La economía política examina las relaciones sociales de la producción, distribución y consumo de servicios y bienes materiales. La teoría de esta ciencia estudia la apropiación de riqueza social, o sea, el poder corporativo. Durante las últimas décadas se ha expandido de tal modo que hoy alcanza todos los aspectos de nuestra vida cotidiana desde la educación y la salud, hasta la recreación y el ocio.
Uno de los ejemplos más evidentes de la expansión del poder corporativo es la compañía Walt Disney que, a pesar de su larga trayectoria, se mantiene vigente como una de las 10 marcas más reconocidas en el mundo junto a Coca-Cola, Google y Apple, según indica el listado hecho por la revista cibernética Portafolio.co
En el 2012 Disney cerró el año fiscal con ganancias de $5.682 millones, según sección de economía de la revista EMOL y el portal cibernético Europapress.com. Sin duda, la compañía de ocio infantil se ha dedicado a expandir su alcance corporativo a través de la producción de filmes animados y series de televisión, construcción de parques temáticos en diferentes partes del mundo y la venta de artículos, juguetes y mercancías de todo tipo. Así, ha logrando establecerse como un gran imperio multimillonario.
Sin embargo, el poderío de la marca Disney no es tan solo su alcance corporativo, también lo es su gran influencia como entidad cultural que, a pesar de esconderse tras una imagen de inocencia y fantasía, no está exenta de ideologías políticas.
Disney funciona como una herramienta pedagógica para las poblaciones más jóvenes. Estimula el placer a través de la fantasía y aventura y logra captar la atención de manera más eficiente que los estandarizados métodos de enseñaza que emplea el sistema de educación en las escuelas.
Por medio de sus películas, los niños son introducidos a conceptos como la construcción de género, jerarquías sociales y comportamiento cívico que a menudo refleja ideales conservadores de la clase pudiente norteamericana. Además de eso, las películas funcionan como prolongados anuncios que llevará a la audiencia al consumo de productos de toda clase que contengan la imagen de los personajes de las aventuras.
Tanto los parques como las películas estimulan el placer sensorial con agradables diseños de personajes, innovadores efectos especiales y magistrales composiciones musicales. El entretenimiento está mayormente enfocado en ofrecer una experiencia estética que estimula el placer y suspende el juicio crítico, que tanto falta hace en las sociedades. El juicio crítico es lo necesario para que los niños se desarrollen como seres pensantes y que pasen a formar parte de la producción de conocimiento en el futuro.
Sin embargo, Disney se protege de la crítica asumiendo un rol de agente benefactor, hacedor de diversiones y juegos infantiles. Su imagen se asocia con la felicidad, el juego y la inocencia, lo que protege la marca de críticas y acusaciones. Los padres y maestros se despreocupan de esto, puesto que suelen ver a Disney simplemente como un entretenimiento familiar. Si esta indicación fuera correcta y se tratara solamente de juegos y diversión familiar, Disney no sería el gigante corporativo que es hoy.
El imperio Disney se ha expandido de tal forma que ahora adueñan hoteles, restaurantes, equipos deportivos, tiendas por departamentos, sucursales bancarias, canales de radio y televisión, urbanizaciones, hospitales y escuelas. En fin, es una de las corporaciones con mayor poder político y económico por lo que no se le puede tomar por mero entretenimiento.
Si Disney sigue creciendo como corporación al ritmo que mantiene, pronto todos estaremos de alguna forma u otra trabajando para ellos. Esta situación, por lo visto, no parece ser siempre favorable ya que la compañía prohíbe las uniones obreras y provee horarios inflexibles que no permiten a los trabajadores planificar su semana con anticipación. De igual forma los bajos salarios mantienen a los obreros en una especie de estanque económico.
Walter Elias Disney, fundador de la compañía Walt Disney ha sido uno de los norteamericanos más influyentes del siglo XX y sus personajes son reconocidos mundialmente. A pesar de que hizo declaraciones de no estar interesado en la política, simpatizaba con el partido Republicano e hizo notar sus posiciones políticas conservadoras en contra de las uniones obreras y anticomunistas. Walt Disney resultó tener más influencia en la política pública mundial de la que muchos políticos podrían soñar jamás.
El problema recaería en que, hoy día, la marca tiene demasiada influencia sobre lo que definimos como cultura y valores. Las personas que están a cargo de crear estas influencias no son elegidas democráticamente, sino que se les asigna un puesto. Las ideologías de las personas a las que se le asigna dicho puesto se verán reflejadas en las producciones de cultura que desarrolla la marca.
Este texto forma parte de nuestra republicación del blog del curso COPU 6515 Economía política de la información, parte del Programa Graduado en Comunicación de la UPR Río Piedras