Hoy me uno a los compañeros del periódico digital Diálogo y es mi interés compartir con ustedes experiencias relacionadas con mi labor docente tanto en la universidad privada, como lo es la Interamericana de Puerto Rico en mi pueblo Arecibo; como también en la universidad pública, mi alma máter, la UPR en Río Piedras. Desde hace más de una década imparto clases básicas de Español, de Gramática superior y también de Redacción a estudiantes subgraduados a los cuales saludo a través de este medio. Además, he tenido la oportunidad de enseñar cursos graduados relacionados con el fascinante tema del español en Puerto Rico. Más o menos ese mismo tiempo llevo también colaborando con el College Board de Puerto Rico a través de talleres para maestros, edición y redacción de pruebas, entre otras.
En los últimos años, creo que todos los que practicamos la docencia, hemos notado la enorme influencia que ha tenido la tecnología sobre los estudiantes universitarios; estos se encuentran continuamente “conectados”, específicamente a sus celulares, a los cuales miran en todo momento y no ha sido solo una la ocasión en que, por lo menos yo, he tenido que “llamar la atención” para que dejen el celular y atiendan a la clase.
Intrigada por la forma en que veo que se “sumergen” los jóvenes en ese mundo y sorprendida por el número de personas con quienes se relacionan a través de las redes sociales (en algunos casos rondan los miles), en una ocasión les pregunté: Oigan… ¿cómo ustedes saben si la persona con quien hablan les está mintiendo? La contestación para mí fue inesperada ya que más de uno me contestó: “Pues, profe, si se tarda mucho en contestar o si contesta con pocas palabras, pues eso es indicio de que está mintiendo”.
A partir de ese momento, todos mis estudios de lingüística se activaron en el cerebro y me di cuenta de que los estudiantes estaban “compensando” la falta del estímulo del lenguaje no verbal, con todo lo que este encierra (expresiones de la cara, tono, postura…) con otro tipo de estímulo que solo es inferido por los conocedores de esa forma de comunicarse y que se produce específicamente dentro del contexto virtual.
Para hacer el cuento largo, corto; todo esto produjo una investigación enmarcada dentro de la Ciberpragmática, término acuñado por Francisco Yus, profesor de la Universidad de Alicante en España. Yus (2001) describe las estrategias discursivas que utiliza el hablante (usuario) cuando sus intercambios comunicativos se realizan en ambientes virtuales y brinda nuevas formas para analizar los fenómenos que se producen en los mismos.
No voy a entrar en detalles teóricos ni mucho menos a aburrirlos con términos relacionados con la investigación lingüística, eso estará bien para el congreso sobre estudios del discurso donde se presentará próximamente el trabajo, pero si quiero compartir algunos de los hallazgos que llamaron poderosamente mi atención y que creo podrían ser de utilidad conocerlos.
Ya les comenté que una de las formas para inferir mentira de un intercambio comunicativo puede ser el tiempo en que se tarda en contestar el interlocutor como también la cantidad de palabras con las que se conteste; otra clave provista por los estudiantes fue el cambio de tema o alteraciones en la forma de escribir. Las expresiones pueden o no estar acompañadas de emoticones, memes o gifs que fortalecen la expresión y también se necesita, aunque no es indispensable, un cierto grado de confianza entre los que intervienen en la comunicación mediada por computadora.
Otra de las expresiones que se investigó y para la cual siempre pensé que era casi imprescindible el lenguaje no verbal es la ironía; cuando se cuestionó en torno a este aspecto, los hallazgos produjeron el uso de las comillas, los puntos suspensivos, el alargamiento vocálico (Siii, tú sabes que me gusta taaanto la clase de cálculo!!!). Todos ellos bastante perceptibles, sin embargo, lo que me produjo una conmoción total fue la interjección JA; yo como ignorante de este asunto siempre pensé que una expresión como esa no tenía otra interpretación que no fuera la de alegría, sin embargo, los entrevistados, especialmente a través de grupos focales, me indicaron que un JA, JA (con o sin signo de exclamación al final y créanme hasta escrita con acento) le imparte al enunciado un carácter de indicar lo contrario a lo que se afirma.
Por ultimo, para inferir menosprecio o desdén, el más mencionado e impactante fue la utilización de la expresión Ok; atrás quedó la concepción de la misma solamente como sinónimo de “bien” o “de acuerdo”, ahora el (OK.) en mayúsculas y con un punto final significa, según los participantes del estudio, que ya no vale la pena hablar contigo y por favor quítame de tus contactos, así de tajante es el asunto.
Para terminar, tengo primero que aclarar que los participantes indicaron que era bien difícil ser totalmente certeros tanto en la inferencia de estas expresiones como en el hecho de que todos los usuarios de este tipo de comunicación utilicen los mecanismos mencionados, sin embargo durante el año y medio en que se produjo la recopilación de datos, los anteriores y otros más de los cuales espero tener la oportunidad de escribir en alguna otra occasion, fueron los constantemente señalados y/o corroborados por los diferentes participantes del estudio. Una de las entrevistadas, la estudiante de Comunicación Pública, Michelle Estades, periodista de este periódico, brindará próximamente su perspectiva desde ese otro lado de la situación comunicativa.
Espero que esta columna les haya provisto de algún conocimiento sobre este complejo fenómeno que es la comunicación en el mundo virtual.