Diana Bruno es una joven universitaria que se levanta todos los días a las 4:30 a.m. para lactar a su bebé Shamil y preparar a su “nene grande”, Félix, de 10 años, para ir a la escuela.
Diana, de 28 años, tuvo a su primer hijo a los 17, llegando a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPRRP). En ese momento era madre soltera, ya que el papá del niño se fue del país. Algunas personas se sorprendían al verla con su hijo, probablemente debido a que es una joven de baja estatura y con un rostro juvenil que la hace aparentar menos edad.
Mientras hacía su bachillerato, la Red de Cuido de la Universidad le ayudó en el cuidado de su hijo. Aun así, había ocasiones en las que Diana tenía que llevar a Félix a sus clases nocturnas, por lo que este pronto se convirtió en una figura conocida entre sus compañeros universitarios.
“Mi nene ha vivido aquí en la Universidad, tú le preguntas y él es más de la Iupi que tú y que yo”, resaltó la joven con un brillo único en sus ojos claros. Agregó que la conocían más por el nene que por ella misma.
Diez años después, Diana volvió a vivir la experiencia de ser madre y estudiante con su segundo niño, Shalil, solo que esta vez se encuentra realizando su maestría en la Escuela Graduada de Planificación. Asimismo, cuenta con el apoyo de Adrián Robles, su esposo y padre de Shalil.
Adrián, también alumno de la Escuela Graduada de Planificación, asegura que todo ha estado yendo “súper cool”, ya que sus compañeros de clase son muy comprensivos y amables.
Durante el día, Diana se queda con el bebé mientras hace diligencias con su suegra o trabaja como asistente de cátedra. Por su parte, Adrián trabaja de manera independiente en la industria fílmica y actualmente realiza un internado. Aun así, ambos son estudiantes graduados con carga académica completa.
Por las tardes, ambos se turnan para quedarse con Shalil y estudiar, y en el caso de que los dos tengan clases, cuentan con la ayuda de sus respectivas madres y de la hermana de Diana.
Diana y Adrián salen de sus clases a eso de las 9:00 p.m., van a buscar al “cabezón”, como le dicen cariñosamente a Félix, y regresan a su casa en Vega Alta con la esperanza de dormir unas horas.
Los retos
Estudiar y ser padres a la misma vez no es fácil. Diana y Andrés señalan, por ejemplo, que ya no tienen mucho tiempo disponible para el ocio. Admiten que ser estudiantes con hijos conlleva una carga adicional que requiere ser muy disciplinado.
“Uno se atrasa y tiene que negociar con los profesores… Tienes que sacrificar el tiempo de otras cosas”, destacó Diana, añadiendo que el tiempo libre es para compartirlo en pareja. “Es más como familia… que está súper porque eso era lo que queríamos”, explicó.
Las limitaciones de los servicios universitarios para el cuidado de hijos de estudiantes (en cuanto a horarios, cupo y edades de los niños) limita a su vez a los padres, ya que tienen que hacer malabares para poder dejar a sus hijos con familiares mientras estudian o en última instancia, llevarlos consigo al salón de clase.
El dinero también es un gran reto. Diana recibe un salario fijo, pero como Adrián trabaja por su cuenta, el ingreso varía según la cantidad de trabajo que este tenga. Por esta razón, la pareja ha tenido que acudir a préstamos. “Si no conseguimos trabajo cuando nos graduemos, imagínate”, expresó Adrián. “Estamos apostando al futuro, a que las cosas van a estar mejor”, añadió.
Servicios universitarios
Para ayudar a los estudiantes con hijos, el recinto riopedrense cuenta con un Laboratorio de Infantes y Maternales que brinda servicio de cuido a niños cuyas edades fluctúen desde recién nacidos hasta los 2 años y 11 meses. Este servicio atiende tanto a estudiantes subgraduados como a graduados, siempre y cuando estos tengan una carga académica completa. El estudiante que tenga a su hijo en este programa puede dejarlo allí mientras asiste a sus clases. Nylka Torres, directora del Laboratorio de Infantes y Maternales, indicó que ese espacio es más que un simple cuido y se asimila más a una escuela preescolar, ya que fomenta el desarrollo integral de los niños. Aunque el servicio por lo general es gratuito, Torres señaló que “todos los casos son diferentes”, por lo que se examinan varios factores para determinar si el estudiante deberá aportar o no económicamente. Sin embargo, aun cuando representa una ayuda para los estudiantes subgraduados que tienen hijos, el laboratorio solo cuenta con dos salones, por lo que solo 18 niños pueden beneficiarse de este. El Decanato de Estudios Graduados e Investigación de la Universidad también cuenta con un programa que provee servicios de cuido a padres que estudien en el recinto. El Programa de cuido de hijos generalmente atiende a niños menores de 12 años y 11 meses. El fin de este programa es brindar un alivio económico al estudiante, ya que cubre completa o parcialmente el gasto en que el joven incurriría para tener a su hijo en un cuido privado. No obstante, solamente los estudiantes graduados cualifican para recibir este servicio. Diana entiende que el servicio de cuido de la universidad debe ser fijo, más accesible y con mayor promoción, ya que conoce muchas madres estudiantes que no sabían acerca de este programa. Por su parte, Adrián sostiene que las ayudas económicas deben ir más allá del mantengo o “hand-outs”. Sugirió que se deben brindar talleres educativos que estén enfocados a la sana convivencia, relaciones interpersonales y a evitar la violencia. Sobre el futuro Diana y Adrián consideran mudarse luego de terminar la maestría, algo que Adrián lamenta, ya que no quisiera irse. Ambos están investigando sobre algunos estados y Diana indicó que si surgiera una oportunidad en otro país del mundo (que no fuese Estados Unidos) también lo considerarían. Dentro del caos cotidiano, la pareja coincide en que lo que más les causa felicidad es la familia. “Los nenes, la sonrisa del bebé, la sonrisa del otro cabezón… y nosotros estar juntos, dentro de todo ese revolú pues tenernos el uno al otro”, expresa Diana mientras intercambiaba una cariñosa mirada con su pareja. La autora es estudiante de periodismo en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico. Este texto se produjo para el curso Redacción Periodística II (INFP 4002), que dictó la profesora Odalys Rivera el pasado semestre. |