era llegar a este país, pero murió antes de poder venir. Cuando llegué aquí y toqué tierra yo sentí a mi mamá y ella me dijo: ‘gracias por volver a mi tierra’”, narró la también maestra de yoga.