Hay evidencia que indica que los pollos fueron domesticados hace unos 6,000 años, pero que las peleas de gallos comenzaron hace unos 3,000. Se dice que los persas introdujeron los gallos de pelea en Grecia hace unos 2,500 años.
Se ha dicho que el famoso general Temístocles (sí, el mismo de la película 300), previo a una de las batallas, puso a pelear a unos gallos para inspirar a sus hombres con la valentía de las aves. A su vez, los romanos, que disfrutaban de ver animales peleando, adquirieron los gallos de los griegos. Aparentemente, Rodas era famosa por los gallos de pelea que producía.
Antes de que las peleas de gallo se convirtieran en un “deporte”, la valentía de los gallos era admirada y respetada. Los antiguos griegos y romanos consideraban a los gallos como seres asociados a algunos de los dioses (Marte, dios de la guerra, por ejemplo).
En la Grecia antigua, las peleas de gallo, por lo general, se llevaban a cabo en templos y al perdedor, se le trataba como una divinidad. Este era colocado en un recipiente de oro, cubierto con ungüentos olorosos, previo a ser incinerado.
No se sabe exactamente quién introdujo los gallos en España. Pero se consideran entre las posibilidades a los fenicios, romanos y moros. Lo que está claro es que los españoles los introdujeron al Nuevo Mundo.
Los pollos, incluyendo razas de pelea, tienen que haber estado entre las primeras aves introducidas en nuestra Isla. Actualmente, en Isla de Mona, tenemos pollos ferales que es posible hayan sido introducidos en dicho islote en el siglo 16.
De otro lado, fueron los británicos los que llevaron los gallos a los Estados Unidos. Personalidades como George Washington y Abraham Lincoln, fueron jugadores de gallos. Las peleas de gallos se hicieron tan populares en los Estados Unidos que se dice que el ave compitió como representante al ave nacional y perdió por un voto con el águila calva.
Sin embargo, muchos consideraron las peleas de gallos como abominables. Por ejemplo el estado de Georgia, las prohibió en el 1775 e Inglaterra hizo lo mismo para el 1849 y así, sucesivamente, ocurrió en muchos otros países. España, que todavía permite las corridas de toro (excepto en Cataluña), prohibió las peleas de gallos en el 1991 (excepto en la región de Asturias).
La presión de los grupos que protegen los derechos de los animales, virtualmente, ha obligado al Congreso estadounidense a legislar para que se prohíban las peleas de gallos en todos los estados (ya hay muchos que las prohíben) y sus territorios.
De ser así, Puerto Rico se vería obligado a acatar dicha regulación. Pero no es la primera vez que la Isla se enfrenta a una situación como esta. En el 1898, el gobierno militar norteamericano prohibió las peleas de gallos en la Isla, no por el asunto de los derechos de los animales, sino por las apuestas. Pero estas siguieron llevándose a cabo furtivamente, particularmente en los campos. En 1933 el gobernador Gore las legalizó nuevamente a pedido de personalidades como Rafael Martínez Nadal.
¿Es un deporte?
Todavía hay muchos que creen que a los gallos se les enseña y se les obliga a pelear. Como muchos otros animales (mantis religioso, peces beta, lagartijos, antílopes, etc.), estos pelean, de forma natural, en defensa de sus territorios y para tener derecho sobre los recursos alimentarios y las hembras en este.
Sin embargo, en el estado silvestre, usualmente, estos combates no son a muerte y el más débil de los combatientes suele dejar la “batalla”. No obstante, en el caso de los gallos, a través de la selección de los animales más valientes y bravos, se han desarrollado especímenes que no se huyen y que pelean hasta la muerte.
En todo este asunto de los gallos hay una pregunta obligada. ¿Las peleas entre animales deben considerarse un deporte? Se define deporte como una actividad en donde están envueltas habilidades y fuerza y en donde un individuo o grupo de individuos compiten unos contra otros, para su entretenimiento. Si utilizamos esta definición no podemos incluir como deporte las peleas entre animales, y mucho menos aquellas en donde el perdedor, por lo general, muere.
Pero aunque no sean un verdadero deporte, las peleas de gallos se consideran un pasatiempo o entretenimiento (en Andalucía, por ejemplo), una fuente de trabajo (se dice que los gallos generan unos 20,000 empleos en Puerto Rico), o una tradición cultural, que ha pasado de una generación a otra.
Llegué a jugar gallos y esto me llegó a través de mi familia. En mi familia hubo gente que se dedicó a la venta de gallos y otros a pelearlos. Mis vecinos tenían gallos y hasta me pagaban por ayudarlos a ejercitarse. Así, que cuando era un muchacho, las personas más respetables y honorables de mi pueblo (Utuado) jugaban gallos.
El lado negativo que siempre tuvieron, lo fueron las apuestas. Alguna gente pobre jugaba lo que no tenía. Otros, incluyendo adinerados, jugaban hasta algunas de sus propiedades y las perdían. Y como este era un deporte de caballeros, el que perdía, siempre pagaba.
Sin embargo, no podemos tapar el cielo con la mano. Las peleas de gallo son una actividad, violenta, sanguinaria y brutal en donde, como gladiadores, se preparan unos animales para que mueran en el ruedo. Muchos de los que no mueren en una pelea, quedan maltrechos, algunos tuertos, otros ciegos e inclusive paralíticos.
Actualmente hay un sinnúmero de organizaciones que defienden los derechos de los animales (People for the Ethical Treatment of Animals, PETA, por ejemplo) y se oponen a cualquier actividad (inclusive a experimentos bonafide), en donde se le pueda causar daño o algún sufrimiento a los animales.
Además, hay una serie de leyes que protegen los animales, y a tales efectos entiendo que las peleas de gallos tienen los días contados.
Uno de los aspectos negativos de este asunto es que hay razas de gallos que son sumamente hermosas, fuertes y resistentes. Al prohibirse las peleas de gallos, muchas de estas razas desaparecerán, porque la única razón por la cual se mantienen es por su capacidad para pelear.
Muchos de estos linajes que pudieran tener en el futuro un uso práctico (ej. animales más resistentes a enfermedades) se extinguirán.
Finalmente, y no menos importante, no creo que PETA o el congreso americano sean los que deben determinar el futuro de las peleas de gallos en Puerto Rico. Esto debe ser un asunto a decidirse por los puertorriqueños.