Mayra Montero piensa que si Bernie Sanders fuera bueno tendría que decirnos a todos que no votemos por él. Según ella Bernie debe hacernos entender que él es parte del imperio que nos oprime. Lo que dice Montero es más que un delirio pirrónico.
José A. Hernández Mayoral, por otra línea más adusta, opinaba en El Nuevo Día que Bernie y sus seguidores son desmesurados. Bernie habla como quien sabe que no puede cumplir dando una pelea perdida según las matemáticas, por lo cual debería salirse del medio y dejarle el paso rotundo a Hillary Clinton, para que Donald Trump no consiga ser el Ubú rey gringo. En su análisis se advierte que él sabe mucho de lo que hizo su papá, el mismo a quien Eduardo Lalo tostoneó con unción hace poco. Pero no me excedo más en lo que plantea el matemático Hernández Mayoral, no vaya a ser que me tache de virulento, adjetivo grandilocuente que usa para referirse quién sabe si al sarcasmo de las redes sociales que no entiende o a otros amigos de su círculo.
Benjamín Torres Gotay, como está habituado a decir las cosas por su nombre, observó cómo se alunan las multitudes por Bernie en una noche mientras que los partidos locales que representan los ideales de Bernies –el PIP y el PPT– no tocan ni pito ni flauta para la democracia. Es decir, que según Montero y el que llama las cosas por su nombre, está mal aplaudir a la ideología de Bernie. Ambos condenan el entusiasmo. Algo solapadamente mordiente les roe del entusiasmo que levantó la visita de Sanders, de modo que el entusiasmo es el único desollado por ambos columnistas. Montero lo ve como una “pleitesía”. Sobre Torres Gotay, tengo la duda: ¿lo vio como la oportunidad de publicar un sonoro tuit lo bastante petulante para que se volviera viral? Y bien, el parecer de la Montero es exacerbado. Ella es mala novelista pero muy buena ensayista y no tenía por qué ponerse en este plan. El de Hernández Mayoral es miope y bastante comprometido con su chato parecer de abogado que insiste tanto en la infalibilidad de las matemáticas. El de Torres Gotay –muy desopilante– no fue más que el oportunismo circense de volverse viral, como Sagrado Corazón acostumbra a entrenar a sus egresados.
En este disturbio (si algo tan tenue como esto se puede denominar así) hay otros que se atreven a reciclar el llamado ‘complejo del colonizado’. Utilizan el término para ponchárselo a los pro-Bernie como ‘anatema’. Es el viejo vicio fariseo de levantar una moralidad, como decía Nietzsche: si no es Dios, alguna otra metafísica se construye siempre sobre cualquier otro valor. Para Nietzsche, hasta sobre la misma matemática se podía levantar una moralidad. Y es evidente que cuando usan, lo están usando sin saber nada de lo que dicen. Es decir, están perdidos usando la falsa erudición que tienen a la mano. A lo perfectamente “culo de rés” usan un soberbio concepto –sin saber qué están diagnosticando con él– nada más por hacer ver mal al otro.
Esto me recuerda esa remota vez cuando yo aplaudía los himnos, electrificado por las notas y las dinámicas musicales. Me percaté mucho después cuando estudié música, pues más tarde uno entiende qué es el “dosel” y qué es el “mágico primor”, pero lo primero que se entiende de todo himno no es la letra, sino lo que vieron cara a cara Bach, Handel y otros genios de la música: lo primero que entendemos son las notas que florecen o no florecen nunca en el corazón. Pues a mí, las notas, no el himno, me hacían aplaudir. Otro compañero brincaba sobre mí y me decía: los himnos no se aplauden. Y por qué, preguntaba. Esa respuesta no lo sabía ni el que me prohibía aplaudir, pero de todas maneras había que darle el mazazo a la felicidad del otro.
A nombre de los que simpatizamos con Bernie Sanders (y lo aplaudimos el pasado lunes 16 de mayo), voy a decir por qué no estamos actualmente rindiendo una pleitesía a un gringo por puro complejo colonialista. Respaldamos lo que nos parece imposible, sí, utópico, sí, pero injusto, no, y de pocas consecuencias para el bien general humano, tampoco. Habla el tiempo con su propia voz sublunar. Respaldamos a la idea que representa Sanders. Y lo que esperamos es el afterbern: es posiblemente la muerte, pero había que dar la batalla, en contra de las matemáticas, incluso. Después de toda muerte hay que esperar, pues no todas las muertes vienen en vano. Hay muertes que repercuten en vida y justicia, o como decía Cardenal: en el reino de los cielos. Sin embargo, es así como una mala novelista, un abogado aciago y un periodista de Sagrado Corazón, me movieron ir al tomo II de las Obras Completas de Pablo Neruda para encontrar la respuesta al mismo precedente. Al sonoro premio Nobel que escribía en contra de Estados Unidos (y en Canción de Gesta le mandó senda invectiva a nuestro Luis Muñoz Marín) una vez le obligaron a explicarse y esto es lo que dijo:
“Yo no soy de los que hombres que creen que los norteamericanos son intratables. Seguiré frecuentando a cuantos norteamericanos me revelen la continuidad de la gran tradición de Lincoln y de Whitman. Me propongo visitar muchas veces los Estados Unidos, si allí soy aceptado y si mis opiniones allí son respetadas”.
En ese mismo texto del 1967, Neruda continúa elogiando al grupo de intelectuales norteamericanos que mostraron con muchos ejemplos su oposición a la crueldad, al imperialismo invasor y a sus poderes destructivos. Creo que Neruda, de estar entre nosotros aún, estaría del lado de Bernie. Estamos con Bernie porque creemos que es un hombre honesto de esa misma tradición, y mucho más. Sanders se opone –al menos en palabras– a la crueldad de los buitres que quieren triturar nuestros huesos puertorriqueños. Le estamos dando la oportunidad. Para horadar el pirronismo de Montero quiero dejarlo escrito: jamás en la Universidad de Puerto Rico se había visto una movilización tan férvida por un candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Precisamente, porque contrario a lo que asumió Torres Gotay, allí estábamos muchos de los que sí atendemos lo que dice el PIP y el PPT. Pero somos una minoría los que entienden que debemos unirnos a una idea. Como minoría somos constantemente derrotados más de una vez por la credulidad imbécil que sigue dando su voto al bipartidismo.
Los estudiantes como yo del campus riopedrense (y de Arecibo, en mi caso, pues comparto dos recintos que forman mi corazón), estamos muy conscientes de que la historia de Puerto Rico no admite otra postura más tozuda que la de estar contra el coloniaje que tan descaradamente Estados Unidos nos ha impuesto por más de un siglo. Le concedemos por ello a Bernie la amplia oportunidad de que no nos defraude y que –como el poema de Neruda, Que despierte el leñador– use el hacha para derribar las “paredes de oro”.
Nuestra confianza –entendida y entusiasta a la vez, ¿porqué el entendimiento no habría de estar ligado al júbilo?– es que pronto termine la agonía de esta larga colonia que ayer fue de España y ahora es de una partida de republicanos que hace un siglo olvidaron la ley que crearon sus antecesores y que nos separa de Latinoamérica hasta hoy.
Identificarnos con las ideas que lleva en su frente el señor Sanders no es complejo de colonizado, ni una pleitesía. Es un abrazo a la idea que vocifera justicia por sí sola. Este abrazo inmenso, de multitudes, que damos a Bernie es el limpio uso de la razón. El uso de la razón, según Eugenio María de Hostos, era la libertad suprema que podía ostentar un ser humano en este mundo. Y si Bernie es derrotado, emprenderemos otras singladuras. Y si gana, esperamos celebrar la llegada a casa del Oscar López Rivera ignorado por Obama y por Clinton. El corazón que ha empezado a latir es indetenible, ¡y ya era hora!