Por: Jannette Ramos García
Colaboración de Rodrigo “Roli” Irizarry (pescador de La Parguera) y Manuel Valdés Pizzini
Don Ricardo es el mayor de los hermanos Rosado Ramos y tiene ochenta y nueve años. En su niñez, vivió en Varadero, el Puerto Viejo de Lajas. Como a muchos otros, la necesidad económica lo llevó a salirse de la escuela e irse a pescar con su papá don Juan Rosado, al que apodaban Papachán, cuando apenas contaba con doce años. Con él, aprendió a pescar de cordel, después usó nasas, que él construía con varas de mangle y con alambre; “lo que se metiera en las nasas era lo que cogía”, recordó.
Antes de las cinco de la mañana, ya estaban en pie, y de su casa no salían sin comer y tomarse un “buche de café prieto” que preparaban con leña que recogían en el monte y agua que tenían en latones. Después salían en búsqueda de carruchos y estrellas Bahamas, las cuales ahumaban con el propósito de usarlas como carnada dentro de las nasas. En aquel entonces, relató con cierta nostalgia, sus nasas capturaban meros, chapines, capitanes, langostas, loros, boquicoloraos (cachicatas), salmonetes, peje puercos y colirrubias.
El pescado que atrapaban era conservado en unos corrales construidos de alambre y madera denominados viveros. Esa pesca se la vendía a Chelao, un señor que venía, al menos, una vez por semana a La Parguera desde Ponce. En un principio, usaban botes de remos; luego, “el viento era el motor” del bote de vela que construyeron. El regreso a la costa era al anochecer porque no tenían otra opción, tenían que pescar lo más que pudieran porque no tenían “otra cosa pa’ vivir”.
Como dato curioso, el rollo de alambre galvanizado de fabricación alemana que usaba en la construcción de las nasas solía costar entre veinte a treinta dólares, hoy día cuesta sobre doscientos.
A temprana edad, contrajo matrimonio con Sixta Ruiz y procrearon seis hijos. Eran tiempos difíciles. Muchas veces, cuando salía a pescar, regresaba sin nada y con una familia que mantener, por lo que tuvo que diversificar sus trabajos. Tanto él como sus hermanos son expertos calafates y reparaban las embarcaciones rellenando las junturas entre las maderas de estas con algodón hasta dejarlas perfectamente selladas, “porque es triste, mar afuera que una embarcación pegue a coger agua”. Fue también capitán de un bote “chárter” que hubo en el Hotel Villa Parguera, complementando así su trabajo como pescador. Trabajó también en la Isla Magueyes para el Departamento de Ciencias Marinas del Recinto Universitario de Mayagüez.
En la actualidad, don Ricardo y doña Sixta dedican sus días a trabajar en su patio donde tienen guineos sembrados. Podemos encontrar a Ricardo sentado en un sillón en el balcón de su casa, tal vez rememorando su vida en la pesca.
Don Ricardo es considerado un pescador con grandes conocimientos sobre los peces y los hábitats, saber que ha compartido con sus hijos y nietos.
Nota de la autora:
Ricardo falleció hace algunos meses a los 90 y tantos años de edad. En La Parguera lo recuerdan con gran afecto y respeto.
Este texto fue publicado originalmente en la revista Fuete y Verguilla del Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral (CIEL) adscrito al programa Sea Grant del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.