Quizás un asteroide no sea la mejor forma de volver a sitio alguno, pero así aterrizó Rita Indiana de vuelta a su isla. Quizás un satélite lleno de arena y dominicanos, un infierno con criaturas delicadas de papel maché, es la mejor descripción de la sensación que puede sentir una artista con ganas de joder en estas latitudes húmedas. Rita no sólo retorna a su tierra, sino que nos da un paseo por un folclor que ha sido explotado al máximo por la rama comercial de lo tropical. La performera de la vecina isla, aunque a veces de otras, se enfrenta a la rama multimediática pero esta vez desde la música popular. Como toda una campeona de la autogestión, la escritora/…etc… no sólo produce su propia música sino que la acompaña con vídeos como lo fue en el caso de Encendía y ahora con La Hora de Volvé. El merengue, quizás el ritmo más pegajoso de toda Latinoamérica, cuya cadencia básica parte de la tambora, es el punto de partida de su trabajo, por eso su insistencia en el baile aunque desfigurado, y en el tamborero queer, que se aleja del típico merenguero tipo Bonny Cepeda. Indiana trata todas estas raíces dominada por machos y campeones como astronauta temeraria sin casco, le da al gagá sonidos electrónicos con sabor a pianito de juguete, le inserta al merengue pititos repetitivos que se entrelazan con una tambora solitaria para crear un sonido dominicanotronic. La música de esta artista no necesariamente es el próximo paso en la música tropical, pero bien se define un punto donde se intersecan la musiquita tipo Super Aquello y el goce de Johnny Ventura, o sea la novedad a partir de lo existente, no necesariamente del rompimiento total con lo anterior, como muchos insisten debe ser. Toda esta nueva propuesta musical se bate a modo de merengue con un cierto aire de primitivismo con un video que recoge con colores “shocking” y bailarines a lo Chacón Dancers, que la directora Noelia Quintero ha logrado conjugar a modo de un viaje intergaláctico teletubby(esco) pero con serpientes, pajarracos y otras bestias raras. La cantante, quien destella lanzas coloridas de su cabeza, parece ser un ser bendecido por el santo que le toque, como si fuera esta especie de criatura a los Fifth Element, un ser imponente que bota LP’s e insectos por la boca, una verdadera Diva post apocalíptica. En cierta medida, Rita nos envía un mensaje criollo en la línea de We are the ones we’ve been waiting for, poner un poco de freno a la idea común del aquí no pasa nada, del aquí como limitación, del aquí como excusa para la derrota y todo esto sin pronunciar ni una sola s. Tratando de conectar lo inmediato con el eterno y anhelado exilio supuestamente pluri-oportunista y al día, le tomó “nueve años llenando maletas” a la artista crear esta canción, tuvo que comer basura rusa, cargar neveras llenas de vacas y trabajar para hoteleros mezquinos para poder realizar este vídeo. Con letras irreverentes, llenas de regionalismos, la localidad de la creadora no la encierra al típico discurso charro de la tradición. Por el contrario, su arranques musicales sin un trasfondo serio, le dan un poco de frescura a la ya saturada bachata y al merengue. Aunque ya se ha coqueteado de manera electrónica con todos estos géneros especialmente dentro del reguetón, el enfoque completamente atípico puede que sea el ingrediente secreto de esta vaina. ¿El resultado? A pesar de no contar con casa disquera y “airplay” en la radio, este grupo llena cualquier local dominicano, impulsados por una intensa auto promoción por medios como Facebook, Twitter y miles de hits en YouTube. Al parecer no sólo su abuela esperaba su regreso con ansias locas para regalar sus panties, desodorantes y demás botines de guerra. La nómada ha llegado en una yola al revés para quedarse con el canto que le toca. El autor es músico.
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