La distensión entre los estados coreanos tiene precedentes históricos en la détente (término francés que alude a una disminución en las tensiones políticas entre dos naciones) que experimentaron Estados Unidos y la Unión Soviética durante la década de 1970 y una segunda distensión entre estas potencias entre 1985 y 1999.
En ambos casos confluyeron factores favorables a un acercamiento, a una distensión en las relaciones y al establecimiento de mecanismos, por medio de negociaciones diplomáticas, de control de riesgos en el ámbito estratégico.
Los mencionados ejemplos condujeron a los tratados Strategic Arms Limitation Talks (SALT) en la década de 1970 que dieron inicio al desarme entre las superpotencias. En la década de 1990 se firmaron los Strategic Arms Reduction Treaty (START), que continuaron garantizando un control del armamentismo nuclear entre ambos.
En el actual acercamiento entre las Coreas, al igual que durante la détente de los 1970, confluyen factores favorables a una distensión en las relaciones. En el lado de la República de Corea (Corea del Sur), las circunstancias incluyen a un presidente (Moon Jae-in) liberal y conciliador, quien desde su campaña electoral propuso un acercamiento en la península coreana.
Su política dio un giro significativo tras la política de la anterior presidenta Park Geun-hye, quien había asumido una política más unilateral y conflictiva ante la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte).
Desde la perspectiva de Corea del Norte, los factores que favorecen una distensión incluyen la necesidad de lograr el levantamiento de las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, las cuales ya están afectando significativamente su economía.
El gobierno de Corea del Norte ha manifestado su interés en desarrollar la economía, lo cual resultaría muy difícil si el país continúa con su política de “Junche” o desarrollo autónomo.
También coinciden otros factores como la presión de China, su único aliado, y de Rusia, uno de sus pocos amigos, para que consienta a una distensión en la península. China y Rusia también temen una nueva guerra en la península que, en caso de perderla Corea del Norte, acercaría a las fuerzas estadounidenses a sus fronteras, situación inaceptable para ambos.
La experiencia de la détente tiende a indicar que estos acuerdos entre rivales ideológicos y con intereses encontrados no tienden a ser permanentes y podrían llegar a su fin si los factores favorables cambian en el futuro. Sin embargo, ello no debe ser óbice para que no se continúe negociando.
Lograr un acercamiento durante una o dos décadas pudiera ser altamente beneficioso, no solo para ambos sino para toda la humanidad puesto que la península es una de las regiones de mayor riesgo de conflicto nuclear a nivel global.
En la historia del conflicto entre las Coreas hay un solo ejemplo de distensión. Ocurrió a finales de la década de 1990 cuando la administración del expresidente Bill Clinton logró negociar un acuerdo para que Corea del Norte renunciara a las armas nucleares a cambio de que Estados Unidos le ayudara a desarrollar energía nuclear para usos pacíficos.
En aquella ocasión el secretario de Energía de Estados Unidos, Bill Richardson, negoció con Corea del Norte dicho acuerdo y las relaciones entre las dos Coreas y de Corea del Norte con Estados Unidos se distendieron.
Sin embargo, al advenir George W. Bush a la presidencia de Estados Unidos en 2001, Estados Unidos se retiró del acuerdo, conduciendo a Corea del Norte a reanudar su programa nuclear militar.
Uno de los aspectos preocupantes de la actual situación es la política de Estados Unidos. El presidente Donald Trump ha endurecido durante los últimos meses su política exterior con el nombramiento de John Bolton, exfuncionario de Bush, como Asesor de Seguridad Nacional y con la destitución del moderado Rex Tillerson como Secretario de Estado y su reemplazo con Mike Pompeo, mucho menos conciliador.
Si Corea del Norte percibe que Estados Unidos solo quiere un acuerdo unilateral y no está dispuesto a realizar concesiones, todos los logros realizados hasta el momento y desde el acercamiento entre las dos Coreas desatado por la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur podrían colapsar.
Esta es una posibilidad que no debe descartarse ya que estos funcionarios de la administración Trump se han distinguido por su unilateralismo, su inclinación por soluciones militares y su escepticismo respecto a la diplomacia y las políticas conciliadoras.
En su cosmovisión sólo importan los intereses estadounidenses de forma unilateral. Estos funcionarios no captan que las concesiones diplomáticas siempre se realizan de forma mutua, axioma que sí entendía la administración Clinton.
De hecho, ya Bolton ha comenzado a realizar declaraciones que pueden colocar todo el proceso en peligro y recientemente Corea del Norte anunció que cancelaba una próxima cumbre con Corea del Sur por la realización de maniobras militares conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur.
Estados Unidos no parece comprender que estas maniobras están a destiempo y que convendría posponerlas para impedir cualquier justificación de Corea del Norte para retirarse de las negociaciones.
Las escenas del presidente de Corea del Sur, Jae-in y el líder Supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, estrechando manos y cruzando de una Corea a otra en el paralelo 38 constituyen una oportunidad única que difícilmente podría volver a repetirse si no se aprovecha el deshielo actual. Incluso Corea del Norte anunció recientemente un desmantelamiento de una facilidad nuclear.
La actual coyuntura debería tener como objetivo un tratado permanente de paz entre ambas Coreas y entre Corea del Norte y Estados Unidos, lo cual nunca ha existido desde el fin de la guerra en 1955, cuando sólo se firmó un armisticio.
Sería fundamental que Estados Unidos maneje la situación con el mayor tacto y diplomacia posibles y que analice cuidadosamente cómo la administración Clinton manejó la situación exitosamente durante la década de 1990.
Lamentablemente, esta posibilidad no está necesariamente garantizada tratándose de una administración impredecible y poco conciliadora como la del presidente Trump.