En la cotidianidad universitaria siempre hay algún personaje que puede ocasionar, desde una sonrisa hasta un gran gesto de asombro. Otros, logran ser inolvidables pues, no tan sólo se pasean por el Recinto, sino que representan a su Alma Mater en cada rincón que se encuentren. ¿Por qué a mí?, me preguntaba Don Goyo mientras nos dirigíamos a un lugar donde pudiera llevar a cabo la entrevista. Quizás pensaba que es simplemente el director de la Tuna de la Universidad de Puerto Rico (UPR), pero Don Goyo es mucho más que eso.
Gregorio Acevedo, ponceño de corazón, se pasea por la Universidad con un gran parecido a los héroes de las novelas caballerescas. Incluso, muchos lo relacionan con ese conocido personaje Don Quijote de la Mancha. Y es que de observarlo es fácil remontarse a ese lugar de la Mancha. Su capa roja, la barba blanca, el pantalón negro, los largos cintillos que le adornan su vestido, y la pandereta que no deja de sonar en sus manos, hacen de él un retrato idóneo de la época. Y es que sin duda, ha tenido una vida de caballero. Nace en un arrabal en Ponce donde es criado junto a sus hermanos por su madre Virginia. Asegura que haber crecido en estas condiciones y el ejemplo de su progenitora, impulsaron en él las ganas de llegar lejos. Con esto en mente, llega a la UPR, Recinto de Río Piedras como estudiante y desde ese momento no ha podido separarse de su Alma Mater. “Estudié Administración de Empresas, pero mi especialidad real es la esgrima. El primer deporte que practiqué en la universidad fue el judo. De ahí fue que pasé a la esgrima y me quedé hasta el día de hoy”, comentó acerca del comienzo de su carrera deportista la cual está repleta de logros que van desde ser parte del Salón de la Fama de los Deportes en Ponce hasta recibir la Medalla de Honor al Mérito de la Confederación Centroamericana y del Caribe, en Venezuela. Este atleta asegura que no ha recibido honor más grande en el deporte que la celebración de la Copa de esgrima Gregorio Acevedo, celebrada en febrero del año pasado. “Pensé que era de sable solamente, pero cuando fui allí la Copa Gregorio Acevedo se dio en las tres armas –espada, sable y florete- y en ambas categorías, masculino y femenino. Lo más grandioso del asunto es que cuando fui allá todo el mundo me conocía aunque yo no sabía quiénes eran”, expresó efusivamente.
Después de conocer al Don Goyo de espada y sable, comienzo a relacionarme con el Goyito que viste de capa y cintas dando saltos al ritmo de una pandereta. Ese que afirma que lo más que disfruta de su trabajo es estar con la juventud. “No hay mejor cosa que eso porque te mantienen joven desde el punto de vista mental, (ríe) las canas no engañan. Animan a uno, protegen a uno y te enseñan”. Y es que su agilidad, constante sonrisa y gran entusiasmo, ponen en evidencia el efecto que sus tunos y la Universidad han tenido sobre él. “Han atrasado el concepto de ancianidad”, dice jocosamente. Comprometido en recrear el concepto de Alma Mater, que según él se ha perdido, emprende su día jovial y contento. “La Tuna tiene que tener alegría, representar a la Universidad y sobre todo, quererla”, comenta acerca del compromiso de los tunos con la UPR. Sin duda alguna, Don Goyo siente mucho amor y un gran sentimiento de gratitud hacia el Recinto riopedrense de la UPR. Al preguntarle acerca de la razón por la que siente ese aprecio y respeto hacia la institución que lo formó, no titubeó en contestar, “Fue en la Universidad donde encontré la gente que me trataba con mayor sinceridad y que me respetaban como persona. Además conocí un edificio que me impactó, la Torre de la Universidad. Creo que en este país no hay estructura más maravillosa que esa. Cuando uno quiere pensar en las cosas negativas de la UPR lo que hay que hacer es pararse cinco segundos frente a la Torre y darse cuenta que no importa lo que pase ésta sigue siendo la mejor de las universidades”.
Ya casi por acabar el extenso interrogatorio, no me quería despedir sin preguntarle si se dejaba guiar por alguna cita o anécdota para ejercer su labor como director de la Tuna y como atleta, a lo que respondió sonriente, “Mi único deseo es seguir siendo un ejemplo para la juventud. Tratar de que los jóvenes no se conviertan en viejos antes de tiempo y llevar alegría, que es la madre de la vida”.