La idea del hombre o mujer de estado que ha pasado por el puesto de máximo poder y se retira del servicio público activo presupone una mirada que va más allá de las ideologías partidistas. Pero, ¿cómo alejar del Partido Popular Democrático, a una entidad que lleva el nombre de Luis Muñoz Marín? ¿Cómo mantener distanciado al Partido Nuevo Progresista de una figura como Luis A. Ferré? Ése ha sido durante años uno de los esfuerzos puntuales para que tanto la Fundación Luis Muñoz Marín (FLMM) como la Fundación Luis A. Ferré (FLAF) mantengan un funcionamiento alejado de bipartidismos. Aunque no ha sido ese siempre el caso, pues apenas en abril de este año se llevó a cabo la primera actividad en la que ambas organizaciones trabajaron en conjunto. “Eso es un tema complicado pero que ha estado claro para nosotros desde el primer día. Esta es una fundación privada y sin fines de lucro. Hay un marco legal que lo establece, los partidos políticos son otra cosa y en la manera en que el PPD financiara esto, seríamos otro tipo de institución. Nunca hemos recibido donativos ni tampoco los hemos pedido y no hay razón para que el Partido Popular se sienta que tiene que ofrecer un donativo. Toda aportación debe ser de carácter personal”, apunta el director de la FLMM, licenciado José Roberto Martínez, quien aprovechó para explicar que parte de la manera de mantener la transparencia en ese sentido ha sido el hecho de que siempre en la conformación de la Junta Directiva ha habido personas de ideologías políticas contrarias. Uno de los casos más notables, es el del candidato a la gobernación por el PNP, Luis Fortuño, quien integró la junta por alrededor de 4 años y el de Don Ricardo Alegría. De igual manera lo plantea la Fundación Luis A. Ferré, entidad que se ha dedicado a la promoción de las bellas artes y la educación, así como otras manifestaciones culturales; incluido su proyecto central, el Museo de Arte de Ponce. Con relación a la ideología política de los integrantes de la Junta Directiva, la portavoz de la Fundación Marta Michelle Colón Santana establece a través de una entrevista por correo electrónico que “desconocemos las ideologías políticas de los síndicos porque no es éste un requisito para el puesto”. A pesar de este esfuerzo de mantenerse al margen de lo político que parece estar adherido a las filosofías de ambas fundaciones, no ha podido lograrse ese propósito del todo. Más aún si el tema son las asignaciones de fondos públicos. Así lo aclara el licenciado Martínez de la FLMM. “Inicialmente nos nutrimos de donaciones personales de individuos y de corporaciones también. Salíamos a la calle a buscar dinero como cualquier fundación e hicimos dos colectas grandes, la primera para comprar este edificio en el 1982 y una segunda colecta para construir el edificio del archivo”, indicó Martínez. A partir del presupuesto del año fiscal 1981-1982, ya siendo gobernador Romero Barceló, hubo en el País un gobierno compartido. En esa época se presentó un proyecto en el que se colocaron alrededor de 150 organizaciones sin fines de lucro de todo tipo entre las que se ubicó a la FLMM con un presupuesto asignado de 50 mil dólares al año. “Ahí ya estaba la fundación Luis A Ferré con una cantidad muy superior a esa en ese momento. Se llegó a una especie de pacto de que se nos iba a homologar poco a poco a lo que recibía en su día la Fundación Luis A. Ferré”, indica Martínez sobre la primera relación de la Fundación con los fondos públicos que año tras año fueron aumentando hasta que una vez iniciado el gobierno de Pedro Rosselló sus fondos fueron congelados y no recibieron un aumento en ocho años. “Cuando hubo la pelea fuerte entre Rosselló y El Nuevo Día, una de las formas en que Rosselló tomó cartas en el asunto fue congelarle la asignación también a la Fundación Luis A. Ferré. Ferré estaba vivo e hizo una gran labor para lograr que le devolvieran los fondos. Logró no solamente que le descongelaran (los fondos), sino que le aumentaran de golpe a un millón de dólares al año y eso se hizo en el tropel del 30 de junio que se aprueban 300 medidas y nadie sabe ni lo que se está aprobando”, recuerda Martínez, quien a su vez cuando entra al poder Sila M. Calderón realizó su gestión de cabildeo a favor de la FLMM. “Lo hicimos porque si es legítimo para las entidades hermanas, para nosotros también lo es”, dice. Finalmente, en el presupuesto para el año fiscal 2002-2003 se establecieron los mismos parámetros para ambas entidades y desde entonces ambas reciben un millón de dólares al año. “Ahí nos hemos quedado y difícilmente se aumente en mucho tiempo”, asevera dejando de manifiesto la dificultad para que cualquier entidad ligada a una figura política se vea libre del peso de los ideales que ese nombre representa.