
Hay mañanas que despierto sin peste en la boca, sin embargo hay otras en que el mal olor me paraliza, aún así gusto de pasar largos ratos con eso en la boca. Siempre bebo siete vasos de agua al día y seis de refresco. No me gustan los dulces, pero me encantan los bizcochos, con mucho frosty, pero que no sea de chocolate. Me gustan los cheetos, pero no los jumbos ni las bolitas, si no los regulares. Aveces no tengo chavos ni para coger el tren. Miro los video juegos nuevos, aunque sé que no podré comprarlos. Siempre jangueo consiente de que no podré comprarme ni una cerveza. Cuando llueve odio que se me mojen las medias y que se me moje el ruedo del pantalón. No me gusta que me pregunten que qué me pasa. Siempre espero la llamada de Paola, sé que no va a llegar ni que tiene que llegar, pero siempre la espero y siempre me siento mal, por esperarla y porque no llega. Odio mi libro. Odio mi computadora porque es lenta. Odio mi cuarto porque nunca se ve recogido. No estoy cómodo en mi casa. Odio el color azul de mi cuarto. Me gusta picar cosas con tijeras y pegarlas con pega. Últimamente estoy muy sensible. Últimamente me siento muy triste. Me gustan los pollitos y todos los días juego con el de mi hermanita. Al principio odié a Tani y dije que jamás sería mi hermana, ahora la quiero mucho y digo que tengo una hermana a la que le llevo 23 años. Cuando camino encima de piedras pienso que me voy a caer. Cuando Sergio se fue, me puse triste. Aveces despierto con unas ganas de fumar increíbles, como no tengo cigarrillos, me duermo nuevamente. Extraño las noches de terapia con Rubén. Extraño el yogurt con Paola. Extraño a Japón. Extraño tocar con Kelvin. Extraño tocar con Frao. Extraño jugar Street Fighter con Samuel. Extraño ir a la universidad y ver a Carlos y a Marcos y a Kritzia y Sharmyn. Me molesta que Pepa diga que ya no me entiende. Me gustaría saber de Carmen Noemí. Quiero ver otra vez Grind House en el cine. Quiero llegar de la escuela y comerme un paquete de galletas bimbo y sentarme a ver televisión con abuela Lú y abuelo Mingo. Siempre que puedo bajo un disco, el que sea, aunque no lo escuche. Acepto que no me gusta Silvio. Acepto que soy débil. Acepto que no me gusta el chocolate y que soy un llorón. Acepto que soy amigo de André Marcel y que no me molesta para nada que nunca se calle. Todos los años incluyo personas nuevas a mi círculo, el año pasado incluí a Chonchi y este a Kritzia. Aveces pierdo el control y digo cosas que no debí haber dicho. Aveces pierdo el control y no digo las cosas que debí decir. Yo sé que tengo el potencial para hacer las cosas, simplemente no me da la gana de hacerlas. Tengo miedo de estar solo. Extraño los tiempos de la AEU. Aveces quiero que mi madre me abrace. Me gusta hablar con mis amigos, de ellos aprendo y con ellos relleno los pedazos vacíos. Prefiero a Calamaro sobre Bunbury y Cerati, pero no lo prefiero sobre Charly y Spinetta. Si no hablo con Orlando por un día, lo empiezo a extrañar. Escuchar a Sui Generis me causa dolor. Pienso que Samuel es un prepotente, pero no conmigo. No quiero sentir ningún tipo de dolor en mí. Quiero ser feliz y reír por las mañanas. Quiero tener aire acondicionado en mi cuarto. Quiero tener un trabajo. Quiero tener un carro. Quiero que Fender nunca se muera. Quiero cambiar de espacio. Quiero que Paola me entienda. Quiero que Carmen me perdone. Quiero que salga la segunda edición de Agentes Catalíticos. Quiero madurar.
Juanluís Ramos
Réplica para Juan Hay días que uno no sabe si amanece como continuación del día anterior. No hablo de alcohol. Hablo de esos días que uno amanece como en otro mundo, sabiendo que irremediablemente está en el de siempre. No sé si esto es triste o no. Pero no todos los días son continuación. Los amigos, por ejemplo. Uno comparte con amigos o algo parecido y no todo es continuación. Hace un tiempo que tomé una clase con Juanluís –nunca le he preguntado por qué su nombre se escribe así– Y ningún día era continuación. Uno lo veía, le hablaba, lo abrazaba (porque dan ganas de abrazarlo) y cada día era sentirse como en otro mundo y siempre estando en este. Juanluís es un tipo triste, él lo sabe. Si no le hablas difícilmente él lo hará. Las palabras le salen a cuentagotas, como migas de pan que alguien lanza por caridad, porque no hay otro remedio y son casi un milagro. Pero uno sabe que no es adrede, sino que simplemente no habla o lo hace poco. Hay silencios repugnantes, como cuando se está con una mujer que recién se conoce y ninguno de los dos habla y uno quiere escapar, echar a correr para engañar al cuerpo y hacerle creer que escapa. Pero el silencio con Juanluís era otra cosa. El silencio con él era un sitio común y corriente, una esquina en la que uno se sienta, o un sillón caro de ésos que ambos jamás llegaremos a tener. Ya no tomo la clase -bastante mala por cierto- con Juanluís. A veces me lo cruzo y le pregunto que cómo está, sabiendo que nunca lo sabré y quizá tampoco nadie. Y es que cómo uno sabe cómo está. Yo no sé qué es estar. “Aveces pierdo el control y digo cosas que no debí haber dicho. Aveces pierdo el control y no digo las cosas que debí decir”. Estas dos líneas son de Juanluís. Si uno se fija: “Aveces” está escrito junto. A mí me enternecen las faltas de ortografía de él. Creo que, más que faltas, son añadiduras. Porque si uno ve más allá, lo que se escribe desde ésa víscera que uno tiene y siempre o casi siempre esconde, las cosas salen sin correcciones, imperfectas, como todo lo bueno. Estas dos líneas son las más, las más babillosas, por llamarlo de algún modo, que he leído en buen tiempo. No creo que tenga que explicar el porqué ni que haya mucho que decir. Realmente siempre hay muy poco que decir. Los días que son continuación son, por lo general, alegres, conocidos, previsibles. Con Juanluís, ahora viéndolo poco y cruzándomelo poco también, ningún día es continuación. No sé por qué. Quizá sea por sus pocas palabras, por un silencio siempre renovado, o la tristeza que le veo en la cara y las manos y que admiro. Siempre he admirado la tristeza y no sé por qué. Hay que tener huevos para estar triste.
Christian Ibarra