Por: Carmen A. Figueroa Guzmán
En los últimos años hemos visto como se ha agudizado la problemática del abasto de los recursos naturales en la isla.
Hemos sido testigos de cómo una sequía ha impactado nuestras vidas a nivel social y gubernamental. Nos vimos obligados a realizar cambios en nuestras rutinas diarias, particularmente en la temporada veraniega, para no quedarnos sin el preciado líquido del que tanto dependen muchas de nuestras tareas cotidianas.
Las sequías en Puerto Rico han evidenciado el problema de manejo de nuestros recursos naturales. Puerto Rico, por su naturaleza geográfica, es susceptible a los cambios climáticos que cada año trastocan nuestra economía y subsistencia como país. Sin embargo, vemos que según van pasando los meses y/o años no se ve que haya una legislación que demuestre que se está tomando acción para erradicar el problema. Y si existe alguna legislación, no hay evidencia de que se haya puesto en práctica.
Luego viene la época de tormentas, provocada por el exceso de calor que ocasionó la sequía durante el periodo veraniego. Es aquí donde vemos las consecuencias de la inacción por parte de nuestra sociedad puertorriqueña. ¿Por qué? Pues es porque durante la época lluviosa y/o de tormentas es que ocurren las inundaciones repentinas.
Es aquí donde vemos el problema de planificación y construcción de nuestras estructuras. No respetamos el curso natural de nuestros ríos y quebradas al imponerles una nueva ruta que beneficia nuestra construcción. Pero cuando llegan las tormentas y los cuerpos de agua reclaman lo suyo, lo primero que escuchamos es los lamentos de la población cuando pierden sus bienes.
También tenemos el problema de las alcantarillas que, debido a su falta de mantenimiento por parte de los municipios y/o del gobierno estatal, no cumplen con su función primordial y al final representan un problema adicional. Esto es sin contar con nuestros embalses que, cuando llega un evento atmosférico o un sistema de lluvia favorable, demuestran la poca capacidad que tienen de almacenamiento de agua.
Uno diría que quizás, para el tiempo que se construyó no contábamos con que recibiríamos bastante lluvia sin embargo, es todo lo contrario. Es la falta del dragado y la acumulación de sedimento en nuestras represas pequeñas y embalses la que ocasiona que tengan muy poca capacidad; obligándonos a desperdiciar más agua de la necesaria.
Pero con el pasar de los meses, la historia se repite. Una vez ocurridos estos eventos desagradables es que surgen varias figuras políticas a anunciar medidas que “arreglarán” el problema de dragado de embalses, la sequía y un sin número de cosas más. No obstante, esto solo se queda en palabras y una vez llega la temporada “seca”, en Puerto Rico no se toma ninguna acción para prevenir que pasemos por la misma situación anualmente.
Somos reactivos, no proactivos. Esperamos que las cosas pasen para entonces decir que vamos a hacer algo. En la mayoría de los casos no buscamos la forma de prevenir las situaciones, o de minimizar el impacto. Y es por ello que, lamentablemente estamos encerrados y cegados ante la misma burbuja de situaciones extraordinarias que fácilmente se pudieron haber evitado no solo por el sector gubernamental y/o privado; sino por la comunidad misma.
Nota : La autora es escritora y periodista, egresada de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.